La increíble historia de Sabbatai Zevi – 2da. parte

Interior de la sinagoga portuguesa de Amsterdam, ciudad en la que Sabbatai Zevi tuvo muchos partidarios

Ricardo Angoso

Pese a este fanatismo sin lugar a dudas hacia su figura, en Holanda, por ejemplo, algunos empezaban a dudar de que fuera el verdadero Mesías. Jacob Saportas, un sefardí llegado desde Orán, en el Norte de Africa, comenzó a criticar abiertamente la figura de Sabbatai y le tildó, más o menos, de impostor. Acusó a los judíos de seguir ciegamente a un falso Mesías y trató de restar adeptos a su causa, algo que conseguiría más tarde a tenor de unos acontecimientos que relataremos a continuación. Saportas, que vivió entre 1618 y 1698, sería uno de los más duros detractores de Zevi y gozaría de un sólido prestigio durante todo el siglo XVII, habiendo sido un importante y prestigioso rabino en Ámsterdam, Hamburgo, Londres y Livorno, por este orden cronológico.

Retrato de Sabbatai Zevi en el Museo Judío de Amsterdam

Mientras estos acontecimientos y controversias se sucedían en Amsterdam, donde la figura de Zevi era muy conocida, en el año 1665 el nuevo Mesías gozaba de una gran popularidad en Jerusalén y allí donde realizaba sus peregrinaciones era recibido masivamente. Gozaba de un enorme prestigio, que, como era de prever, molestaba enormemente a los rabinos de la ciudad. Los religiosos hebreos, que sospechaban de las dotes del Mesías y estaban hartos de su excesivo protagonismo, amenazaron a todos sus seguidores con la “excomunión” y la expulsión de la fe hebrea.

Ante estos hechos, el Mesías decidió trasladarse hacia otra ciudad más receptiva hacia sus doctrinas mesiánicas y donde encontrase menos problemas que en Jerusalén, que siempre le fue hostil y donde los rabinos nunca aceptaron sus doctrinas. Para justificar esta adversidad, su fiel servidor Nathan llegó incluso a declarar que la Ciudad Santa estaba más cerca de Gaza que de Jerusalén y trato de explicar la expulsión de Zevi como un gran éxito, fruto del destino providencial que Dios había puesto en sus manos.

Zevi, una vez vista la hostilidad de Jerusalén hacia su causa, decidió marcharse a su ciudad natal, Esmirna, donde creía que sería recibido con los brazos abiertos y donde le sería más fácil exponer sus doctrinas y creencias. Durante el viaje hacia Esmirna, atravesando Palestina, Siria y parte de la Turquía actual, Zevi fue recibido con gran entusiasmo por las poblaciones por donde pasaba. Ya no sólo le seguían los judíos, sino que numerosos cristianos creían que estaban ante el verdadero Mesías. Su leyenda no hacía más que crecer y crecer, era un auténtico mito que había traspasado las fronteras de la época.

EL ESPLENDOR DEL FALSO MESIAS

Y Sabbatai Zevi, finalmente, llegó a Esmirna de nuevo, donde se encontraría con su vieja comunidad, su familia y un sinfín de adeptos incondicionales. Allí, llegados al frenesí de toda esta historia, se declara oficialmente como el nuevo Mesías en el año nuevo de 1665, mientras las masas, enfervorizadas, se supone ante la importancia del acto, gritaban: “Larga vida al Rey, larga vida a nuestro Mesías”. Los judíos, se supone que, cansados de tantas afrentas y expulsiones, por fin encontraban un sentido a sus existencias, una nueva razón para vivir. Su proclamación oficial, para mayor provocación a los rabinos más tradicionales, se realizó en una sinagoga. Ya no era una pretensión, sino era una declaración de guerra, todo un auténtico cisma del mundo judío.

Asistido por su esposa y sus incondicionales adeptos, la fama de Zevi rápidamente se extendió y siguió creciendo por Alemania, Holanda, Grecia e Italia, por citar tan sólo algunos países, y el movimiento aumentaba en creyentes cada día más. Incluso en una de las cartas enviadas desde Alemania al conocido filosofo Baruch Spinosa se habla de la existencia de un Mesías, y de un nuevo momento para el Reino de Israel, que supuestamente renacería de las cenizas y sobreviviría eternamente.

Zevi era un auténtico provocador, ya que en su discurso anunció que las viejas leyes no eran válidas y que las prohibiciones y la sobriedad de la religión se debían a la espera del Mesías. Ahora, como supuestamente había llegado, los judíos podían llevar una vida licenciosa; una ola de cierto “liberalismo” se extendió por todos sus partidarios en el Imperio Otomano y en los Balcanes, mientras que los sectores más ortodoxos del judaísmo seguían recelando de la autoridad moral del supuesto Mesías. Pese a todo, su fama y carisma seguían creciendo y traspasaban los límites geográficos de los territorios que dominaba la Sublime Puerta.

Además, los adherentes del nuevo movimiento mesiánico, junto con sus líderes, tenían unas ideas muy claras con respecto al futuro: hay que volver a Israel, la tierra prometida, y aceptar al rey de reyes, el Mesías, que ya está entre nosotros para alumbrar los nuevos caminos. En cierta medida, las ideas del sabbatianismo son presionistas y se adelantan a las del Teodor Herzl, el fundador del sionismo, en tanto y cuanto ya contienen la tesis de que Israel es la tierra de todos los judíos y que Jerusalén es su capital santa. En definitiva, la Tierra Prometida se encuentra en Palestina, Israel para los judíos, una idea que serviría después de base para construir la doctrina sionista y que se materializaría en el siglo XX con la formación del Estado de Israel.

Llevado por el éxito de sus ideas y el numeroso grupo de adeptos que había reunido en todo el mundo, que incluso financiaban su movimiento, Sabbatai Zevi, quizá mal aconsejado por uno de sus consejeros, como el sefardí Samuel Primo, que llegó a divinizarlo, quiso dar pasos definitivos hacia el poder total. Nathan de Gaza también le había profetizado que debería ir hasta la capital del Imperio Otomano, Constantinopla (hoy Estambul), en el año anunciado para la coronación del Mesías, es decir, el 1666, y allí esperar algún prodigio divino que convirtiera la corona del sultán en la suya propia, en la del rey de todos los creyentes.

Zevi no esperó mucho tiempo y abandonó Esmirna cegado por el éxito de sus doctrinas, por la adoración ciega que le profesaban sus ciegos e incondicionales fieles. El mundo judío, por su parte, sufría una gran crisis y estaba muy dividido ante las tesis del nuevo Mesías. Para algunos, Zevi era una suerte de Dios que venía a hacer cumplir los sueños de los judíos desperdigados y perseguidos por el mundo, mientras que para muchos religiosos y rabinos era tan sólo un farsante y un ególatra sin escrúpulos.

DEL OCASO AL EXILIO

Nada más llegar a Constantinopla, Sabbatai Zevi fue arrestado por el gran visir, Ahmed Köprülü, quien lo enviaría inmediatamente detenido a un castillo en Abydos. Allí, una vez que fue escuchado, investigado y tomado declaración, el sultán decidió su definitiva encarcelación. Sin embargo, durante meses Sabbatai Zevi siguió intrigando contra los turcos y desafiando su poder, utilizando el castillo de Abydos para alentar a sus seguidores y hacerles creer que su estancia en prisión era sólo un paso más hacia sus objetivos finales. Pensaba que tan sólo había perdido una batalla, pero no la guerra definitiva.

En 1666, mientras se encontraba recluido en Abydos, recibió la visita de dos prestigiosos talmudistas polacos de Lwów, en Galicia, quienes le anunciaron la llegada de un profeta a su tierra natal, Nehemiah ha-Kohen. Al parecer, el profeta recién llegado a la escena había anunciado también la aparición del Mesías. Zevi ordenó que el profeta debería presentarse ante él y así fue, aunque la reunión entre ambos concluyó en fracaso y Neremiah ha-Kohen comenzó a maquinar en contra de lo que consideraba un falso Mesías. 

Unas semanas después, al parecer debido a la traición de Nehemiah ha-Kohen, que informó del estado delirante de Zevi a los consejeros judíos del sultán Mehmed IV, la suerte del nuevo Mesías iba a cambiar definitivamente. El sultán, pensando que realmente lo que preparaba Zevi era una revuelta, ordenó que llevaran al Mesías ante su presencia, en la ciudad de Edirne, el 16 de septiembre de 1666. Cansado de tanto desvarío y temeroso por la situación que había creado el religioso, provocador de cismas descontrolados y de disturbios graves en el Imperio, el sultán le dio un ultimátum: tenía que realizar un milagro y demostrar claramente ante él que era un Mesías, ser ejecutado si no lo cumplía lo que se le pedía o convertirse al islam. No había alternativa, o el milagro o el final de la causa mesiánica.

Bien demostrado que sus dotes tenían un límite, Zevi optó por la salida más pragmática e inteligente ante la difícil tesitura: se convirtió al islam y se puso un turbante, al estilo turco, sobre su cabeza. Al parecer, aunque en estos también divergen las fuentes consultadas, corría el año 1667. Su figura comenzaba a declinar. El sultán, además, decidió humillarle públicamente y obligó también a convertirse al islam a su mujer y a todo su servicio, lo que así hicieron. Asimismo, y siguiendo las costumbres turcas de la época, Zevi fue obligado a casarse con otra mujer y a tener un harem. Las autoridades turcas le nombraron Mahmed Efendi, un título de carácter religioso, pero también político, y le dotaron de un sueldo bien retribuido, la mejor forma de comprar a un Mesías que se precie y también de ganarle para la nueva causa.

Zevi trató de presentar esta conversión al islam como un paso más en su movimiento, como un avance táctico que llevaba a una estrategia final que debía desembocar en el cumplimiento de sus objetivos: el regreso a Israel y su coronamiento final como el verdadero Mesías. Según él, “Dios había hecho de él un musulmán”, y había que aceptar la voluntad de Altísimo, que era inaplazable e inapelable.  Intentó transformar en victoria lo que para otros hubiera sido un gran desastre y una derrota.

No obstante, sus partidarios comenzaron a dividirse y el movimiento dio síntomas de que se encontraba en sus momentos finales. Los seguidores se dividieron entre los que pensaban que para vencer al mal había que descender a los abismos, incluso convirtiéndose al islam, y los que creían que el Mesías era un farsante. Los judíos ortodoxos, como era lógico, respiraron tranquilos y creyeron ver en este acontecimiento el final del falso Mesías. 

Sin embargo, muchos de sus seguidores siguieron maquinando y tratando de presentar a Zevi como el verdadero Mesías. La división en el mundo judío era quizá mayor que antes de la conversión, y la media fue aprovechada por el Sultán para convertir a muchos judíos al islam. Además, para crear más confusión, Zevi siguió conspirando y anunciando a sus seguidores que había tenido varias anunciaciones y contactos extraterrenales que le seguían presentando como el profeta.

El Mesías practicaba el doble juego, aprovechando su liderazgo en la comunidad judía y su relación con el Sultán para tener una red de influencias y contactos que le permitieran continuar con su liderazgo. Tanto Nathan de Gaza como Primo, los apóstoles del falso Mesías, siguieron trabajando para la causa e hicieron un gran daño a la comunidad judía, que se mostraba dividida y confusa. A pesar de la apostasía del Mesías, su influencia en la comunidad hebrea no dejó de ser considerable durante un cierto tiempo. Nada, aparentemente, parecería que iba a truncar su suerte.

Finalmente, Zevi fue descubierto por los turcos rezando y leyendo salmos religiosos en hebreo en una villa cerca de Constantinopla, lo que agotó la paciencia del sultán y de las autoridades imperiales, temerosas de que estuviera preparando una insurrección contra ellos. Así, cansado de sus andanzas y sus mentiras, el sultán Mehmed decidió enviarlo al exilio; Zevi fue obligado a partir hacia la lejana y diminuta ciudad de Dulcigno (hoy Uncinj), en el remoto principado de Montenegro, y alejado para siempre de Turquía, lugar donde contaba con mayor número de seguidores. 

Allí, en Dulcigno, moriría en 1676, sin que la leyenda le abandonara hasta el último momento: su muerte, al parecer, fue un acto de gran generosidad, ya que su alma se cambió por la de un niño que se había caído de un árbol y estaba a punto de morir. Nada más morir, por cierto, a su tumba comenzaron a llegar cientos de peregrinos para venerarle y sus partidarios transmitirían sus creencias, durante siglos, de padres a hijos. Sabbatai Zevi, el Mesías, no ha muerto del todo, en cierta medida, y sigue vivo entre sus infatigables e inasequibles fieles.

Los donmeh (en turco) o apóstatas continuaron observando los rituales judíos sefardíes, rezaban en hebreo, arameo y ladino (judeoespañol), practicaban la circuncisión y celebraban las fiestas judías y musulmanes, una amalgama la verdad bastante extraña pero que tiene un cierto aire poético, como de auténtica Alianza de Civilizaciones. Al parecer, los descendientes de Sabbatai Zevi siguen realizando fiestas y actos religiosos en su honor y esperando, de nuevo, la llegada del Mesías, una larga espera que dura ya más de tres siglos. En el siglo XVIII, incluso, uno de sus partidarios, Jacob Frank, llegó a declararse la reencarnación de Sabbatai Zevi, y ya en el siglo XX el rabino Isaac Kok (1868-1935), primer jefe religioso de los judíos en la Palestina británica, repetía y difundía unas ideas parecidas a las del Mesías sobre Israel. Una nota trágica: entre 1942 y 1944 un grupo de sus seguidores de Salónica, quizá la principal capital sefardí de los Balcanes y del antiguo Imperio Otomano, fueron enviados a los campos de concentración por los nazis y nunca más regresarían. 

Hoy todavía, según reconocen las comunidades judías de Turquía, hay unos 15.000 de seguidores de Zevi repartidos por Turquía y Grecia, aunque nadie sabe a ciencia cierta dónde viven y cómo se organizan; siguen siendo un misterio insondable aún al día de hoy. Un apunte personal: hace unos años conocí en Sarajevo a un musulmán bosnio que hablaba perfectamente el judeoespañol y que trabaja en diversas investigaciones filológicas e históricas sobre los sefardíes; después alguien me dijo que corría el rumor de que era uno de los descendientes de los seguidores de Sabbatai Zevi. ¿Simples rumores o verdades históricas sin posibilidad de comprobación? 

BIOGRAFÍA RECOMENDADA SOBRE SABBATAI ZEVI:
Bashevis, Isaac: Satan en Goray: Barcelona: Plaza Janes: 1979.
Sholem Asch: Sabbatai Zevi: A Tragedy in Three Acts: Philadelphia: Jewish Publication Society: 1930. 
Joseph Kastein: (translator): Messiah of Isimir: Sabbatai Zevi: New York: Viking Press: 1931. 
John Freely: Lost Messiah: In Search of Sabbatai Sevi: London: Penguin: 2002.
Gershom Scholem: Sabbatai Sevi: The Mystical Messiah: 1626-1676: London: Routledge Kegan Paul: 1973.

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One thought on “La increíble historia de Sabbatai Zevi – 2da. parte”
  1. Muy interesante, ¡interesantísimo…! Sin restarle atractivo ni encanto, el artículo ganaría si se le eliminaran los leísmos.

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