Por Ehud Rosen y Shahar Eilam
Tras los violentos incidentes del jueves pasado contra los aficionados del Maccabi Tel Aviv en Ámsterdam, ha quedado claro que los disturbios fueron rápidamente organizados y coordinados y que en ellos participaron principalmente inmigrantes holandeses de origen árabe y turco.
Los hechos fueron precedidos por una manifestación antiisraelí cerca del estadio de fútbol, encabezada por el PGNL, una organización paraguas que agrupa a la comunidad palestina en los Países Bajos, vinculada tanto a grupos islamistas como a nacionalistas árabes.
Desde el estallido de la guerra en Gaza, hemos sido testigos de una ola de protestas antiisraelíes en toda Europa.
En los Países Bajos, estas protestas han provocado una fuerte reacción, influyendo en los resultados de las elecciones del país de noviembre de 2023, en las que ganó el ultraderechista Partido por la Libertad (PVV).
A pesar de este cambio político, el progreso tangible para abordar el activismo antiisraelí sigue siendo limitado.
Este activismo continúa promoviendo una narrativa de “resistencia” hacia Israel y sus partidarios, enmarcándola como una lucha contra el “colonialismo”.
Aunque los Países Bajos prohibieron recientemente a la organización Samidun, el brazo civil del grupo Frente Popular, y arrestaron al activista palestino-holandés Amin Abu Rashid antes de la guerra por supuestamente financiar a Hamás; la aplicación de la ley sobre el terreno sigue siendo limitada y no es lo suficientemente efectiva.
Además, hace dos meses hubo informes de agentes de la policía que se negaron a proporcionar seguridad en eventos de la comunidad judía debido a “dilemas morales”.
Aunque los acontecimientos de Ámsterdam tuvieron un alcance excepcional, no resultan sorprendentes dado el aumento constante de los incidentes antiisraelíes y antisemitas en toda Europa.
En los últimos años, las agencias europeas encargadas de hacer cumplir la ley han reconocido cada vez más que la “alianza rojo-verde”, compuesta por grupos radicales de izquierda y organizaciones islamistas, no sólo pretende dañar a Israel y a las comunidades judías, sino también socavar el tejido democrático-liberal de Europa explotando sus libertades.
Más países se están centrando ahora en los desafíos que plantea el extremismo social y están trabajando para identificar la intervención extranjera en el mismo.
Israel debería contribuir con este proceso creando conciencia sobre las actividades internacionales de las organizaciones terroristas palestinas, principalmente Hamás y el Frente Popular, y su creciente influencia sobre los grupos que buscan socavar el orden democrático-liberal.
Israel también debería destacar la participación y el apoyo de países como Irán y Qatar para facilitar las peligrosas actividades subversivas llevadas a cabo por estas organizaciones en suelo europeo.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies
Ante la evidencia de que los protestantes fueron de origen árabe y turco, las autoridades tienen que haberse percatado del error de haber recibido a esa gente como inmigrantes porque le van a llenar de violencia a todo el país. Les conviene que sean expulsados del país, o de lo contrario los nativos sufrirán graves consecuencias sociales.