Por Galia Lavi
Israel, por su parte, no puede ignorar la gran contribución de las empresas chinas, que aportan experiencia probada y tecnologías avanzadas que faltan en Israel, y ayudan a reducir los costos de los proyectos, incluso cuando no ganan las licitaciones.
Hasta ahora, a pesar de la creciente presión de la administración Biden, el gobierno de Bennett no parece haber cambiado fundamentalmente la política del gobierno anterior de «caminar en la lluvia sin mojarse».
Oficialmente, los altos funcionarios del gobierno dejan en claro a sus homólogos estadounidenses que están atentos a sus preocupaciones, pero se aseguran de transmitir mensajes vagos y no vinculantes.
En algunas áreas, donde Israel en cualquier caso no tiene intención de incluir empresas chinas, los estadounidenses han recibido una clara promesa.
Sin embargo, la presión estadounidense no se trata solo de inversiones chinas, sino que también busca movilizar a Israel para que se una abiertamente a las campañas estadounidenses contra la situación de los derechos humanos en China.
En general, Israel se abstiene de sumarse a las declaraciones públicas sobre el tema y, en cualquier caso, no le interesa hacer declaraciones abiertas en el campo de los derechos humanos, tema en el que el propio Israel suele ser blanco de críticas por parte de países de todo el mundo.
A medida que la rivalidad entre China y Estados Unidos se agudice e intensifique, será difícil para el gobierno israelí continuar con su política actual.
Fuente: INSS – The Institute for Nacional Security Studies