Beatriz W. de Rittigstein.
A finales del recientemente pasado noviembre, Wall Street Journal publicó un editorial cuestionando a la ONU por su trato a la keniana Alice Wairimu Nderitu, experta y asesora especial para la prevención del genocidio, al negarle la renovación de su contrato tras declarar que la guerra contra Hamás no cumple los requisitos para ser considerada genocidio, basándose en una nutrida documentación disponible.
Según Nderitu, el significado del término genocidio engloba el Holocausto, la matanza de los hutus contra los tutsis en Ruanda, los ataques serbios a musulmanes bosnios y los asesinatos sistemáticos en Sudán. El editorial de dicho periódico estadounidense señaló: “Desde un punto de vista legal, establecer un patrón de violencia como genocidio requiere demostrar intención. La campaña de autodefensa de Israel no califica. La remoción de la Sra. Nderitu es una disposición política” influenciada por grupos hostiles a Israel, para los cuales, ella estorbaba y ansiaban su exclusión.
La decisión final sobre su relevo es del secretario general Antonio Guterres, quien tiene la autoridad de renovar o descontinuar los contratos de los empleados de la ONU. Sin embargo, la ONU ha negado el despido de esta asesora, aseguró que su contrato expiró y rechazó cualquier conexión con sus conclusiones sobre el tema del genocidio.
Hace un par de años, Nderitu publicó un documento de orientación sobre el uso adecuado del término genocidio, en el cual enfatizó la obligación de los funcionarios de la ONU a adherirse a su aplicación correcta debido a sensibilidades políticas y su frecuente manejo inadecuado para describir crímenes contra poblaciones específicas. De hecho, en el pasado, Nderitu emitió advertencias contra quienes utilizan la palabra genocidio con tanta ligereza.
Nderitu, que ha servido en la ONU desde 2020, fue despedida después de afirmar que la guerra de Israel contra Hamás no constituye un genocidio. Explicó que, si bien el conflicto ha causado una pérdida significativa de vidas, las acciones de Israel tienen como objetivo desmantelar un régimen terrorista, no exterminar a un grupo étnico. También reseñó que Israel se ha esforzado por minimizar las bajas civiles, incluso cuando Hamás dispone de los civiles como escudos humanos para explotar sus muertes con propósitos propagandísticos.
Nderitu ha tenido la claridad moral y el coraje de exponer la realidad: Israel no es culpable de ese crimen. Su posición choca con la narrativa que viene ampliando la ONU, comenzando por el propio Guterres.
Más allá del deterioro de la auténtica acepción del término genocidio, cabe destacar que la ONU no ha sido objetiva ni imparcial. Peor aún, por un lado, el máximo organismo internacional y sus agencias han venido calumniando a Israel y, por otro lado, no han reconocido con la contundencia precisa que Israel sufrió una masacre de una crueldad inhumana e inimaginable, por lo que tiene derecho a defenderse y prevenir que sus ciudadanos vuelvan a ser atacados por grupos terroristas, yihadistas y genocidas como lo son Hamás, Yihad Islámica palestina, Hezbollah libanés, los hutíes yemenitas y la Guardia Revolucionaria iraní.
La ONU no reconoce nada de ello; al parecer, no le importa incumplir con sus funciones, es decir: verdad y justicia. La negligencia de la ONU indica que su rédito está en imputar a Israel, el Estado judío, como si deseara colegir que el Estado de las víctimas de la Shoá, o sea, de un irrefutable genocidio, ahora es acusado de un genocidio, claro que ficticio. Tal vez, para que, en el futuro, el pueblo judío no pueda seguir aleccionando sobre sus experiencias como parte del aprendizaje de la humanidad. No obstante, la realidad evidencia dos asuntos sustanciales: el primero, de las más execrables formas de antisemitismo es pretender una falsa ecuación en la que las antiguas víctimas se convirtieron en victimarios; y el segundo, no existe el genocidio del pueblo palestino (una acusación que lleva varios años), por supuesto que hay dolorosas muertes de gente no involucrada como en toda guerra, pero la demografía prueba que el pueblo palestino, integrando al de Gaza, viene creciendo de modo exponencial, e incluso se observa su incremento en el presente año. Cabe subrayar que, en la actualidad, tras más de 85 años del inicio del Holocausto, el pueblo judío aún no ha logrado recuperar sus números estadísticos.
Magnífico escrito. Deja claro la verdad de lo que es la ONU: un instrumento de los grupos terroristas Hamás, Hezbolá, los hutíes y los tiranos terroristas ayatolás iraníes. Si lo que hace Israel es genocidio, ¿cómo es que no ha acabado con los árabes falsamente llamados palestinos? ¿Cómo Israel puede tener tranquilos y útiles ciudadanos que son “palestinos”? La ONU es, a todas luces, una verguenza que ha caído en manos de simpatizantes de los terroristas.