Por Orna Mizrahi
Los acuerdos alcanzados en la reunión cuadrilateral celebrada en Naqoura, a la que asistieron representantes del Líbano, Israel, Estados Unidos y Francia, reflejan un nuevo espíritu en las relaciones entre Israel y el Líbano.
Esto sigue al cambio político en el Líbano con el nombramiento del presidente Joseph Aoun y la formación del nuevo gobierno bajo el mando del primer ministro Nawaf Salam.
Al concluir la reunión, se anunció que se establecerían tres grupos de trabajo conjuntos para discutir: (1) la retirada de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de los cinco puntos que aún controlan a lo largo de la frontera; (2) la liberación de los prisioneros libaneses capturados por las FDI durante la guerra; y (3) los puntos en disputa con respecto a la demarcación fronteriza permanente (la Línea Azul fijada en 2000).
Tras la reunión, Israel acordó liberar a cinco de los once detenidos libaneses bajo su custodia como gesto de buena voluntad hacia el Presidente Aoun.
Las cuestiones que se van a discutir son esencialmente las mismas que Hezbollah cita como justificaciones clave para su existencia como milicia militar independiente, argumentando que es necesaria para la defensa del Líbano y su liberación de la amenaza israelí.
Desde el alto el fuego, Hezbollah ha centrado todos sus esfuerzos en restaurar sus capacidades militares.
La organización ha permitido a regañadientes que el Estado libanés trabaje para alcanzar esos objetivos, al tiempo que ha lanzado una velada amenaza de que, si fracasa, Hezbollah reanudará sus operaciones cuando y como quiera.
Israel y los nuevos dirigentes del Líbano comparten el interés común de mantener el alto el fuego y evitar la recuperación de Hezbollah, tanto militarmente como dentro del sistema político interno del Líbano.
Por lo tanto, obtener concesiones israelíes en estas cuestiones beneficia a los dirigentes libaneses en su lucha interna contra Hezbollah.
Sin embargo, desde la perspectiva de Israel, es fundamental no pasar por alto las limitaciones del Estado libanés, que hasta ahora ha evitado enfrentamientos violentos con Hezbollah, así como la limitada eficacia del ejército libanés a la hora de impedir la presencia militar de Hezbollah en el sur del Líbano.
Dadas estas circunstancias, es esencial que Israel condicione las discusiones dentro de los grupos de trabajo a las cuestiones territoriales, garantizando que sus necesidades de seguridad tengan prioridad.
Esto requiere distinguir entre la retirada de las posiciones tomadas durante la guerra —factible en el corto plazo— y la cuestión más compleja de demarcar permanentemente la frontera terrestre.
En este contexto, Israel debe:
Condicionar la retirada de las FDI de los cinco puntos estratégicos tomados durante la guerra a que el ejército libanés complete su despliegue en toda la zona y demuestre su capacidad y voluntad de eliminar cualquier otra presencia militar en el sur del Líbano.
Esto debería reforzarse garantizando la continua libertad de acción de las FDI contra las amenazas existentes y emergentes de Hezbollah.
Insistir en que la demarcación permanente de la frontera terrestre, que implica concesiones israelíes en puntos en disputa, debe ser parte de un acuerdo global entre Israel y el Líbano.
Un acuerdo de ese tipo debería incluir, ante todo, una exigencia del desarme completo de Hezbollah junto con cambios en las relaciones oficiales entre Israel y el Líbano.