La increíble historia de Sabbatai Zevi – Parte I

Interior de la sinagoga portuguesa de Amsterdam, ciudad en la que Sabbatai Zevi tuvo muchos partidarios

Ricardo Angoso

En todas las tierras aparecían nuevos profetas. Gente ordinaria, e incluso mujeres y cristianos, se arrojaban a tierra y gritaban en voz alta que Sabbatai Zevi, el ungido del Señor (bendito sea su nombre), había llegado para redimir a los hijos de Israel, elegidos de Dios.
Isaac Bashevis Singer, en Satán en Goray

Sabbatai Zevi Nació en la ciudad de Esmirna, hoy Izmir (Turquía), el 23 de julio de 1623, en una familia sefardí, coincidiendo esta fecha con el día en que los judíos conmemoran la destrucción del templo, y que ya había sido señalada por algunos rabinos como la del nacimiento del Mesías. El padre de Zevi era un conocido comerciante de la ciudad, que procedía de las comunidades judías de Grecia, más concretamente de Patras, y un buen conocedor de las tradiciones hebreas. En este ambiente, recogido y religioso, pero también cerrado, se educó y crio aquel al que algún día muchos siguieron y creyeron, como si de veras se tratara de un auténtico Mesías. 

Los judíos llegaron a Esmirma, bella y marítima ciudad turca, tras la expulsión por los reyes de España y Portugal de todas las comunidades hebreas presentes en su territorio. Miles de judíos no aceptaron convertirse al cristianismo y prefirieron huir. Tras el edicto de los Reyes Católicos y la posterior expulsión de Portugal, se esparcieron, como una gran mancha, por los Balcanes, Europa, el Imperio Otomano y las islas griegas, como Creta, donde llegó a haber una próspera y activa población sefardí que después sería eliminada durante el Holocausto. 

Los turcos, a pesar de que eran musulmanes y practicaban el proselitismo religioso, toleraron a los judíos, les integraron en su sociedad y, en muchos casos, los sultanes les emplearon como médicos, escribientes y profesiones de reputado prestigio, como orfebres, joyeros, farmacéuticos o prestamistas.

En este contexto, que no tenía nada que ver con la tragedia que sucedía en otras partes de Europa, donde los judíos eran perseguidos y masacrados, nació Sabbatai Zevi, en el seno de una familia integrada, acomodada y muy tradicional, tanto en cuanto a las costumbres como al seguimiento de las tradiciones religiosas judías. El padre, Modecai, un hombre recto y estudioso, educó e inculcó al niño el estudio del Talmud, bajo la atenta dirección y cuidado del rabino Joseph Escapa, otro sefardí que vivía en Esmirna y que era ayudado por el padre en sus tareas religiosas.

Muy pronto, siendo casi un niño, Zevi se interesó por la cábala, el misticismo judío, la penitencia, la mortificación del cuerpo y el fiel seguimiento de todas las tradiciones religiosas hebreas. En aquellos años, según cuentan sus biógrafos, el que estaba destinado a ser el Mesías se casa, aunque el matrimonio fracasaría tempranamente, y se dedica en cuerpo y alma al estudio de la religión hebrea y sus libros sagrados.

En este período, en que ya se había comenzado a mortificar y que aseguraba que entraba en éxtasis, Zevi comienza a sufrir depresiones, estados de ansiedad y a vivir en una suerte de misticismo que, seguramente, le propició una cierta tendencia al desequilibrio mental, que al parecer ya no le abandonó de por vida. Mientras tanto, su fama de hombre piadoso, erudito y sabio ya le acompañaba y no le abandonaría de por vida. Ya había comenzado sus prédicas y su brillante oratoria le ayudó mucho a difundir sus ideas.

ZEVI SE DECLARA EL VERDADERO MESIAS

Sus partidarios, como también sus detractores, crecían cada vez más y la seguridad de Zevi aumentaba. Así fue posible que este hombre formado y rigurosamente religioso anunciase, en 1648, que él era el verdadero Mesías que esperaban los judíos y los cristianos, el hombre que debía restaurar el reino de Israel. Fue aclamado y ninguno de sus seguidores se atrevió nunca a discutirle sus cualidades casi divinas. Pero su anuncio era un éxito relativo, pues no escapaba todavía de los ámbitos geográficos de Esmirna; tendría que esperar aún algo más de tiempo para tener el éxito total que le esperaba.

En el acto en donde fue “investido”, en la ciudad de Esmirna, Zevi aseguró que la voz de Dios es la que le había hablado y anunciado que era el verdadero Mesías, el rey de los judíos. Su personalidad, junto con el conocimiento de los textos judíos y sus dotes oratorias, harían que el “milagro” obrase y que hubiese nacido una suerte de secta seguidora de las ideas del pretendido Mesías. Zevi, que cantaba bellos cantos en hebreo antiguo, era un manipulador nato. Aprovechando ciertas creencias, como las que había sobre que el Mesías aparecería en el año 1648, afirmó ante sus seguidores que la redención de los judíos tendría lugar el 8 de junio de 1666.

Zevi, con apenas veinticinco años, había puesto en marcha un movimiento religioso que perduraría hasta la actualidad, pues, al parecer, algunos judíos transmitieron de padres a hijos estas creencias y aún perduran. Evidentemente, las tesis de Zevi no fueron aceptadas por el colectivo de los rabinos e incluso los de Esmirna decretaron una “cherem” en contra suya, lo que equivaldría en el mundo cristiano a una excomunión. En 1651, y ya con muchos y poderosos enemigos en su haber, el movimiento de Zevi es prohibido en Esmirna y el supuesto Mesías es una suerte de apestado. Todavía tendría que esperar, su tiempo aún no había llegado.

Sin embargo, estos contratiempos no desaniman al joven Mesías y, en 1658, él huye a Constantinopla. Allí, donde todos le escuchan con curiosidad y algunos con fanatismo, Zevi se reúne con el estudioso Abraham ha-Yakini, discípulo del profesor Joseph di Trani, y buen conocedor también de la tradición, la cultura y la religión de los hebreos. Lejos de apartarle de sus locuras, Ha-Yakini se convertiría en una figura fundamental en el movimiento y le asegura que tiene un viejo manuscrito escrito en caracteres arcaicos que ya profetiza su llegada como Mesías. El texto, bastante inverosímil que existiera, daba hasta los datos de la filiación paterna y el año del nacimiento del Mesías enviado por Dios: 5386 para los hebreos y 1626 para los cristianos, fecha que, por cierto, está en contradicción con la que citan numerosos historiadores sobre el año del nacimiento de Zevi. ¿Otra manipulación más del Mesías? No lo sabemos. 

DE SALONICA A JERUSALEN

Aunque se desconoce el motivo por el cual abandonó Estambul, hay noticia fehaciente de que el siguiente destino de Zevi fue Salónica, ciudad de una gran importancia en la época otomana y auténtico centro sefardí de los Balcanes. En la ciudad eran mayoría los judíos sefardíes y la vida social y económica estaba muy organizada. Había numerosas sinagogas, escuelas talmúdicas, bibliotecas y un sinfín de oportunidades para el nuevo Mesías. Predicó sus doctrinas, basadas en el misticismo y la mortificación en esta vida, y añadió a la causa nuevos adeptos dispuestos a dar todo por la vida del “Hijo de Dios”.

En aquellos días, según cuentan los testimonios de la época, el movimiento puesto en marcha por Zevi podría tener algo más de un millón de seguidores, una cifra altísima si tenemos en cuenta que el único medio de difusión de la época era la cultura oral y las prédicas de los rabinos que seguían sus enseñanzas, aunque, al parecer, eran mayoría los que lo rechazaban como el Mesías. La elección de Salónica como lugar de presentación de sus doctrinas no era algo casual, ya que la ciudad era el auténtico centro religioso judío de los Balcanes y casi se puede decir del mundo. Sabbatai Zevi se movía como “pez en el agua” en aquel ambiente: conocía su lengua, sus costumbres y podía cantar sus salmos y canciones. Seguramente, fue aclamado por muchos y recibido por la comunidad como un santo investido de gracia divina. 

Pero, al igual que le ocurriría en Esmirna, el todavía joven Zevi fue condenado por los rabinos de la ciudad y se le prohibió expresamente volver a predicar. Los sefardíes de origen español, a diferencia de los askenazíes de origen centro europeo, son mucho más religiosos y ortodoxos, apartándose muy pocas veces de la tradición y la norma escrita, que se transmiten a través de los hijos por influencia de los padres. Los sefardíes no aceptaron nunca la presencia de Zevi en Salónica y le “invitaron” a abandonarla.

Zevi, por su parte, tampoco estaba dispuesto a dar su brazo a torcer y decide salir de la ciudad para continuar con sus prédicas. Desde Salónica, al parecer, aunque en esto también hay varias versiones, Zevi viajaría hasta El Cairo, atravesando de nuevo Estambul y Esmirna.

De El Cairo, donde hay escasas noticias sobre su estancia, aunque sabemos que residió del año 1660 al 1662, viajó hasta Jerusalén, la capital eterna de los israelíes y el final de viaje de todo judío religioso, que no cesa de repetir para sus adentros y hacia fuera que “el próximo año en Jerusalén”. Allí nuevamente reivindicó su misticismo y su conocida mortificación del cuerpo, pero quizá de una forma menos pública y sin tratar de ofender con sus prédicas a los otros rabinos, que ya estaban alertados y recelosos ante la llegada del Mesías de Esmirna.

Muy pronto, pese a todo, volvió a hacerse notar en la Ciudad Santa, debido a su conocimiento de los salmos religiosos sefardíes, que al parecer cantaba a la perfección y de noche casi siempre, y a la adoración que le prestaban sus seguidores, entre los que destacaban muchas mujeres. Poco a poco, sin apenas desearlo, su círculo de adeptos crecía y crecía, sobre todo en torno a sus reuniones y prédicas que tenían como eje los salmos sefardíes amorosos a los que el Mesías les daba una interpretación religiosa y mística. Hizo de la canción popular judeo española un instrumento fundamental para la expresión de sus tesis e ideas.

De nuevo en El Cairo, para cumplir con algunos trabajos que tenía la comunidad judía de la Ciudad Santa y eterna para el pueblo elegido, Zevi cumplirá con otros de sus cometidos sagrados e ineludibles como nuevo Mesías: casarse. Y lo hizo, tal como decían las profecías, con alguien que había pecado y después se había reconvertido, de nuevo, a la verdadera fe, la de los judíos. En El Cairo, Zevi se casaría con Sarah, una joven superviviente de los pogromos de Chmielnicki, en Polonia, y que según dicen las crónicas habría practicado la prostitución en diversos lugares de Europa tras sobrevivir a las matanzas.

El nuevo Mesías se encontraba casado, gozaba de numerosos adeptos en todo el mundo judío, era respetado por su pueblo, tenía dinero enviado por sus ricos patrocinadores y se encontraba en el mejor momento de su carrera. Estaba en el tiempo de máximo esplendor, nada le podía frenar en su irrefrenable ambición. Con todo este bagaje, y sintiéndose seguro ante la comunidad judía, viajó hasta la ciudad de Gaza, en Palestina, y se reunió con quien sería uno de sus más firmes apoyos, Nathan Benjamín Levi, más conocido como Nathan de Gaza.

Nathan de Gaza llegaría a ser el brazo derecho de Sabbatai Zevi y uno de sus más firmes apoyos en su alocada carrera. Difundió el mesianismo e hizo creer a todos los miembros de la comunidad judía de Palestina que Zevi era el auténtico Mesías. Ambos comenzaron a anunciar que, en el año 1666, tal como estaba dicho en las escrituras que ellos previamente habían manipulado, el Mesías lideraría a las doce tribus de Israel en el camino hacia la plena consecución del Reino de Dios. Semejantes locuras, incluso para aquella época, llegaron a tener éxito y fueron muy aceptadas por muchas comunidades judías. El papel de Nathan de Gaza fue fundamental en esta obra y sin su figura es muy difícil entender el ascenso político y religioso de tan peculiar Mesías. 

Por ejemplo, si uno visita el Museo Judío de Ámsterdam puede comprender la intensidad y fuerza que adquirió el movimiento de Sabbatai Zevi en la época; una carta de la comunidad judía de esta ciudad le expresa su apoyo y numerosas personas llegaron a vender sus propiedades para ir hasta Palestina para unirse a su movimiento. Su popularidad no dejaba de crecer y el ímpetu mesiánico llevó a muchos a cometer grandes locuras, como abandonar todo lo que tenían y prepararse para el día de la llegada del nuevo Mesías. Enajenaron sus casas, empeñaron todos sus bienes en celebraciones y bailes y llegaron a sacar en procesión, al parecer, las tablas de la Ley. Una nueva era estaba llegando y había que sacrificar todo, incluso la vida si hiciera falta, para celebrar el advenimiento del nuevo Mesías. 

Pero no sólo el pueblo siguió a Sabbatai, sino que numerosos rabinos sefardíes, con apellidos y nombres españoles, le siguieron en su causa y le creyeron. Creían que realmente levitaba, que estaba en contacto con Dios, que era el elegido para la gloria y que hablaba con los ángeles, entre otros méritos para ser el nuevo Mesías. Muy pocos se opusieron a esta locura mesiánica y, por lo general, las comunidades judías por donde predicaba aceptaban las nuevas verdades que les anunciaba Zevi.

La segunda parte se publicará el 17-03-2023

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