A punto de lograrse una esperada reconciliación entre los dos países, el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, que ha sido una suerte de un tsunami en toda la región, ha alejado a ambas naciones debido al radicalismo que exhibe en su política exterior el presidente turco, Tayyip Erdogan.
por Ricardo Angoso
El presidente turco, Tayyip Erdogan, se ha convertido en el adalid del antisemitismo más virulento y radical del mundo islámico, estableciéndose una suerte de analogía entre el líder turco y el despreciable muftí de Jerusalén llamado Haji Amin al-Husayni, colaborador y amigo de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Erdogan, que ha conseguido una gran victoria política con la caída del dictador sirio Bashar al-Asad, está preparando una gran ofensiva militar contra las fuerzas kurdas que controlan casi una cuarta parte del territorio sirio y organiza a las milicias sirias que operan en el territorio que controla en las zonas fronterizas con Turquía para ocupar más territorio y así contar con más bazas en la reorganización futura del país.
Esas milicias, sin embargo, están muy lejos de los altos del Golán que controla Israel y todavía no constituyen un peligro para el Estado hebreo, aunque no cabe duda de que Turquía, en colaboración seguramente con Qatar, fomentará la reedición de una suerte de nuevo “eje de la resistencia” contra Israel, una vez que Irán ha sido ya desalojado del escenario sirio y Rusia se apresta a una retirada. ¡Bastante tiene Putin con Ucrania!
Turquía, que ha roto todas las relaciones comerciales, políticas y económicas con Israel, ha estado apoyando a Hamás, cuyo máximo líder Ismail Haniyeh fue recibido con honores en Ankara antes de ser asesinado en Teherán por los servicios secretos israelíes, y a Hezbollah -con matices porque son chiítas y los turcos son mayoritariamente sunitas-. En definitiva, Turquía ampara y defiende toda forma de lucha armada contra Israel, aunque eso conlleve la financiación a organizaciones terroristas. Erdogan, que siempre ha condenado supuestamente toda forma de terrorismo, emplea una doble moral, es decir, no es lo mismo exterminar impunemente a los kurdos, como se hace abiertamente en Turquía, que asesinar a inocentes judíos, como hace Hamás. Eso es absolutamente legítimo para las autoridades turcas y es algo deleznable.
A los frentes abiertos de Gaza, Cisjordania, Yemen, Irán, Líbano y Siria, ahora se le viene a unir Turquía, que cubre el vacío dejado por Rusia e Irán en el espacio sirio. Los objetivos de Erdogan en esta guerra no declarada son claros: aniquilar a las fuerzas kurdas que ocupan el territorio sirio entre Turquía e Irak, para debilitarlas en la nueva recomposición política y territorial en ciernes de Siria; fortalecer a las milicias proturcas que operan en la franja nordeste de este país junto a la frontera turca; y, finalmente, neutralizar a las fuerzas del Estado islámico -Daesh- que todavía operan en el territorio sirio.
La ocupación prolongada del nordeste sirio es un grave riesgo para la estabilidad de la región y comprende territorialmente, y esto no casual, algunas de las reivindicaciones territoriales del nacionalismo turco, que añora una reedición del extinto Imperio Otomano bajo la égida de Erdogan. Esta ocupación provisional de una parte de Siria recuerda mucho y tiene cierta analogía con la ocupación de Chipre por parte de Turquía, en 1974, cuando con el supuesto fin de evitar la limpieza étnica de los turcos en la isla, las Fuerzas Armadas turcas ocuparon el 37% de la isla y la ocupación se perpetuó hasta el día de hoy sin voluntad alguna de resolver el problema que conlleva la división del país. Erdogan sueña con revivir el sueño imperial otomano y amenaza a sus vecinos, como Armenia y Siria, con amputarles territorios para ello.
ERDOGAN, ¿EL NUEVO CAUDILLO DEL MUNDO ISLAMICO?
Erdogan, tras la caída del déspota sirio, tiene una gran oportunidad para erigirse en el nuevo líder no solamente del mundo islámico, sino del árabe también, y jugar sus bazas como una gran potencia regional. En esta apuesta, claro está, no podía faltar el componente antisemita y antisionista, que tantos réditos y tantos aporta en esta zona del mundo, pero lo que está por ver cómo hacer compatible ese discurso con la presencia de Turquía en la OTAN y con la llegada a la Casa Blanca del presidente norteamericano más proisraelí de la historia, Donald Trump, quien asegura tener unas excelentes relaciones con Erdogan.
Oriente Medio, tras el atentado de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, asiste a un proceso de recomposición de las fuerzas y actores que operaban hasta ahora en abierta competencia. La caída de Bashar al-Assad, el descabezamiento de las cúpulas de Hamás y Hezbollah y el alto el fuego en el Líbano, junto a otros elementos, como un previsible repliegue ruso de la región, debilitan claramente la posición de Irán, refuerzan la de Turquía y dotan a Arabia Saudita de un papel más protagónico en la zona.
Israel, por su parte, sale muy fortalecida de esta guerra porque dos de sus más aguerridos enemigos, Hamás y Hezbollah, actuando en Gaza y el Líbano, respectivamente, salen muy debilitados y claramente derrotados. El ataque del 7 de octubre, visto como una gran victoria en Teherán y en el mundo palestino, ha tenido un efecto bumerán y aleja por ahora cualquier posibilidad de un acuerdo político entre israelíes y palestinos. Ya casi nadie habla -excepto el inefable Josep Borrell y algún pazguato más- de la fórmula de los “dos Estados” y es más que seguro que durante la administración Trump se reinicien los diálogos entre Israel y otros países árabes interrumpidos tras el abrupto zarpazo terrorista de Hamás. Poner como condición previa para la reanudación de los mismos la resolución del contencioso con los palestinos es una demanda absurda y ajena a la realidad, me atrevería a decir que hasta metafísica.
En lo que respecta a Erdogan, dado lo expresado por los nuevos dirigentes sirios, que han comenzado su acercamiento a Washington y su alejamiento de la órbita de Moscú, podría verse completamente aislado y sin aliados en su duelo con Israel. Está claro que Occidente, si exceptuamos a Irlanda, España y Noruega, apoya abiertamente a Israel y nunca apoyaría una intervención turca en Gaza, como sugirió una vez el máximo líder turco. Además, Estados Unidos nunca la toleraría y la evitaría seguramente con contundencia, dejando a Ankara en la órbita de sus ahora aliados Rusia e Irán, con los que siempre ha competido en el Cáucaso y otras regiones. La alianza de Erdogan con los sempiternos enemigos de Turquía es coyuntural y está condenada a la larga al fracaso. Atentos a los próximos movimientos.