Unidos en el pragmatismo y la lógica

El jueves 13 de agosto de 2020 una noticia inusual alegró a quienes confían en una paz para el Medio Oriente.  Los Emiratos Árabes Unidos e Israel, de la mano de los Estados Unidos, anunciaron el establecimiento formal de relaciones diplomáticas.

Relaciones cordiales entre Israel y países árabes es algo deseable y muy positivo.  Le resta protagonismo al radicalismo que ha predominado en la zona desde siempre, y en particular desde los últimos 20 años. Deben reconocerse los acelerantes de esto.

La primavera árabe, que tantas esperanzas generó en un temprano inicio, se ha desvanecido.  Quedó Libia en ascuas, la guerra en Siria, la preponderancia de Irán, el Líbano en problemas.  Por citar sólo algunas situaciones. Y sin mencionar al Estado islámico y el ISIS.

Los palestinos se han dividido en dos entes, enfrentados entre ellos y renuentes a negociar una paz duradera con Israel.  Esclavos de sus propias posiciones maximalistas, el estancado proceso de paz, la falta de negociaciones y los problemas de otra índole que afectan a todos los interesados, tienden a llevar a los palestinos a un lugar alejado del protagonismo mediático que siempre gozaron.

El radicalismo islámico de algunos países no se percibe como la solución a los problemas con Israel, ni mucho menos como un vehículo que conduzca al progreso.  Todo lo contrario.  Es el vehículo al aislacionismo y al atraso en todo lo referente al progreso.  En tiempos de pandemia, es también el cierre de las puertas de eventuales tratamientos y vacunas.

Irán, un estado poderoso y retador, ha sido el principal catalizador.  Su plan nuclear con todo el ruido que genera, su protagonismo como líder de una postura radical e intransigente, su evidente influencia y presencia en Siria, y el discurso muy agresivo, son elementos que impulsan a los moderados, a aquellos que prefieren la paz y no los enfrentamientos, a transitar el camino de la diplomacia y las negociaciones.

Israel ha demostrado que la paciencia y la constancia rinden frutos.  En ello, todos aplauden a Benjamín Netanyahu.  Su tesis que se puede conseguir paz a pesar de no resolverse el conflicto palestino-israelí, resulta ser cierta.  Se rompe el mito de territorios por paz, y se refuerza el de paz por paz.  Con algo de suerte, pragmatismo e inteligencia, los palestinos y los israelíes se han de sentar a negociar un acuerdo de paz en términos de seguridad, dignidad y convivencia.

Netanyahu funciona desde la primera magistratura en una coalición que tiene un estado dentro del estado, un gabinete a la sombra dentro del propio gabinete.  Eso le da este acuerdo, un toque todavía más especial.  El Estado de Israel, su gobierno, su oposición dentro y fuera del gabinete, aún en plena crisis de virus, dan a la paz la primera prioridad.  Es algo que, a diferencia de cualquier otro tema en Israel, se discute muy poco.  Hay unanimidad: se quiere la paz.

¿El pragmatismo en las relaciones con los adversarios de Israel toma el protagonismo? Sin abandonar las consideraciones de principios y las ideologías nobles, esperamos que, de ahora en adelante, las vidas de las personas, el bienestar de las familias y la calidad de vida, tengan la prioridad.

Todavía es largo el camino por recorrer.  Pero es también momento de celebrar.

Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos. Israel.  Bueno, unidos en causa común y positiva.

Esperando se unan más a esta tendencia.

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