Israel debe insistir: no habrá reconstrucción mientras Hamás siga en el poder

Por el Profesor Hillel Frisch

Hamás está explotando el acuerdo para consolidar su dominio sobre Gaza y descarrilar el plan de Trump.

Cualquiera que siga la estrategia de Hamás en las negociaciones para la liberación de rehenes puede ver que el objetivo principal del grupo es asegurar el ingreso de maquinaria pesada en el norte de Gaza. Esta estrategia tiene un doble propósito: reconstruir Gaza bajo el gobierno de Hamás, tal como lo hizo después de la Operación Margen Protector en 2014, en lugar de a través de la visión de Trump de una “Riviera de Gaza”, y abrir una brecha entre el presidente estadounidense más pro-Israel de la historia y el Gobierno israelí al que apoya firmemente.

Estos objetivos se alinean perfectamente con la estructura por fases del acuerdo. En la primera fase, Hamás logró lo que ningún acuerdo de rehenes anterior había logrado: una concesión preventiva por parte de Israel sobre activos estratégicos, junto con la liberación de terroristas de alto perfil con un valor operativo significativo. A cambio de la liberación de 33 rehenes, Israel se retiró de toda Gaza excepto del Corredor Philadelphi y un perímetro de 700 metros a lo largo de la frontera. El resultado ha sido el regreso de medio millón de habitantes al norte de Gaza, lo que amenaza una vez más a las comunidades israelíes a lo largo de la frontera, particularmente Sderot, y crea complejos desafíos militares y civiles para las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) si se reanudan las hostilidades.

En la segunda fase, después de que Israel ya haya renunciado a activos estratégicos clave, Hamás impulsará la reconstrucción de Gaza bajo el marco establecido después de la guerra de 2014: un mecanismo conjunto que involucra a Israel, la Autoridad Palestina y la ONU, aparentemente diseñado para asegurar que la ayuda a gran escala no se desvíe hacia Hamás. Las implicaciones de este mecanismo se hicieron evidentes el 7 de octubre y, al menos formalmente, todavía existe bajo el Coordinador de Actividades Gubernamentales en los Territorios (COGAT) de Israel.

La expectativa de Hamás para la tercera fase es que, luego de la retirada de las FDI de Gaza y el inicio de la reconstrucción, la organización logre la liberación de la mayoría de los prisioneros palestinos recluidos en cárceles israelíes. De los miles de prisioneros que potencialmente podrían ser liberados, Hamás podría seleccionar su futuro liderazgo y restaurar su estructura de mando militar, tal como lo hizo Yahya Sinwar en menor escala tras el acuerdo por Shalit. Según la estrategia gradual de Hamás, inserta en el marco de este acuerdo, la organización podría reconstituirse rápidamente y convertirse en una amenaza mucho mayor que el 7 de octubre.

Sin embargo, se ha producido una alteración imprevista en los planes de Hamás. Trump ha demostrado ser mucho más agresivo contra Hamás de lo que casi nadie (dentro de Hamás, en Israel o más allá) había anticipado. Ha defendido abiertamente la visión de Gaza como una Riviera, alineándose plenamente con la posición de la derecha israelí de que Hamás debe ser derrotado o expulsado de Gaza.

Hamás parece haberse dado cuenta de que debe acelerar la fase de reconstrucción a la etapa inicial de su plan. No es casualidad que el principal propagandista de Hamás, Saeed Ziad, haya subrayado en Al Jazeera que impedir la entrada de maquinaria pesada al norte de Gaza constituye una importante “violación” del acuerdo. La afirmación de que estas máquinas son necesarias para recuperar cadáveres de los escombros es, en el mejor de los casos, dudosa; sin embargo, a falta de un texto formal del acuerdo, Hamás puede hacer prácticamente cualquier reclamo.

¿Cómo pueden entonces los socios de Sinwar —y ahora sus sucesores— esperar que su manejo de la cuestión de los rehenes logre ambos objetivos estratégicos?

La respuesta está en la misma creencia ciega pero acertada que sostenía Sinwar: que la crisis de los rehenes y la división entre el Gobierno de Israel y la oposición obligarían a Israel a lograr un acuerdo que garantice la supervivencia de Hamás y su continuo gobierno sobre Gaza, a pesar de más de un año de incesantes ataques contra la organización. Si esa lógica funcionó para Sinwar, sus sucesores tienen todos los motivos para creer que presionar para tener la máxima influencia sobre los rehenes producirá el resultado que desean.

El Gobierno de Israel se encuentra ahora ante una encrucijada peligrosa. No debe renunciar a su último activo estratégico restante permitiendo que Hamás reconstruya Gaza y socave el plan de Trump. No debe repetir el grave error que condujo al fracaso del mecanismo de reconstrucción posterior a 2014, un mecanismo que promocionó con orgullo su papel en la reconstrucción de 100.000 viviendas en Gaza en dos años y medio mientras pasaba por alto convenientemente los cientos de kilómetros de túneles construidos con esa ayuda. Es probable que en algunos de esos túneles hayan estado cautivos o aún pueda haber rehenes israelíes.

Israel debe adherirse a un principio inquebrantable: los habitantes de Gaza deben comprender que no habrá reconstrucción mientras Hamás siga en el poder. Si Israel capitula en esta cuestión, la próxima ronda de conflicto será probablemente mucho más sangrienta que la guerra actual, la más larga desde la fundación del Estado.

Fuente: JISS – Jerusalem Institute for Strategy and Security