W. Laqueur, B. Lewis, R. Pipes: coincidencias en la vida y en la muerte

21 octubre, 2018

Joseph Hodara
La desaparición simultánea de tres figuras que han renovado temas y corrientes indispensables para mejor comprender estos tiempos revela, por un lado, la irreparable finitud de sus vidas y, por otro, la afiebrada actualidad de lo que pensaron.
Aludo a ineludibles intelectuales que fallecieron en los últimos meses dejando como legado un vasto arsenal de hallazgos e ideas que, sin ellos, es imposible descifrar la índole y las inclinaciones de nuestros tiempos. Tres judíos formados en contextos desiguales que, sin embargo, coincidieron en estudiar el origen y las perspectivas de nuestros tiempos y el lugar que Israel como país y democracia tiene en ellos.
Frisando los 102 años de vida, Bernard Lewis falleció el último mayo en New Jersey, USA. Sus análisis y apreciaciones sobre la historia y las perspectivas del islam constituyen referencia obligada no sólo para los interesados en el tema; también para cualquier pensador o político que aspiran a comprender o cambiar los rumbos que esta doctrina adoptó y habrá de adoptar no sólo en el Medio Oriente y en Asia.
Lewis no dejó de reiterar sus advertencias a países europeos que, a su parecer, con desmesurada generosidad aceptan a migrantes leales a otros credos y banderas. Apuntó en este contexto que el Islam podría reparar por esta vía la derrota que conoció en las puertas de Viena en los siglos XVI y XVII. Una opinión que desde entonces hasta hoy suscita animados debates.
Lewis se distinguió en particular como historiador del tránsito del Imperio Otomano a la modernidad poniendo de relieve en particular la trayectoria y las acciones de Kemal Ataturk. El cambio de escritura – del árabe al latino  –como medio de facilitar la europeización de Turquía fue, a su parecer, una de sus acciones importantes. Y expresiones hoy consagradas como fundamentalismo islámico y choque de civilizaciones fueron acuñadas por Lewis, y más tarde usadas por académicos y periodistas que ignoraron esta deuda.
Más aún: su cercana afinidad con el presidente Saadat le permitió saber y transmitir a Israel en 1971 la voluntad de Egipto para suscribir la paz con Jerusalén. Inclinación que entonces no fue debidamente atendida.
En contraste, la travesía de Richard Pipes tuvo lugar en temas y escenarios desiguales. Nació en 1923 en Polonia. Su familia judía tendía entonces a asimilarse al medio suponiendo con alguna ingenuidad en que este país adoptaría al cabo un régimen liberal. Errada apreciación.
En octubre 1938, cuando los nazis empezaron a ocupar el país, su familia acertó a emigrar a Estados Unidos vía Italia. En la década siguiente tomó parte en la actividad militar de Estados Unidos en Europa merced a su conocimiento de las lenguas eslavas. La historia de Rusia – antes y después de Lenin – fue una de sus pasiones, y sus trabajos son hoy referencia ineludible para los interesados en el tema.
Además de historiador y catedrático en Harvard durante 46 años, Pipes fue un asesor ineludible de varios presidentes norteamericanos, de Reagan en particular. Acaso con alguna desmesura señaló reiteradamente que Moscú aspira a conquistar el planeta, por lo que Washington debe movilizar todos sus recursos para frenarla. Opinión que no le impidió dictar conferencias en las principales universidades de Rusia y enredarse en un espinoso debate con el escritor Alexander Solzhenitszyn, para quien las perversiones del régimen comunista tendrían origen en los judíos que lo jefaturaron. Pipes rechazó esta actitud e hizo hincapié en el carácter expansionista y totalitario del régimen soviético.
En contraste con no pocos políticos y académicos, Pipes anticipó el derrumbe de la  URSS y la liberación de los países que en Europa oriental dependían de Moscú. Falleció el pasado mayo en Cambridge, Estados Unidos, donde cursó largos periodos de su vida.
Por su lado, como historiador e intelectual Walter Laqueur tuvo íntima cercanía con Lewis y Pipes. Nació en Alemania en 1921; en 1939 llegó a Palestina dejando atrás a sus padres que fueron asesinados por los nazis. Se integró a varios kibutzim – Shaar Hagolán, Ein Shemer, Shamir- y más tarde se domicilió en Jerusalén como periodista.
No atendió universidad alguna, circunstancia que no le impedirá dedicarse al  periodismo y en 1955 emigrar a Inglaterra. Al correr de los años, su incontrovertible capacidad intelectual le condujo a dirigir el Instituto de Historia Contemporánea en Londres y, más tarde, el Centro de Estudios Estratégicos de Washington. Al lado de George Mosse editó la celebrada revista Journal of Contemporary History. Sus libros aluden tanto a la Rusia estalinista, a la Alemania de Hitler, al terrorismo como movimiento mundial que se apoya en las innovaciones electrónicas, y al Holocausto.
Falleció en Washington el 30 de septiembre último; sus restos se encuentran en Jerusalén.
En suma: tres intelectuales judíos que nacidos y formados en países desiguales coincidieron en el estudio y la reflexión de los principales dilemas de nuestros tiempos. Sus vidas se desenvolvieron en Europa y en Estados Unidos; sin embargo, Israel como país y democracia tuvo alto relieve en sus trayectorias.

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