Ideología y pragmatismo

2 noviembre, 2020 ,
Itzjak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat . Foto GPO

Se cumplen veinticinco años del asesinato de Itzjak Rabin. Un hecho detestable que nos llena de vergüenza. Porque la trágica desaparición de Rabín, además de lamentable, de alguna manera silenciaba el debate respecto a los Acuerdos de Oslo, los mismos que dieron esperanza en sus inicios y una profunda decepción después.

Algo es muy claro. Los dirigentes israelíes de todos los gobiernos han perseguido la paz. Acuerdos, reuniones, planes, retiradas consensuadas, retiradas unilaterales, cumbres de mandatarios. Unos confiando en la fórmula de territorios por paz, otros algo menos confiados en concesiones territoriales. Con el tiempo, Siria ha quedado muy transformada, Irán se convirtió en un enemigo implacable y muy peligroso. Las estrategias originales han venido cambiando.

La paz es un objetivo sobre todo ético. Todas las naciones, familias y personas han de aspirar vivir en paz, con sus derechos y privilegios respetados porque es lo debido. En Israel, la población, mayoritariamente, apoya cualquier acuerdo de paz y, eventualmente, quienes se niegan a uno que otro acuerdo o iniciativa, lo hacen no por desmerecer el objetivo, sino por considerar que el mismo, la paz, no se consigue de esa manera.

Rabin fue propulsor de la paz de los valientes, de aquellos líderes que tenían el coraje de romper ciertos mitos, paradigmas e ideas. De hacer la paz con el enemigo, porque con los amigos no resulta necesario. Responsablemente aceptó el reto, y fue hasta donde nunca nadie antes llegó, a riesgo calculado.

A veinticinco años de su desaparición, un mecanismo de conversaciones y acuerdos distintos han logrado algunos éxitos. Netanyahu, de la mano de la administración Trump, viene cosechando pactos con países árabes del Golfo, los mismos que hace tan solo unos años parecían imposibles. Y la estrategia que priva es una de pragmatismo y beneficios económicos, de inversiones y relaciones amplias. Un ambiente que reconoce las diferencias de las contrapartes, que no obliga a sacrificios ideológicos y que apunta al bienestar de las respectivas poblaciones sin interferencias en sus modos de vida. Una paz por la paz, pragmática. ¿Idealista? No sabríamos decirlo. Una paz que es sencillamente conveniente y necesaria.

Todos queremos una paz de Israel con todos sus vecinos y con los palestinos. Luego de ocurridos los hechos, es muy fácil analizar y criticar. En tiempo real, las decisiones no son nada triviales. La paz que viene consiguiendo el gobierno actual de Israel es impresionante. Ha de cambiar la faz de la zona de forma sustancial para bien. Ha tenido catalizadores importantes, como la administración Trump y la intransigencia de Irán, que impulsa a los moderados. Pero también, y no puede minimizarse, tiene un antecedente de experiencia y aprendizaje que son los Acuerdos de Oslo y la figura legendaria de Rabin.

La paz es bienvenida. Siempre. Es buscada. Siempre. Que la paz sea un convencimiento ideológico no queda desmerecida si se consigue por medios algo más pragmáticos.

De la mano. Ideología y pragmatismo.

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