Sobre el carácter judío – La Parashá de la Semana

8 marzo, 2019 ,

Parashat Pekudei – Rabino Jonathan Sacks

Debido a que esta parashá comienza con la auditoría del dinero y los materiales donados para la construcción del Santuario, varios la llaman la parashá de los contadores. La Torá hace hincapié en esta auditoría para enseñarnos la importancia de la transparencia financiera.

Pero bajo esa superficie árida yacen dos historias extraordinarias que nos enseñarán, en profundidad, acerca de la naturaleza del judío. Dicha naturaleza sigue vigente hasta el día de hoy. Una ocurre en la parashá anterior y la otra en la anterior a esa.

La primera tiene que ver con el Santuario en sí. Dios le pide a Moshé que el pueblo haga contribuciones. Algunos llevaron oro y plata, otros cobre. Algunos llevaron lana, lino o cueros. Otros, madera de acacia, aceite, especias o incienso. Algunos llevaron piedras preciosas para la pechera del Sumo Sacerdote. Llama mucho la atención la vigorosa predisposición que tenían para hacer esta mitzvá:

El pueblo continuó llevando contribuciones voluntarias día tras día. Los artesanos que estaban construyendo el Santuario dejaron de trabajar y le dijeron a Moshé: “El pueblo está trayendo más de lo necesario para el trabajo que el Señor nos ordenó hacer”.
Entonces Moshé dio la orden a todo el campamento: “Ningún hombre o mujer debe llevar más materiales en donación para el Santuario”. Entonces el pueblo dejó de llevar, dado que lo que había era más que suficiente para hacer todo el trabajo.

Éxodo 36: 3-7

 

Llevaron materiales en exceso. Moshé tuvo que decirles que se detengan. Estábamos acostumbrados a ver otra faceta de los israelitas: discutidores, peleadores, desagradecidos. Aquí tenemos a un pueblo que estaba deseoso de dar.
En la parashá anterior, se lee algo muy distinto. El pueblo estaba ansioso. Moshé había estado en la montaña por un largo tiempo. ¿Seguirá con vida? ¿Habrá tenido algún accidente? Si así fuera, ¿cómo iban a recibir la palabra Divina diciéndoles qué hacer y dónde ir? De esa misma incertidumbre es que surge la necesidad del becerro. Ellos lo exigían para que cumpla la función de un oráculo, un objeto por el cual pretendían recibir la palabra Divina.

Según la versión más aceptada, Aarón se dio cuenta de que no iba a poder oponerse al pueblo frontalmente y rechazar semejante pedido, entonces optó por hacer una maniobra de demora con la intención de frenarlos y con la esperanza de que durante ese tiempo de demora, Moshé ya estaría de vuelta. Esto es lo que dijo:

Aarón les contestó: “Sáquense los aros de oro que sus esposas, sus hijos y sus hijas están usando y tráiganmelos a mí.”

Éxodo 32:2

 

De acuerdo con el Midrash, Aarón supuso que esa orden los llevaría a discusiones familiares y, por ende, que el proyecto se demoraría. Sin embargo, inmediatamente y sin pausa, leemos:

“Y la gente se sacó sus aros y se los dio a Aarón.”

Éxodo 32:3

 

Volvemos a ver generosidad en el pueblo Israelita. Por un lado, son generosos con el Tabernáculo, algo sagrado. Por otro lado, son generosos en la construcción de un becerro, objeto que es casi un ídolo. La construcción del Tabernáculo era una mitzvá suprema, mientras que la construcción del becerro era un pecado terrible. Si bien vemos total disparidad entre estos dos proyectos, la reacción del pueblo judío ante ambos fue la misma, dar. Con relación a esto, podemos apreciar el comentario de los sabios:

“No se puede entender la naturaleza de este pueblo. Si se les pide para el becerro, dan. Si se les pide para el Tabernáculo, dan.”

Yerushalmi Shekalim 1, 45

 

El común denominador aquí es la generosidad. Los judíos no siempre eligen correctamente a quién dar, pero dan.

En el siglo XII, Moisés Maimónides interrumpe el tono calmo de su famosa prosa, el Mishné Torá, para enfatizar acerca de la tzedaká, la beneficencia, y dice:

Nunca hemos visto una comunidad judía sin un fondo para beneficencia.”

Leyes de donaciones para los pobres, 9: 3

 

La idea de que pudiera existir una comunidad sin una red de provisión benéfica era casi inconcebible. Más adelante, en el mismo libro, Maimónides dice:

Estamos obligados a ser escrupulosos en cumplir con el precepto de la tzedaká, más que cualquier otro precepto positivo, porque la tzedaká es una señal de persona justa, descendiente de nuestro padre Abraham, como está dicho: “Pues yo lo conozco, que él ordenará a sus hijos (…) a hacer tzedaká (…)”.
Si una persona es cruel y no manifiesta misericordia, hay suficientes motivos para sospechar de su linaje, ya que la crueldad solo se encuentra en otras naciones (…)
Cualquiera que se niega a dar tzedaká es llamado Belial, término aplicado a quienes adoran ídolos.

Leyes de donaciones a los pobres, 10: 1-3

 

Aquí, Maimónides está delineando algo más profundo que el acto de hacer tzedaká. Él está diciendo que la disposición a la tzedaká está escrita en los genes de los judíos, es parte de nuestro ADN heredado. Es una de las señales de ser hijo de Abraham, a tal punto que, si alguien se niega a hacerlo, hay “elementos para sospechar de su linaje”. Ya sea por naturaleza, por crianza o por ambos motivos, ser judío significa dar.

Hay un hecho fascinante en la geografía de la tierra de Israel. Este país contiene dos mares: el de Galilea y el Mar Muerto. El primero está lleno de vida, mientras que el segundo, como dice su nombre, no tiene vida. Sin embargo, ambos se alimentan del mismo río, el Jordán. La diferencia reside en que el mar de Galilea recibe agua y da agua, mientras que el Mar Muerto solo recibe y no da. Recibir y no dar, tanto en la geografía judía como en la psicología judía, sencillamente no es vida.

Así era en los tiempos de Moshé y así continúa siendo hoy. En prácticamente todos los países que albergan judíos hoy en día, se puede comprobar que las donaciones que ellos hacen están fuera de toda proporción a su número. En el judaísmo, vivir es dar.

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