Regular, con destellos, buena actuación

21 enero, 2019

SGAN HANASI (Vice, USA, 2918). Dirección y guión: Adam McKay

Lo minutos iniciales van apa­reciendo según un itinerario que el cineasta ha prefijado.

Lo vemos primero a Dick Che­ney en estado de ebriedad a sus veintidós años, alguien falto de disciplina que le vendrá bien ser­vir en las fuerzas armadas, algo que nunca hizo.

Se corta hacia el atentado te­rrorista del 9 de septiembre que conmocionó a los Estados Uni­dos, que es cuando el vicepre­sidente Cheney asume el poder total sobre el gobierno por la ausencia del presidente de Was­hington. Y entonces corresponde formular la pregunta, cómo se ha dado que este estudiante fallido en Yale, salta de la anonimidad como el hacedor de los tejema­nejes del gobierno central.

Es un desafío que dura dos ho­ras en el cine, algo que podría tomarse como un tratamiento superficial pero bajo ese aire de tontería tenemos una seria come­dia, tratando de explicar cómo sucedieron las cosas, adoptando un estilo de documental.

Ahí tenemos al joven Cheney que probablemente no habría arribado a nada si no fuera gra­cias a su esposa Lynne (Amy Adams) que le tira el guante a Dick temprano en el matrimo­nio, lo conmina a tener coraje y hacerse valer, de llegar a ser al­guien, o que le diga adiós a ella.

Amonestado, Cheney se pone a funcionar, se convierte en ayudante en el congreso y ahí descubre el mundo del poder y la influencia, se pone a trabajar con el secretario de defensa de la presidencia de Nixon.

Sigue trepando infatigable pa­sando de un trabajo a otro mejor, jefe de estado de Ford, un esca­ño en la cámara de diputados que mantiene durante una década.

Al mismo tiempo Lynne tam­bién tiene sus ascensos en co­mités nacionales. Se establecen contactos y amistades útiles y es así que Cheney conoce a George Bush, casualmente hijo del pre­sidente.

En esta parte el film adquiere las características de un comic. Uno se pregunta si no estamos en el terreno de la caricatura, pero ahí McKay da un golpe de timón, como si la cosa se estu­viera terminando, hace rodar los créditos pasados los tres cuartos de hora y si uno abandonara la sala podría pensar que las cosas en la realidad fílmica ocurrieron de manera diferente a la realidad conocida.

Orson Welles solía decir que si usted quiere un final feliz, eso depende del lugar dónde pare la historia. Pero la de Cheney y a las alturas que llegó justamente empieza aquí. Está el asunto de la venganza por lo del 11 de sep­tiembre, invasión a Irak.

Hay ahora un número alto de escenas brillantes. Ahí los tenemos a Dick y Ly­nne conspirando en la cama qué pasos que dar, y sin duda ella es la Lady Macbeth, la gran mujer azuzando al hombre a tomar ries­gos, ambición infatigable pero lo que se fatiga es el corazón de Dick que ya ha tenido cinco ataques cardíacos siguiendo con un trasplante de corazón, que no cambió la opinión de algunos afectados que nunca tuvo uno.

Quien se merece una mención especial es Christian Bale que no imita sino interpreta el papel de Dick Cheney, teniendo que agre­gar a su peso unos veinte kilos, pero el maquillaje sin duda ayu­da mucho. Pasa brillantemente la evolución de su personaje de irresponsable joven a ser el hom­bre de estado finalmente.

Tambièn vale una mención elogiosa para Amy Adams, es una cómplice perfecta para las complicidades de su marido. Asimismo el elenco de McKay cuenta con muy buenos actores. Hay momentos de sátira política que no en vano dan que pensar sobre el actual ocupante de la Casa Blanca.

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