Por Mauricio Aliskevicius.
Quien más, quien menos, todos hemos opinado sobre qué había que hacer para llegar al día después. Si se hubieran hecho votaciones exactamente como cuando se eligen miembros para la Knéset, la gran diferencia habría sido que en vez de medio país absteniéndose de votar, estamos seguros que prácticamente no habría quedado nadie sin votar.
Ni un solo israelí habría quedado sin dar su opinión sobre el pacto de cese de fuego con Hamás, ya sea a favor o en contra. Lamentablemente todos tendrían razón, porque todos estamos de acuerdo en recuperar a los rehenes cautivos del terrorismo, pero la forma de recuperarlos nos divide.
Quien tuvo que tomar la decisión es el mismo equipo de gobierno responsable del 7 de octubre, y quienes lo asesoran son los mismos responsables que lo asesoraron esa fatídica fecha.
Por lo tanto, existen grandes y fuertes razones para dar prioridad a determinados temas de lo que hay que hacer el día después, mientras esperamos con impaciencia saber en qué fecha caerá ese “día después”.
Por un lado, el día después debe amanecer sin ninguna posibilidad de que exista peligro de terrorismo masivo de parte de Hamás, pero también de parte de Jihad Islámica, Autoridad Palestina, O.L.P., o sea control total de Judea, Samaria y Gaza. Dejamos para otra oportunidad hablar sobre Hezbollah y otros.
Pero también debemos lograr que quienes sean responsables de lograr lo mencionado, sean no solamente los más idóneos en la materia (tanto militares como gobernantes) sino que no pueden ser los que ya fallaron el fatídico 7 de octubre.
A estos dos puntos se debe agregar un tercero: el tema más importante que divide a la población es el precio a pagar por la liberación de los rehenes. Con el antecedente del canje por Gilad Shalit, que liberó un millar de asesinos y entre ellos nada menos que el cloacal Yahya Sinwar, a lo que se agrega hoy los miles de asesinos que se deberán liberar para el actual canje por goteo, deberemos tomar medidas efectivas para que no se repita que asesinos liberados vuelvan a asesinar y que la toma de rehenes pase a ser un negocio lucrativo y periódico.
Estudiados estos antecedentes, las prioridades indiscutibles son:
- Tomando como claro ejemplo el juicio a Eichmann, se deberán modificar las leyes vigentes para implantar la pena de muerte (únicamente para asesinatos por terrorismo). Por similares motivos que, en el caso de Eichmann, deberán ser jurados especiales, la muerte será por la horca, y los restos del asesino serán cremados y tirados al mar, preferentemente a un océano lo más lejos posible de Medio Oriente.
Con esta medida se disminuirá el número de terroristas, se eliminará la reincidencia de los más graves, y se disminuirá también la posibilidad de que en el futuro se exijan nuevamente canjes de prisioneros pues no existirán prisioneros importantes.
- Al igual que después de la guerra de Iom Kipur (1973), se deberá formar una Comisión que investigue lo sucedido el 7 de octubre de 2023 y siguientes, porque el futuro del país todo no puede quedar en manos de los mismos que fallaron esta vez. Esta investigación comprenderá todos los organismos pertinentes, tanto militares, policiales, de gobierno, sin excepciones. Las personas culpables deberán ser removidas de su cargo -sea cual sea- y la Justicia verá qué otros castigos les corresponderá.
No debemos olvidar lo que significó este 7 de octubre, en la cantidad de vidas de civiles y militares, en las pérdidas económicas, en las pérdidas en lo moral y psicológico. Y especialmente no podemos dejar el futuro del país y sus habitantes en manos de quienes ya fallaron.
- Se nombrará una comisión interministerial más militar y de inteligencia que fijará cómo deberá ser el “día después” en Judea, Samaria y Gaza. Esta comisión deberá conformar un calendario que indique las etapas graduales en las que estas zonas serán regidas, comenzando con desmilitarización total y terminando en el futuro con algún tipo de independencia política que tendrá que acordarse con las Naciones Unidas y con la legislación internacional vigente. Deberá dejar de existir todo grupo terrorista en la zona, se eliminará la OLP, Hamás, Jihad, etc. Mahmud Abbás y sus ministros serán juzgados y expulsados de la zona.
Se hará especial hincapié en la fiscalización de la educación de niños y jóvenes, para no repetir lo sucedido hasta ahora, evitando la existencia de otro UNWRA.
- El Ministerio de Relaciones Exteriores ordenará e instruirá a los embajadores para que controlen en cada país qué información circula sobre Israel y los israelíes, y en caso de verificar información engañosa y/o deformante de la realidad que pueda catalogarse de difamación y antisemitismo, hagan la denuncia correspondiente y pleito judicial si amerita.
Bajo la bandera de libertad de prensa, hasta ahora Israel ha sido difamada de la peor manera posible, y no hemos visto que ninguna embajada haya hecho nada importante para contrarrestar la difamación. Solamente en las Naciones Unidas nuestros representantes dijeron lo que había que decir, pero con sólo la ONU no hemos frenado las olas de inmundicia que la prensa mundial y algunos gobiernos arrojaron contra Israel. Es hora de enfrentar este otro bombardeo sin pólvora, pero demasiado efectivo.
Como verán los ministros y miembros de la Knéset, nada de lo que los ocupó estos últimos tiempos es tan importante como estas medidas que se sugieren. Y son sugeridas porque al votarlos hemos delegado nuestro poder en ellos, pero ellos tienen la responsabilidad de cumplir con su deber, y quien no cumple sabe que su vida política depende de ello. Además, queda para la Historia sus dichos y hechos, algo que tiene un valor nada despreciable.
Se nos prometieron dos resultados de esta guerra. El primero, rescatar a los rehenes, se empezó a cumplir, mal o bien. Más mal que bien, en cuentagotas y con un costo terrible para el futuro inmediato. El segundo fue liquidar a Hamás. Ese no se logró, por lo que corresponde cambiar todas las piezas que corresponden para poder lograr el objetivo.