La mayoría de ellos sacados del gueto de Varsovia clandestinamente. Ni siquiera mediante la tortura pudieron los nazis doblegarla.

Seguramente, si los alemanes no hubieran atacado a Polonia en 1939, y después perpetrado los más abyectos crímenes, Irena Sendler hubiera llevado una vida tranquila, discreta y hubiera sido una enfermera ejemplar, pero la guerra se cruzó en medio de su vida y la cambió para siempre. Unos entregaron lo peor que tenían dentro al enemigo, colaborando incluso con él, y otros, como Sandler, sacaron lo mejor de sus vidas para entregarlo a los demás.

Irena Sendler nació en Polonia en 1910, en un pueblo llamado Otwock a 23 kilómetros al sudeste de Varsovia. Su padre, Stanislaw Krzyzanowski, un médico que contaba mayormente con pacientes judíos pobres, fue activista del partido socialista polaco (PSP). Sus ideas fueron una gran influencia para la joven Irena, quien estudió literatura polaca en la Universidad de Varsovia, pertenecía a la izquierdista Unión de la Juventud Democrática, participó en protestas contra un “gueto de escritorio” en salones de lectura y finalmente se unió al PSP. Irena trabajaba como administradora superior en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia, que operaba los comedores comunitarios de la ciudad, cuando Alemania invadió el país en 1939.

Según el Obituario publicado en la prestigiosa revista, The Economist, “desde su infancia, sintió simpatía por los judíos. Su padre falleció en 1917 a causa del tifus, contraido al tratar a varios pacientes rechazados por sus colegas: muchos de esos pacientes eran judíos. Tras su muerte, los líderes de la comunidad judía ofrecieron pagar los estudios de Sendler. En la Polonia de la preguerra, se opuso al sistema de discriminación contra los judíos adoptado por algunas universidades, como resultado de lo cual fue suspendida en la Universidad de Varsovia durante tres años”.

Como ya hemos dicho antes, la guerra cambió su vida y el 1 de septiembre de 1939, cuando Polonia fue atacada y ocupada por los alemanes, fue un antes y un después en la vida de Irena, como para la mayoría de los polacos, que asistían atónitos y aterrados ante la brutalidad de los conquistadores alemanes. Muy pronto, también los judíos conocerían inimaginables penalidades, suplicios y torturas hasta que finalmente se consumó la “solución final” y millones serían exterminados en los campos de la muerte.

Irena, mientras el mundo anterior se derrumbaba a su alrededor, muy pronto comenzó a trabajar y dar todas sus fuerzas por los que más estaban sufriendo. Así relata su historia Iad Vashem: “Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial Irena Sendler era una trabajadora social de 29 años, empleada en el Departamento de Bienestar del municipio de Varsovia. Después de la ocupación alemana el departamento continuó haciéndose cargo de un gran número de pobres y desposeídos de la ciudad. Irena Sendler aprovechó su puesto para ayudar a judíos, pero esto se volvió prácticamente imposible cuando el gueto fue sellado en noviembre de 1940. Cerca de 400.000 personas habían sido hacinadas dentro del área estrecha que había sido adjudicada al gueto y su situación se deterioró rápidamente. En el superpoblado gueto las pésimas condiciones higiénicas y la falta de alimentos trajeron como resultado el estallido de epidemias y un alto índice de mortandad. Irena Sendler, asumiendo un gran peligro personal, concibió métodos para entrar al gueto y prestar ayuda a los moribundos judíos. Se las ingenió para obtener un permiso de la municipalidad que le facilitaba la entrada al gueto para inspeccionar las condiciones sanitarias. Dentro del gueto estableció contacto con activistas de organizaciones de bienestar judías y comenzó a brindarles asistencia. Ayudó a sacar clandestinamente a judíos del gueto a la parte ´aria´ de la ciudad y a establecer escondites para ellos”.

SU LABOR EN EL GUETO DE VARSOVIA

Poniendo en riesgo su vida y perseguida por los alemanes, que ya estaban detrás de sus actividades y penaban con la muerte la ayuda a los judíos, Irena, que se movía dentro del gueto con bastante libertad engañando como podía a los nazis, pronto se las ingenió para comenzar a sacar niños del gueto y entregárselos a otras familias polacas. Cuando Sendler caminaba por las calles del gueto, llevaba un brazalete con la estrella de David, como signo de solidaridad y para no llamar la atención sobre sí misma. Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció llevar a sus hijos fuera del gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él. Muchas madres y abuelas eran reticentes a entregar a sus niños, algo absolutamente comprensible, pero que resultó fatal para ellos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de concentración.

A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del gueto en el verano de 1942, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos caminos: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes… en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape. Otros métodos incluían una iglesia que tenía dos accesos, uno del lado del gueto y el otro en el lado ario de Varsovia. Los chicos entraban a la iglesia por un lado como judíos y salían por el otro como cristianos. Su osadía, junto con su imaginación por desafiar a los nazis, no tenía límites.

Así relata Iad Vashem su gesta: “En septiembre de 1943, cuatro meses después de la destrucción completa del gueto de Varsovia, Sendler fue nombrada directora del departamento de Cuidado de Niños Judíos de Zegota (organización clandestina de ayuda a los judíos). Bajo el nombre clandestino de Jolanta aprovechó sus contactos con orfanatos e instituciones para niños expósitos para enviarles chicos judíos. Muchos de estos fueron enviados al orfanato Rodzina Marii (Familia de María) en Varsovia, a instituciones religiosas regentadas por monjas en la cercana Chotomów y a Turkowice, en las adyacencias de Lublin. Se desconoce el número exacto de niños salvados por Irena Sendler y sus asociados”.

DETENIDA POR LOS ALEMANES

Finalmente, y como era de prever, sus actividades no pasaron desapercibidas para los alemanes e Irena ya estaba en el punto de mira de la maquinaría criminal nazi.  Los alemanes se dieron cuenta de sus actividades y, el 20 de octubre de 1943, Irena fue detenida y encarcelada por la Gestapo. Aunque era la única que sabía los nombres y las direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos, soportó la tortura y se rehusó a traicionar a sus asociados o a cualquiera de los niños ocultos. Le quebraron los pies y las piernas. Pero nadie pudo quebrar su voluntad. Irena pasó tres meses en la terrible prisión de Pawiak donde fue sentenciada a muerte.

Sin embargo, no queda claro cómo consiguió salvar su vida. Algunas fuentes hablan de que la resistencia polaca sobornó a algunos alemanes para que la pusieran en libertad, mientras que otras hablan de que un soldado alemán se apiadó de ella y le salvó la vida. Sea como sea, Irena pudo vivir para contar después todos sus avatares, entre los que destacan en primera persona el alzamiento del gueto de Varsovia, del que fue testigo, y después el alzamiento de los polacos de Varsovia contra los ocupantes alemanes, en octubre de 1944. Dos hechos heroicos y fundamentales en la historia de Polonia que fueron aplastados sin contemplaciones por los salvajes conquistadores.

Sobre los niños salvados, Irena tenía un único registro de sus verdaderas identidades y lo conservaba en frascos de compota enterrados debajo de un árbol de manzanas en el patio de un vecino, frente a las barracas alemanas. Tenía la esperanza de que algún día podría desenterrar los frascos, ubicar a los niños e informarles de su pasado, tal como hizo después de la guerra. Irena desenterró las listas con los nombres de los niños y la entregó al presidente del Comité de Salvamento de los judíos supervivientes del Holocausto, el doctor Adolfo Berman.

EL LARGO OLVIDO

Después de estos hechos heroicos la vida de Irena Sendler y su gran gesta cayeron en el olvido. A las nuevas autoridades comunistas polacas no les interesaba que se hablara del Holocausto, que lo consideraban un “asunto alemán”, y el tradicional antisemitismo polaco impregnó al nuevo régimen. Para la larga dictadura comunista (1945-1989), la cuestión judía era un tabú y las malas relaciones con Israel convirtieron al pueblo judío en invisible en la nueva Polonia, algo que casi era cierto si tenemos en cuenta que de los 3.300.000 millones de judíos polacos apenas sobrevivieron unos 300.000 a la guerra y el Holocausto.

Incluso durante el periodo comunista, Irena tuvo problemas con la policía secreta, siendo relegada por las autoridades a puestos secundarios, y sin que le reconociesen sus labores durante la Segunda Guerra Mundial. Nadie se acordó de Irena en décadas y el Holocausto era una cuestión secundaria en esa Polonia comunista, anodina, gris y desmemoriada.

Pese al olvido intencionado en que había caído su figura, en 1965, la institución Iad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa Entre las Naciones, y se la nombró ciudadana honoraria de Israel. Y, en noviembre de 2003, el presidente de la República de Polonia (ya democrática), Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia, cuando la nombró dama de la Orden del Águila Blanca (Order Orła Białego). Sendler fue acompañada por sus familiares y por Elzbieta Ficowska, una de las niñas que salvó apodada “la niña de la cuchara de plata”. También fue nominada para el Nobel de la Paz, que no lo obtuvo y recayó en el norteamericano Al Gore, y fue otro gran reconocimiento a su colosal figura.

A raíz de estos tardíos reconocimientos, y de que su foto saliera en numerosos medios de comunicación, numerosos niños sacados del gueto de Varsovia por Irena y que conocían su historia por sus familiares y amigos, comenzaron a llamar a la enfermera para agradecerle su valentía y haberles salvado la vida. Pero ella, ajena a cualquier reconocimiento público, no se consideraba una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. “Podría haber hecho más,” dijo Irena alguna vez. “Este lamento me seguirá hasta el día que muera”.

Irena Sendler falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008. Tenía 98 años.

FUENTES CITADAS Y CONSULTADAS:

The Internacional Raoul Wallenberg Foundation:
https://www.raoulwallenberg.net/es/salvadores/polacos/sendler/irena-sendler/

Museo Yad Vashem:
https://www.yadvashem.org/yv/es/exhibitions/righteous-women/sendler.asp

Mujeres en la Historia:
https://www.mujeresenlahistoria.com/2014/09/el-angel-de-varsovia-irena-sendler-1910.html

Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Irena_Sendler

The Economist:
https://www.economist.com/obituary/2008/05/22/irena-sendler

Fotos del autor de la nota. La prisión de Pawiak, donde estuvo detenida Irena.

por Ricardo Angoso

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One thought on “Irena Sendler, el ángel de Varsovia”
  1. No hay duda que la historia de Irena Sendler es unica, a pesar que hay muchísimos personajes que han arriesgado sus vidas para salvar a muchísimos Judíos y Cristianos, pero hay pocos como Irena Sendler.
    Que lastima que no le fue otorgado el Premio Nobel en vez de un oscuro politico como Al Gore.

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