Shoah: recordar… ¿para qué?

Museo Yad Vashem. Foto: David Shankbone [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/)]

El 27 de enero se cumplieron 74 años desde que las tropas soviéticas entraron en el campo de Auschwitz-Birkenau. Este aniversario no pasa ya desapercibido, y no solo en el mundo judío. En mas de 42 estados del mundo se han celebrado actos del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. La distancia del acontecimiento no ha hecho que remita su importancia. La Shoah es un recuerdo más valorado a medida que se aleja temporalmente de su origen.

 Pero más allá de honrar a las víctimas y los supervivientes, ¿qué significados se vinculan a esta memoria, y qué lecciones se extraen de ella?

Una mirada atenta revela una realidad muy heterogénea. Las respuestas a estas preguntas no solo son distintas entre el ámbito comunitario judío y el más amplio. También lo han sido dentro del entorno judío. El mundo ultraortodoxo judío, por ejemplo, ha recordado la Shoah en clave de castigo: la catástrofe sobreviene al pueblo judío cuando se aparta de Dios, de los preceptos de la Torá. Los judíos sionistas sin embargo, tuvieron entonces y ahora, una lectura muy diferente: la catástrofe se produjo por la ceguera de quienes habían seguido confiando en la posibilidad de una Europa en que tuvieran cabida los judíos. Y si el Estado judío hubiera existido, la historia hubiera tomado otro curso. Es el mensaje predominante del Yom Hashoah israelí.

Pero el mensaje del 27 de enero que resonaba la semana pasada en los actos oficiales en Europa o Norteamérica, es otro muy distinto. Este recuerdo del Holocausto está orientado a fortalecer valores cívicos y humanistas. Los discursos apelan a la tolerancia y el respeto por la diversidad cultural, la igualdad y el pluralismo político. En la medida que estos valores y principios se quebraron durante el Nazismo, recordar el Holocausto es afirmar su actualidad y su inviolabilidad.

La memoria sionista y esta memoria cívica del Holocausto, que es mucho mas reciente, pueden tener puntos de encuentro. Pero en su esencia son antagónicos. La primera es resignada y particularista: nunca más victimas. La segunda es universalista y, a pesar de todo, esperanzada: nunca más en general. La consiguiente actitud que prevendría la repetición de semejante horror es también muy diferente. La primera, en la medida que recuerda la precariedad de la existencia judía cuando su destino no está en sus manos, llama a estar permanentemente en guardia y aboga por la acción preventiva. La segunda sigue creyendo en la mando tendida y la resolución pacífica de los conflictos.

En Europa se ven con recelo las lecciones del Holocausto en su lectura particularista. La memoria “buena”, lo escuchamos a menudo, sería la que permite trascender barreras étnicas y nacionales. Es la memoria ejemplar de la que hablaba Tzvetan Todorov,  frente a una memoria que en su singularidad no conduce mas allá de sí misma, del grupo afectado, y no permite extraer lecciones o enseñanzas generalizables.

Pero esta actitud ignora un axioma sociológico irrefutable, y es que toda memoria colectiva es en esencia grupal y particular, pues los hechos suceden a individuos y grupos concretos. Las memorias de la esclavitud entre los afroamericanos en EEUU o las del genocidio perpetrado por los turcos otomanos entre la población armenia no son menos particulares que las memorias judías de la Shoah. Es el colectivo que recuerda quien da sentido a su pasado.

Por otro lado, la memoria universalista y abstracta en su apelación a todos y a ninguno, puede ser hueca y estéril. El historiador Enzo Traverso señaló que en el siglo XXI en Occidente el Holocausto funda una especie de teodicea secular que consiste en rememorar el mal absoluto para convencernos de que nuestro sistema encarna el bien absoluto.

Recordar de forma digna a las víctimas de la Shoah siempre será un deber de memoria. Pero más allá de la empatía y el dolor compartido, seguirá siendo un reto extraer lecciones morales y políticas del acontecimiento que no sean el mero repliegue grupal y tampoco la autocomplacencia.

 

Alejandro Baer

Profesor de sociología en la Universidad de Minnesota (EEUU) y autor, junto a Natan Sznaider, del libro Memory and Forgetting in the post-Holocaust Era. The Ethics of Never Again.

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