La increíble historia de un judío sefardí de Zaragoza y el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel

A la izq.

Evidentemente, existe un destino divino e inescrutable. 

por Ricardo Angoso

En una concurrida conferencia del Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, relatada por el escritor Rabbi Evan Moffic sin referir la fecha detallada de la misma, el escritor judeonorteamericano nacido en Rumania contaba una visita realizada a la ciudad española de Zaragoza, antiguo e importante centro de una de las comunidades judías sefardíes más importantes de España o Sefarad entre el siglo X y el XV, en que todos los judíos fueron expulsados a raíz del famoso edicto de los Reyes Católicos en el año 1492.  En más de quinientos años no habían vivido judíos en Zaragoza.

Al parecer, mientras Wiesel recorría su magnífica catedral, un hombre se le acercó y le empezó a hablar en francés, ofreciéndole ser su guía turístico de forma gratuita. Estaba orgulloso de su ciudad. Al cabo de un rato empezaron a hablar. Pronto se supo que Wiesel era judío y sabía hablar hebreo.

El hombre exclamó: “Nunca he conocido a una persona judía, pero tengo algo que quiero mostrarte y tú puedes decirme qué es”. Los dos hombres caminaron hasta el pequeño apartamento del guía en el tercer piso de un edificio cercano. El hombre sacó un fragmento de un pergamino amarillento y le preguntó a Wiesel si era hebreo. “Era hebreo”, contestó afirmativamente el laureado escritor.

Wiesel tomó el pergamino y, mientras lo leía, empezó a temblar. Se dio cuenta de que no sólo era hebreo, sino que las palabras tenían más de 500 años. Comenzó a leer y traducir para el hombre. Esto es lo que decía:

“Yo, Moshe Ben Avraham (Moisés, el hijo de Abraham), obligado a romper todo vínculo con mi pueblo y mi fe, dejo estas líneas a los hijos de mis hijos y a los de ellos, para que el día en que Israel pueda caminar de nuevo, con la cabeza en alto bajo el sol, sin miedo y sin remordimientos, sabrán dónde están sus raíces. Escrito en Zaragoza, el día 9 del mes de Av, en el año del castigo y del destierro”. El documento era tesoro familiar pero también un pedazo de la historia de la Zaragoza judía.

El hombre le explicó entonces a Wiesel que esta carta había pasado de generación en generación. Era tan apreciado que sus padres y todos los que lo precedieron habían dicho que, si se perdía, una maldición caería sobre toda la familia. Después de escuchar las palabras de la carta, el hombre se dio cuenta de que de alguna manera estaba conectado con un judío llamado Moshe Ben Avraham. Le pidió a Wiesel que lo leyera de nuevo, lo cual hizo. Luego le pidió a Wiesel que le explicara lo que podría significar.

Wiesel describió la historia judía de España. Después de varios siglos de persecución y tortura, los judíos se vieron obligados a convertirse o marcharse. El noveno día del mes hebreo de av del año 1492, día al que se hace referencia en la carta, todos los judíos fueron expulsados de España. Su pariente Moisés, el hijo de Abraham, debió verse obligado a convertirse para evitar la expulsión. El guía no lo podía creer. Le pidió a Wiesel que escribiera la traducción antes de irse.

Muchos judíos de la España donde oficialmente se instalaba la persecución y la expulsión optaron por la conversión. Fueron denominados, despectivamente, como los “marranos” y muchos siguieron practicando clandestinamente la fe judía en sus casas, algo muy peligroso en aquellos tiempos en que la Inquisición vigilaba a estos recién convertidos al cristianismo. Se podía pagar con la vida en la hoguera si eran descubiertos por los implacables inquisidores.

ELIE WIESEL EN JERUSALEN

Pasaron los años y Wiesel está de visita en Jerusalén. Es abordado por un hombre en la calle. El hombre dice: “¡Hola! ¿No te acuerdas de mí, Zaragoza? ¿Zaragoza?”. Wiesel vaciló. El hombre hablaba hebreo, no francés. No podía recordar quién era y a qué se refería.

Entonces el hombre dijo: «Tengo algo que mostrarte». Llevó a Wiesel a su apartamento. Subieron tres tramos de escaleras. Él abrió la puerta. Allí, en un marco, estaba el pergamino amarillento. Pero esta vez el hombre se lo leyó a Wiesel. “Desde Moisés Ben Avraham hasta su descendencia…” Había aprendido hebreo. Había abandonado España y se había trasladado a Israel. Había reclamado su herencia judía y quería vivir en Israel, la profecía se había cumplido y el sueño de sus ancestros se había hecho presente.

Wiesel dijo: “Sabes que estoy avergonzado. No te reconocí”. Hablaron un rato y pronto Wiesel se levantó para irse. Cuando se iba, el hombre lo detuvo y le dijo: “Olvidaste preguntarme mi nombre. Quiero que sepas mi nombre. Es Moshe Ben Avraham, Moisés, hijo de Abraham. Está vivo después de 500 años”.

Esta nota nunca se hubiera redactado sin la ayuda de esta fuente: https://israelforever.org/interact/blog/israel_matters/, y también gracias a la información proporcionada por Vicente Celaya, de Editorial Certeza y la Tienda de Sefarad de Girona.

Artículo publicado previamente en: https://www.mundojudio.com.co/

Compartir
7 thoughts on “La increíble historia de un judío sefardí de Zaragoza y el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel”
  1. Yo cuando he leido Zaragoza, me ha venido a la mente la capilla existente,( no se si sigue ahi como ha estado durante siglos,muy visitada ademas por los fervorosos y carcas ultracatolicos con tendencias fascistas zaragozanos ) en la Seo, catedral de Zaragoza, dedicada al «santo» zatagozano Santo Dominguito del Val, un «personaje» legendario , protagonista de unos de los primeros Libelos de Sangre, que hicieron correr rios se sangre judia en los reinos de Aragon y Castilla, sobre cuya union (mas algunas conquistas militares posteriores) con las copulas de unos personajes reales llamados Fernando e Isabel, se creo el Estado Espanol hace 500 anos…..Catalunya aun sufre las consecuencias de aquellos «polvos» …. El libelo contaba la imaginaria historia del secuestro y martirio de ese imaginario crio a manos de unos perfidos judios para sacarle y chupar su sangre, que ha sido dogma de fe impuesto por la perversa Iglesia Catolica, durante siglos y siglos, que contruyo ese altar en la catedral de Zaragoza, dedicado al crio, para recordar a los zaragozanos la perversidad de los judios que segun los «buenos y estupidos ciudadanos» merecen la muerte y el castigo eterno….. Si hay por ahi alguien de Zaragoza que nos diga si el menciondo mamotreto dedicado a ese «santo» tan venerados por los catolicos zaragozanos aun existe… creo que si, pero que confirme o desmienta por favor

      1. Ese odio antijudaico del cristianismo en el fondo se debe al miedo oculto que tienen los cristianos (y más aún los católicos) de que un día se descubra que toda la majamama ridícula de Jesus no pasa de un embuste inventado contra los judíos por envidia y despecho.

    1. El año pasado estuve en Zaragoza y sigue existiendo tal cual lo describis. Es una verguenza para la iglesia, pues ademas no hay ningun comentario a que eran cosas de aquel entonces.

  2. No cambiaron NADA en siglos. Nos odian porque les recordamos que si Jesús existió: nació, vivió y murió como JUDIO. Mal qué les pese…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.