Una comedia agradable

10 agosto, 2016

Hamazkarot (Les Souvenirs, Francia, 2014). Dirección: Jean – Paul Rouve Guión: Jean – Paul Rouve, David Foenkinos. Fotografía: Christophe Offenstein. Actores: Michel Blanc (Michel Esnard), Annie Cordy (Madeleine, la abuela), Mathieu Spinosi (Romain Esnard), Chantal Lauby (Nathalie Esnard), Audry Lamy (directora de la casa de tercera edad) y otros

El escritor David Foenkinos, que colaboró en el guión, es el autor de la exitosa novela también llevada al cine, Delicatesse, y entre otras, Les Souvenirs, en la que está basado el presente film. Empieza con la muerte del padre de Michel y abuelo de Romain y ya ahí hay un incidente que se repetirá al final, éste llega tarde al entierro porque se equivoca de cementerio, para gran disgusto de su padre que no puede comprender y menos aún justificar tal error, más bien cree que su hijo es un despistado porque tiene ambiciones de ser escritor y es lo único que tiene en la cabeza.
En el funeral en la iglesia, Romain presta atención a una bonita mujer joven y conociendo la fórmula clásica del cine el espectador se pregunta cuándo esa casualidad se convertirá en un episodio en el futuro. Romain hace lo que puede y deja una nota en la tumba del abuelo con la esperanza de que de alguna manera absurda llegue a las manos de esa desconocida.
La abuela, Madeleine, tiene un gran cariño por su nieto, más que por sus descendientes directos. Michel se ha jubilado de su trabajo y está constantemente preocupado por el futuro de su madre y pone nervioso a medio mundo, especialmente a su esposa Nathalie. Justamente, como tenía que ser, Madeleine tiene un desmayo y es internada en un hospital en el que aparecen Michel y sus hermanos pasivos para hablar de lo que corresponde hacer después de ese incidente.
Para todos está claro que no puede seguir viviendo sola y lo mejor para ella sería que se mudase a una institución para la tercera edad. Conociendo el carácter independiente de su madre delibera de cómo presentarle esa alternativa que seguramente no será del agrado de esta anciana de 85 años de edad.
De todos modos a instancias de la familia acepta ir a vivir a esa casa, obviamente no se siente bien ahí pese a los esfuerzos de simpatía de la directora que asegura a todos que a la larga se acostumbrará con el tiempo, o digamos lo que le queda. Romain ha tomado un puesto de trabajo como cuidador de noche de un pequeño hotel, para convertirse en escritor, como le comenta el dueño interpretado justamente por el cineasta en un pequeño cameo.
Hay una sorpresa inesperada que concentra a todos en una búsqueda desenfrenada. Resulta que Madeleine se ha escapado de la casa de tercera edad y no se sabe adónde, poniendo en vilo a los familiares. La relación especial de Romain con su abuela lo pone sobre una pista tentativa, ahí aparece otro de los personajes, el de un vendedor en una estación de servicio que siempre dispone de buenos consejos. El nieto adivina que Madeleine ha ido a buscar huellas de su temprana infancia, por supuesto la policía no es de gran ayuda porque sólo se ocupa de la desaparición de menores. Así que Romain llega a Normandía y ahí una guía de turismo le previene que no cometa suicidio porque justamente tiene la cara para eso.
De todas formas encuentra a su abuela y la lleva a su escuela en la cual era niña, la maestra colabora en el esquema y la sienta entre los niños asombrados como si fuese una alumna más. Si se quiere es lo que se podría considerar como una comedia entre lágrimas y risas. Michel está desesperado porque su esposa quiere separarse, y ahí recibe un consejo de ese personaje extraño de la estación de servicio, usar una frase que la había conquistado. Le había dicho que ella es tan bella que no puede intentar seguir viéndola y esa misma frase se la devuelve. Al final, la que llega tarde al entierro por equivocarse de cementerio es la maestra de primario y el camino para la relación con Romain queda abierto.
Rouve ha armado un excelente elenco de actores, uniendo veteranos como los mayores, encabezados por Cordy con jóvenes como Spinosi en una comedia agradable sin mayores pretensiones, pero siempre cuidando el tono sin caer en tentaciones fáciles, con una pléyade adecuada de secundarios, como el pintor de cuadros horribles, por ejemplo.

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