Creación de la nada

Tumba de Maimónides en Tiberias - Foto: Wikipedia - Dominio Público

Dr. Natalio Daitch
“En el principio del crear de D’os los cielos y la tierra, cuando la tierra era confusión y
vacío, con obscuridad sobre la superficie del abismo y el aliento de D’os planeaba
sobre la superficie de las aguas”.
Libro del Génesis 1-1

Creatio ex nihilo.

Este término proviene de una alocución latina que se traduce como “creación a partir de la nada”, lo cual se explica como acción y efecto de inventar, instituir, y establecer algo que anteriormente no existía ni posee antecedentes. En hebreo se dice “iesh meáin” y se conecta con el verbo “Baráh o Baró” que obviamente no es comprensible a la mente humana, que todo lo adquiere y lo entiende de un mundo lleno de cosas, objetos que tienen densidad, materia y límite.

Creatio ex nihilo por ende se opone a lo que se denomina “Creatio ex materia” que sería “creación a partir de la materia”, en hebreo sería “iesh meiesh” y está representado por el verbo “iatzor” que sería dibujar o dar forma a alguna cosa, o concertar un todo a partir de sus partes. En este nivel, el ser humano puede actuar sobre cosas ya existentes y transformarlas en otras según su conocimiento o voluntad o deseo o necesidad. Un ejemplo clásico es la madera de un árbol que se utiliza para fabricar un mueble.


La esencia de D’os.

El enigma de la Creación y de la vida humana, y de la propia existencia del hombre, ha impulsado a muchos a tratar de bucear en la esencia de D’os, lo cual, en general, nos conduce a un laberinto donde uno puede ciclar eternamente, intentado conocer la esencia o aquellos rasgos distintivos del Ser Supremo y la Causa primera de todas las otras causas, que no tiene nada que lo anteceda, siendo Él solo y único, primero y último, infinito, y todopoderoso y todos los demás atributivos y adjetivos, sean metafóricos para compararlo a objetos conocidos por las personas tales como “mi roca” o “como decir que ruge como un León”. Y aquellos otros que tienen que ver con lo sustancial de Hashem cuando afirmamos que es: bueno, o bondadoso, verdadero, sabio, y justo. Ya que estos últimos, se adaptan mejor a su esencia, ya que también no tienen límite, aun cuando se manifiestan en las personas en diversos grados.


Filósofos y Teólogos.

Filosofía sería amor por la sabiduría, que trata temas como el conocimiento, la mente, la consciencia. la ética, y la belleza, etc; y por otro lado la Teología que es la disciplina que estudia el conjunto de conocimientos acerca de D’os, sus atributivos y perfecciones, e incursiona en las diversas creencias religiosas.

Los filósofos medievales hablaban de “un agnosticismo esencial” respecto al conocimiento de D’os que sería algo así que a Él solo se lo puede comprender “por aquello que no es”. Es decir, se basaban que no teníamos un conocimiento afirmativo de D’os. Ya que toda intención de delimitar a Hashem va en contra de su propia naturaleza,

Muchos otros pensadores cuestionaron luego este agnosticismo esencial, y poder adentrarse en el tópico implica conocer vida y obra de muchos filósofos griegos como Aristóteles o Platón, de Teólogos Católicos como Santo Tomás de Aquino (1225-1274), este último, más allá de su relación o pensamiento acerca de los judíos, los sabios musulmanes como Averroes (médico y filósofo 1126-1198), y Avicena (médico y filósofo musulmán 980-1037).


Maimónides.

Este sabio judío, médico, filósofo y Rabino (1138-1204) ha escrito obras descomunales tales como el “Mishné Torá” y “Guía de los perplejos”, escribió sobre Hashem intentando una suerte de síntesis sobre el tópico que D’os es: “el Conocedor, el Conocimiento y lo Conocido”. Es decir que el Todopoderoso es al mismo tiempo el sujeto, la capacidad y el objeto o la materia a conocer. Y más allá, de lo incomprensible a la mente humana de esta afirmación, esto disgustó a muchos rabinos, ya que en el judaísmo la sentencia es: “que no D’os no puede ser limitado, ni siquiera con una afirmación que lo propone como un Ser ilimitado”. Ya que definir algo es una forma de limitación.


Creación de la nada. Reflexión final.

Iniciamos un nuevo ciclo de lectura de la Torá con el “maasé Breshit” la Creación del mundo y su Creador, uno de los dos capítulos más enigmáticos y complejos de las Sagradas Escrituras junto a la visión del “Carruaje divino” del profeta Ezequiel. Es decir, intentar penetrar en la Unicidad y simplicidad del Creador, se torna una tarea imposible de adquirir para una mente finita, de un cuerpo que resulta de la unión de partes o segmentos.

Los Rabinos afirman que lo que podemos conocer de Hashem y de su poderío y perfección solo resulta de su maravillosa obra creativa y de un mundo que fue hecho con una exactitud milimétrica, tanto en la tierra como en los planetas. Todo para que sea la casa del hombre (la máquina más perfecta que existe), ya que esto emergió de su puro deseo de bondad, sin una necesidad igual a la medida que nosotros conocemos “como necesidad humana”. Para algunos jasidim, el deseo de ser reconocido y alabado en el mundo bajo y material, tal como lo es en los mundos superiores y por los seres angélicos.

Pero su existencia no depende de nuestro reconocimiento, mientras que la nuestra depende de que el Todopoderoso nos surta de energía de vida a cada instante. La relación es asimétrica, y la Torá es el nexo o ducto de comunicación entre seres finitos con el infinito.

Para concluir, las sefirot o sus potestades nos ilustran de su inmenso poder, pero ellas en Él son solo Una. Mientras que nuestra mente requiere verlas representadas como diferentes, separadas y fragmentadas.

El título de la presente, queda entonces sin respuesta, y el interrogante de si D’os es solamente la fuerza que genera todas las otras fuerzas, o comprende algo de sustancia o materia primordial queda pendiente de una certera respuesta.

Al fin de cuentas, solo podemos aceptar, si somos creyentes, que hay un inicio y un orden y una intención para la historia del ser humano, y que no somos fruto del azar o de una especie de evolución o casualidad, donde las moléculas simples se van agregando entre sí para formar moléculas complejas. Después de todo algo debe existir, ya que el universo dejado a su libre impulso sería capturado por lo que denominamos entropía o tendencia al desorden en opinión de muchos.

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