Segundo confinamiento en Israel: efectivo pero costoso y cuestionado

Foto ilustración: Policía de Israel vía Facebook

Cuando la segunda ola de la pandemia parecía imparable, Israel aplicó más de un mes de confinamiento, el segundo desde marzo. El resultado fue notable en lo numérico, con drástica reducción de la morbilidad, pero expertos creen que fue una medida exagerada y con consecuencias que se podrían haber evitado.

«Sé que estas medidas tienen un alto coste para todos nosotros. Pero solo si cumplimos las reglas, y confío en que lo haremos, derrotaremos al virus», fueron las palabras del primer ministro, Benjamín Netanyahu, tras anunciar la decisión de volver a confinar, a mediados de septiembre.

Para entonces el país rondaba los 4.000 contagios diarios, los hospitales advertían de que se encaminaban a la saturación y el índice de morbilidad se encontraba entre los más altos del mundo.

Se prohibió a las personas alejarse a más de un kilómetro de su vivienda excepto para algunas actividades (deportivas, de cuidados, de trabajos esenciales o compra de productos de primera necesidad), se cerraron todos los comercios excepto los de bienes o servicios esenciales, así como todas oficinas o negocios, las escuelas y sinagogas, se limitó extraordinariamente el derecho de manifestación, se vetó visitar casas ajenas, se fijaron límites a las reuniones en el exterior e interior y en las zonas de mayor morbilidad se impusieron cierres perimetrales.

El 1 de octubre, tras más de diez días de confinamiento y un endurecimiento aún mayor de las restricciones, las cifras seguían empeorando, la tasa de positivos rondaba el 15% y se llegaron a detectar casi 9.000 nuevos contagios en 24 horas.

A partir de ahí la tendencia fue decreciente, los números mejoraron a gran velocidad y el cierre ya no era visto como infructuoso sino como potencialmente efectivo.

Hoy, a mes y medio del inicio del confinamiento y dos semanas después del comienzo de una suave y lenta desescalada, el panorama es otro: con menos de 1.000 casos diarios desde hace varios días, la morbilidad es muy baja y el ratio de positivos se ubica por debajo del 2 %.

«Tomamos una decisión firme para imponer un confinamiento y ha habido un gran éxito en la reducción de la tasa de morbilidad», dijo esta semana Netanyahu.

«Un confinamiento no es algo fácil. Un confinamiento es muy duro y todos lo sabemos», agregó, y remarcó que si bien la decisión fue difícil, «fue acertada y correcta».

El éxito desde lo numérico, sin embargo, no alcanzó para justificar la medida frente a una sociedad que, si bien acató gran parte de las restricciones, aprovechó cada oportunidad que tuvo para mostrar su descontento frente a una medida que muchos consideraron excesiva.

«EL CIERRE GENERAL», MEDIDA EVITABLE

«Cuando entras en confinamiento por supuesto que los casos bajan, la pregunta es cuál es el precio que pagas», apuntó Nadav Davidovitch, director del departamento de Salud Pública de la Universidad de Ben Gurión y asesor del entonces coordinador nacional para la pandemia, Roni Gamzu.

Según él, el cierre general fue una medida demasiado estricta y, sobre todo, evitable. Antes del confinamiento, argumenta, debería haber habido más coordinación con las autoridades locales y se podría haber implementado un plan de restricciones por área, según las cifras de cada ciudad. Cosas que no se hicieron, opina, por «ineficacia política y falta de unidad en el Gobierno».

Durante las cuatro semanas de cierre, la población se manifestó en múltiples oportunidades, tanto frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén como en distintas partes del país. Denunciaban haber sido encerrados por motivaciones ajenas a la pandemia y exigían el levantamiento de las restricciones. Autónomos y pequeños empresarios también reclamaron la reapertura y ayudas por las pérdidas sufridas.

Shira Greenberg, jefa de Economía en el Ministerio de Finanzas, calculó en cerca de 675 millones de dólares cada semana el coste del confinamiento, más de la mitad del cual se atribuye a las restricciones al comercio.

«HUBO UN INTERÉS POLÍTICO», DICE UN PROFESOR

«Las decisiones que se tomaron no fueron profesionales sino que hubo un interés político», dijo Yoav Yehezkelli, profesor de la Universidad de Tel Aviv y uno de los fundadores del equipo nacional israelí encargado de luchar contra epidemias.

En su opinión, la negligencia del Ejecutivo radicó en no haber implementado restricciones que aplicaran únicamente a los sitios con mayor índice de contagios, sobre todo las ciudades y barrios de población judía ultraortodoxa. Esto, agrega, se debió al temor a las posibles consecuencias políticas (los partidos ultraortodoxos son parte importante de la frágil coalición gubernamental), y llevó al encierro de todo el país.

El confinamiento, no solo en Israel sino en general, «es una medida temporal que ayuda a reducir las infecciones pero en el largo plazo no reduce el número de enfermos ni de muertos», menciona Yehezkelli, que cree que el Gobierno no consideró tampoco los posibles efectos secundarios.

Entre estos ubica, además del obvio daño a la economía, «varias cuestiones vinculadas a la salud, como profunda depresión, ansiedad, soledad y la dificultad de tratar enfermedades crónicas».

En base a esto es que ve al cierre total como una «medida draconiana inadecuada para enfrentar una epidemia», que en Israel «no solo fue innecesaria e injustificada, sino también dañina». EFE

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