Un connotado estadista mexicano, político él mismo, solía decir de su país que su economía crece mientras los políticos duermen. Quizás algo similar pueda decirse en estos días de Israel. No es que los políticos estén precisamente durmiendo, pero lo cierto es que han estado más ocupados desde hace meses en otros menesteres que en la “simple” tarea de gobernar. Desde finales del año pasado han estado inmersos en la preparación y el desarrollo de las elecciones nacionales, y a partir de ellas se han sumergido en las idas y venidas de la formación de una coalición de gobierno más o menos estable, tarea esta última que sólo en estos días sabremos cómo ha resultado.
Ahora bien; esta prescindencia no garantiza que la economía esté creciendo adecuadamente. El automatismo del crecimiento atribuido a la falta de atención de los políticos no deja de ser una buena metáfora, pero requiere ser revisado, en el caso de Israel, a la luz de lo que conocemos sobre el funcionamiento de su economía y de sus rasgos más contradictorios. Porque la ubicación de la economía israelí entre los países más desarrollados se justifica en términos de variables macroeconómicas tales como los niveles de ingreso per cápita, que están a la altura de esos países. Pero al mismo tiempo, la heterogeneidad de sus estructuras productivas la ubica junto a las llamadas economías emergentes, al menos en relación con los diferenciales de productividad que se constatan al interior de sus distintos sectores de producción y sus manifestaciones en la estructura social del país.
En este sentido, cabe recordar una vez más que la conferencia económica anual más prestigiosa en Israel, la Conferencia Eli Hurwitz sobre Economía y Sociedad (antes llamada Foro de Cesarea), que organiza anualmente el Instituto de Democracia de Israel, llevó como título en su versión del año 2018 el de “Dos economías – una sociedad”, haciendo referencia precisamente a las brechas existentes entre diferentes sectores productivos. Y ese tema, el de una economía dual, fue ya el tema central de la propuesta “Israel 2028”, preparada bajo la dirección de Elli Hurwitz en Marzo del 2008. Es decir, la heterogeneidad estructural existente en el aparato productivo de Israel (ese término se originó en los análisis estructuralistas de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), para explicar el funcionamiento de las economías latinoamericanas, pero ha trascendido fronteras) hace rato que es reconocida abiertamente. Pero ese reconocimiento no se ha traducido -hasta ahora al menos- en estrategias de superación de los problemas que acompañan a esa heterogeneidad y que se manifiestan especialmente en los volúmenes de pobreza en la población y en el desaprovechamiento de las potencialidades productivas de la sociedad.
Así, en el caso de Israel, se insiste en la necesidad de revisar a fondo el sistema educativo para preparar mejor a los adolescentes, la futura mano de obra, para las demandas de un mercado de trabajo en constante movimiento, con especial énfasis en la formación de técnicos en las llamadas escuelas vocacionales. En paralelo con ello, es cada vez más frecuente escuchar reclamos sobre la escasa participación de judíos ultraortodoxos y de israelíes no judíos (palestinos, y en su caso en especial mujeres) en el mercado de trabajo, aunque esos reclamos -sin duda correctos y bien intencionados- no tomen en cuenta la simultánea necesidad de cambios en el contexto político-social para que esa participación se concrete adecuadamente.
Ciertamente una reestructuración a fondo del sistema educativo, basada en una mejor preparación de la mano de obra para las cambiantes necesidades del mercado de trabajo, es una condición necesaria, aunque no suficiente, para superar la heterogeneidad estructural presente en esta economía. Y pese a no tener ninguna calificación para pontificar sobre el tema, sería el primero en apoyar una reestructuración de tal naturaleza. Pero la experiencia y las vivencias recientes muestran claramente que en las circunstancias actuales, la orientación que desde el gobierno se pretende dar al sistema educativo, en manos de los partidos religiosos nacionalistas, no haría sino profundizar las brechas presentes en esta sociedad.
En todo caso, y retornando al tema de la vinculación entre las formas que asume el crecimiento de la economía y las acciones de gobierno, es difícil que a alguien le satisfaga que la economía funcione a dos velocidades, con un sector de alta tecnología que produce y exporta a niveles de calidad muy satisfactorios, pero largamente despegado del resto de los sectores productivos de bienes y servicios en el país. Seguramente todos preferirían que la brecha de productividad, -y por lo tanto de los ingresos salariales entre trabajadores de los diferentes, sectores- fuera mucho menor (con base en el aumento de los de menor productividad) de lo que es actualmente.
Pero como ya se ha repetido hasta el cansancio, revertir esa situación requiere de un accionar político diferente del actual, que esté dispuesto a revisar el funcionamiento de este país para rescatar sus valores solidarios y para construir un futuro de paz. Aparentemente esto es lo que se pretendió al preparar, hace ya más de una década, la propuesta “Israel 2028”, la misma que la Conferencia Eli Hurwitz sobre Economía y Sociedad 2018 propuso revisar, más de 10 años después de haber sido presentada en público. Y pese al tiempo que ha pasado, si uno se toma el trabajo de releer esa propuesta, verá cuán poco difiere la situación actual de la de entonces. Nada parece haber cambiado demasiado, y los mismos conflictos y problemas continúan.
Y sin embargo, parecería que ahora el vaso estaría a punto de rebasarse. La oposición, unida esta vez frente a los crudos intentos del Primer Ministro por asegurar la aprobación de leyes que desbalanceen el equilibrio entre los poderes y aseguren su impunidad frente a las acusaciones que lo siguen esperando, está comenzando a manifestarse públicamente. No es ni será un proceso sencillo; esta sociedad vive todavía sumergida en muchas contradicciones, que atizan los varios conflictos internos, tantas veces denunciados, que dificultan el diálogo y el acuerdo. Y ni que hablar del tema que domina centralmente el panorama político nacional: la persistencia en la ocupación de los territorios, que se constituye, dígase lo que se diga, en el principal obstáculo para negociaciones serias conducentes a una paz duradera con los palestinos. Pero es de esperar que estas manifestaciones se constituyan en el primer paso del largo camino por recorrer. ■