Y los sueños, sueños son

Los peligros del estado judío y democrático
Benito Roitman
Estos días, revisando documentos acumulados, me encontré con el siguiente texto, que me pareció interesante compartir. Dice así: “¿Qué modelo socio-económico se adopta mejor a lo que Israel aspira? ¿Existe una tendencia a seguir el patrón estadounidense, donde la máxima libertad empresarial es la regla, o el de la Gran Bretaña de los últimos años, o el de países  semindustrializados como Singapur o Corea del Sur? ¿O están los israelíes más interesados en emular a países europeos como Suecia, Finlandia o Austria, donde la libre competencia existe codo a codo con un considerable mayor grado de participación de los trabajadores y una clara preocupación por los objetivos sociales? En este sentido, (en Israel) se carece de alguna estrategia de largo plazo y no hay, aparentemente, un consenso nacional definido sobre los objetivos socio-económicos en el largo plazo”.
Lo que me llamó la atención es que este texto, cuya actualidad me parece evidente, fuera escrito en el año 1989, como parte de las conclusiones de un documento preparado por el Profesor Michael Bruno (entonces Gobernador del Banco de Israel) para el National Bureau of Economic Research de los EEUU.  Porque en efecto, casi a finales de la segunda década del siglo XXI,  Israel continúa careciendo de una estrategia de largo plazo y de un consenso nacional sobre los objetivos socio-económicos que querría alcanzar (lo que algunos llamarían un proyecto nacional de largo plazo). Esa carencia es fácilmente constatable a poco que se analicen los programas de gobierno y los contenidos de los presupuestos públicos, así como las discusiones parlamentarias y, de manera prominente, las plataformas y programas electorales de los partidos políticos.
En todos esos casos, es notorio el predominio de las temáticas del día a día, como si la tarea de gobernar fuera básicamente de carácter reactiva, es decir, como respuesta a estímulos internos y externos (de grupos de presión económicos, sociales o de otra naturaleza; de movimientos políticos, de presiones extra nacionales, etc.),  más que el resultado de la aplicación sistemática de programas de gobierno previamente consensuados.
Esta forma de gobernar, reactiva, es plenamente compatible con el mantenimiento del statu quo en lo político, en lo económico y social, en lo religioso y se convierte así en el instrumento natural para alcanzar ese propósito.
Y sin embargo, esa carencia de un proyecto nacional no es absoluta. Es más, una parte de la sociedad ha venido trabajando desde hace tiempo en programas de largo plazo, que implican tanto la ampliación de la soberanía del Estado de Israel sobre todo el territorio entre el Río Jordán y el Mar Mediterráneo, como la creciente aplicación de la Halajá, la ley judía, a la legislación vigente en Israel (esto último, por ejemplo, estaría siendo contemplado en el proyecto de ley de “Estado-nación judío”, que fuera aprobado recientemente en primera lectura en la Knéset; ver al efecto el numeral 13 de dicho proyecto de ley).  De hecho, la proliferación de asentamientos judíos en los territorios ocupados es hoy por hoy un instrumento central de ese programa de ampliación de la soberanía de Israel, aun cuando los historiadores puedan discutir si esa fue la intención en el año 1967, cuando esos territorios fueran conquistados a los jordanos, al cabo de la Guerra de los Seis Días.
A propósito de ese programa, la Oficina Central de Estadísticas (OEC) acaba de publicar recientemente los datos  correspondientes al tamaño de esos asentamientos en Judea y Samaria, que muestran que en esos asentamientos -excluida la población judía en Jerusalén este- habitan hoy en día alredor de 6% de la población judía total del país. De acuerdo a las cifras proporcionadas por  la OEC, la población judía en los asentamientos ha venido creciendo a un ritmo que más que duplica la tasa de crecimiento demográfico del país. Mientras que en todo Israel el crecimiento poblacional judío en los últimos diez años se sitúa en una tasa anual promedio del orden de 1,8%, la tasa de crecimiento  de la población judía en los asentamientos se ha ubicado -entre los años 2005 y 2015- en un promedio anual de 4.7%. Así, y siempre de acuerdo con la OCE, esa población, que ascendía en el año 2005 a 249.901 personas, en el año 2015 aumentó a 388,285 (un incremento de poco menos de 140,000). Si esa tasa de crecimiento se mantiene -y nada permite suponer lo contrario- la población judía en los asentamientos se situaría en la actualidad en más de 400.000 habitantes.
Obviamente, un crecimiento de esa naturaleza excede con mucho al crecimiento natural (diferencia entre nacimientos y defunciones), por lo que debe explicarse en gran medida por la incorporación de nuevos colonos. Y pocas dudas caben de que se trata de movimientos inducidos y promovidos, aunque es difícil generalizar sobre el carácter de esos nuevos colonos ni parecen estar disponibles datos que permitan conocer mejor sus perfiles. Por esta razón está abierta la especulación sobre sus motivaciones,  que pueden abarcar un amplio espectro: desde una fuerte convicción ideológica -que se manifiesta en ocasiones en un mesianismo desatado- hasta la cooptación de una parte significativa de los nuevos olim (inmigrantes), pasando por  consideraciones de puro carácter económico asociadas, entre otras cosas,  a la posibilidad de acceder a viviendas a precios accesibles.
La OEC publica también información sobre el número de unidades de viviendas terminadas cada año, por región. De acuerdo a esa información, el número de unidades de viviendas terminadas en Judea y Samaria se sitúa, en promedio, en el orden de 1900 viviendas anuales durante los últimos diez años, (con máximos de 2166 viviendas en el año 2006 y mínimos de 1270 en el año 2012). Así, en el correr de los últimos diez años se habrían incorporado alrededor de 19.000 nuevas unidades de viviendas  en los asentamientos, suficientes para albergar a 85.500 personas (a un promedio de 4,5 personas por vivienda).  Y este número es compatible con el volumen de población incorporada en los territorios, más allá del crecimiento natural de la población previamente asentada. En efecto, si el crecimiento natural en los asentamientos se hubiera situado en un 2% anual (similar o algo mayor al de Israel en su conjunto) su población habría aumentado en unas 55.000 personas. Como el aumento total  ha sido del orden de las 140.000 personas, las nuevas viviendas incorporadas habrían sido suficientes para albergar al resto (del orden de las 85.500 personas). Y cabe preguntarse entonces: ¿de qué congelamiento de las construcciones en los territorios estamos hablando?
El cansador juego de números precedente tiene por propósito mostrar que, a diferencia de la actitud generalizada del gobierno en la mayor parte de los ámbitos de la sociedad, en términos del mantenimiento del statu quo, el proyecto de expansión  de la soberanía israelí sobre los territorios ocupados se inserta en un programa de largo plazo que hasta el presente viene ejecutándose exitosamente, por parte de sectores minoritarios de la población (aunque organizados y activos en movimientos y partidos políticos específicos, en buena medida con fuerte inclinación religiosa).
Y es que la ejecución de ese proyecto ha venido contando con la complicidad pasiva de la sociedad, que parece preferir dar la espalda a lo que sucede a su alrededor (otra vez la inclinación por el mantenimiento del statu quo) que a la toma en sus manos de su destino. Es así como un día puede hablarse de 100,000 personas en los asentamientos, y otro día caer en la cuenta que ya son 250,000,  para finalmente asombrarse que se acercan ya al medio millón; a lo que cabe agregar, sin que a nadie se le mueva un pelo, que los representantes de los pobladores afirman abierta y jactanciosamente que cuando  lleguen al millón ya no los para nadie. Y eso, en buenas cuentas, significaría ni más ni menos que los sueños -de un estado judío y democrático, lado a lado y en paz con un estado palestino- sueños son.

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2 thoughts on “Y los sueños, sueños son”
  1. No terminè de leer el articulo. Está escrito de modo muy pesado y aburrido. Hay que escribir de manera que la lectura resulte amena.

    1. deberia haberlos dividido en dos partes una sobre economia y otra sobre los asentamientos…….en todo caso la economia siempre es aburrida menos cuando nos afecta directamente a nuestro bolsillo.

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