Espejo de una transiciòn: Moshé Shamir

22 marzo, 2017

Joseph Hodara

La memoria me transporta al final de los años cincuenta. Refiere un modesto salón localizado en una amplia calle de Tel Aviv. Reúne allí a un público adulto que se pasea entre las sillas mal ordenadas vistiendo con sobrado orgullo los pantalones cortos que les llegan a las rodillas. El disertante invitado finalmente aparece. Aplausos. Silencio después.
El orador -término que bien se ajusta al contenido de las palabras que dirá-abrió el tema: la brillante trayectoria de Stalin en la Rusia soviética y en favor del mundo, lecciones que la juventud israelí debe asimilar para bien construir el país. Discurre en el podio Moshé Shamir, que ya era entonces un escritor admirado. Y además el modelo emblemático de un joven que nació en Safed en 1921, se educó en la naciente Tel Aviv, conoció la vida en el kibutz y, en fin, debió tomar el arma contra ingleses y árabes que pretendían frustrar la independencia de su país.
Aplausos estridentes sellaron sus palabras. Para buena parte del público, Stalin era entonces un personaje iluminado capaz de modelar a las nuevas generaciones del país. No fue así el sentimiento de quien esto recuerda, influido entonces por otras experiencias y lecturas. Y algún tiempo después se empezará a constatar un cambio radical -la adquisición de otro credo- por parte del mismo y a la vez diferente Moshé Shamir: un afiebrado tránsito a los enemigos de Stalin, es decir, a las filas de Menajem Beguin, y más tarde, por sentirse traicionado, habrá de apurar la gestación de un nuevo partido que encabezará sin reservas, con afiebrado entusiasmo, exigiendo la anexión de todas las tierras -desde el Sinaí hasta los límites con Jordania- que fueron conquistadas en 1967.
Ciertamente, todas las modalidades del anticonformismo gravitaron en Shamir desde sus años juveniles. Como miembro del Hashomer Hatzair no vaciló en enfrentarse al venerado y marxista líder del movimiento -Meir Yaári- cuando éste intentó censurar sus escritos por haber señalado las debilidades y fracasos de la convivencia kibutziana. Actitud que se tradujo en escándalo cuando, tiempo después, el joven Shamir enhebró textos entusiastas en favor del terrorismo judío orientado a desalojar a los británicos de Palestina. Y más tarde será fuertemente censurado por Ben Gurión cuando objetara en públicas exposiciones el desmembramiento del Palmaj, y décadas después -para colmo- suscitará la furia de Menajem Beguin al rechazar cualquier acuerdo con Egipto y, en particular, la devolución del Sinaí. Para todos Shamir fue un molesto no conformista.
Se recuerdan aquí experiencias y posturas que se verificaron en paralelo a su travesía como brillante escritor. El relato que publicó en 1951 -“Con sus propias manos”- lo dedicó a su hermano Elik que murió años antes en la defensa de Jerusalén. Es una pieza de elocuente y amarga elegía que puso al desnudo las ilusiones de una generación que conoció la tragedia prematuramente.
Más tarde, en 1954, Shamir forjará el libro que habrá de consagrarlo definitivamente como escritor. Allí retrata al perverso rey Aleksander Yanai, sus nexos con el conquistador romano y los conflictos intelectuales y civiles que culminaron en la destrucción del Templo. Tuvo un éxito inmediato. En 1957 fue vertido al español por la editorial Candelaria, y más tarde al portugués por la imprenta brasilera Perspectiva. Los Premios Brenner y Bialik certificaron el valor de este relato.
Shamir continuó incansablemente su actividad literaria hasta su muerte en 2004. Pero en contraste con el reconocimiento que mereció en los años cincuenta y sesenta, su imagen se vio enturbiada por las radicales posturas políticas que adoptó en favor de un nacionalismo fundamentalista que predicaba tanto la anexión irreversible de los territorios árabes conquistados en 1967 como la adhesión a prácticas religiosas que legitimaban tal postura. Actitud que en aquellos días fue radicalmente rechazada; ciertamente, en la actualidad habría merecido opuesta actitud.
Pienso que este nexo entre literatura y política que abrumó a Shamir es inaceptable. Una y otra tienen diferente y alejado lugar. Como escritor, Shamir acertó en caracterizar personajes y circunstancias con un lenguaje que se sirvió tanto de las fuentes talmúdicas como de las acertadas innovaciones que absorbió en el curso de la historia judía del siglo XX. Su último libro fue Yair, publicado en 2001. Biografía novelada de Yair Stern, personaje que suscitó tanto admiración como repudio en diferentes grupos judíos durante el mandato británico de Palestina. Un texto que pide superior comprensión y equilibrio a los que en verdad aspiran a comprender la dialéctica de la violencia, con la nobleza y el costo que le son inherentes.
En suma: la trayectoria de Moshé Shamir resume el tránsito de una cultura política a otra, y ambas exigen la crítica mirada del lúcido observador. ■

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