Regreso al Kosovo en el peor momento

6 enero, 2023 , , ,
Placa para remolques. A la derecha en amarillo RKS (República de Kosovo) Foto: Wikipedia - CC BY-SA 4.0

Ricardo Angoso

Serbia es un tradicional aliado y amigo histórico de Rusia, enfrentada a la OTAN a merced de la crisis de Ucrania. 

La OTAN es, además, la fuerza de paz en Kosovo apoyando a los enemigos seculares de los serbios: los albanokosovares. Una escalada de la tensión podría tener fatales consecuencias y sembrar, aún más, la inestabilidad en el continente.

La tensión ha regresado al Kosovo porque quizá nunca se había ido. La denominada guerra de las matrículas*, que enfrenta a los ejecutivos de Belgrado y Pristina, se ha visto recrudecida en estos días tras el bloqueo de las carreteras por parte de los escasos serbios que aún quedan en Kosovo y la detención por parte de las autoridades albanokosovares de un ex policía serbio. Los serbios fueron condenados al exterminio por la comunidad internacional, al dejarles desamparados en el Kosovo, y ahora se rebelan. 
* En el verano del 2021, Kosovo anunció la prohibición de uso de matrículas de Serbia en las ciudades del norte así como no permitirá la entrada de esos vehículos ya que su país fronterizo hacía eso. Esto ocasionó que se coloquen vehículos blindados y tropas en la frontera de ambos países.

Serbia, que se niega a reconocer a su provincia rebelde como un “país”, pese a que un centenar de naciones ya lo han hecho (España todavía no), entre ellos las grandes potencias con Estados Unidos en cabeza, ha movilizado sus fuerzas militares y lucha porque se respeten los derechos de la pequeña minoría serbia que queda en el territorio de esta antaño provincia autónoma. Mientras los serbios luchan por defender sus derechos y se niegan a reconocer un Kosovo independiente, tal como se declaró en el 2008 atizado y jaleado por algunas potencias occidentales, las autoridades albanokosovares ya han anunciado que seguirán con sus planes de matricular todos los coches de la región siguiendo sus normas y obviando las leyes serbias. 

Pero más allá de la guerra de las matrículas, la cuestión fundamental radica en la protección de los derechos y libertades de los escasos serbios que todavía viven en Kosovo. Aunque es difícil de cuantificar el número exacto de serbios que todavía quedan en el territorio, los últimos censos apuntan a que la cifra podría estar en torno a los 100.000, aunque la tendencia es decreciente e incluso podría ser una cifra menor. 

Obligados a vivir en algunos guetos del norte de la región, como Mitrovica, Zvecan, Zubin Potok y Leposavic, y en pequeñas islas territoriales rodeadas de población albanokosovar, por lo general muy hostil y violenta hacia la minoría serbia, como los pequeños enclaves territoriales de Ranilujg, Klokot, Strpece, Gracanica, Partesh y Novo Brdo, los serbios han padecido en los últimos años una existencia realmente difícil y convulsa. Sus iglesias, cementerios, viviendas, negocios y propiedades han sido atacadas sistemáticamente por radicales albaneses; han perdido muchas de sus tierras, que tuvieron que abandonar previamente, y dejarlas en manos de albaneses que se las apropiaron ilícitamente; apenas pueden viajar porque sus coches y vehículos son atacados, apedreados e incluso incendiados, y sus vidas se reducen a una existencia social casi clandestina.

Además, una buena parte del patrimonio histórico de los serbios, que estaba conformado por numerosas iglesias, conventos y monasterios de un gran valor artístico, ha sido destruido en estos ataques violentos en los que participan miles de albanokosovares, tal como ocurrió en Caglavica, y Prizren. Estos grandes monumentos son una parte fundamental y un pilar básico de la identidad nacional serbia, constituyendo, además, un patrimonio universal declarado y protegido por la UNESCO, aunque, desde luego, las fuerzas de la OTAN establecidas en la región para protegerlas no hicieron mucho cuando fueron atacadas, destruidas e incendiadas.

SERBIA,TRADICIONAL ALIADO DE RUSIA 

Ahora, con la tensión en aumento, pese a los llamados de la comunidad internacional, la crisis entre Serbia y su antigua provincia convertida por obra y gracia de las potencias occidentales en un país llamado Kosovo llega en el peor momento para Europa, el mundo y, sobre todo, los Balcanes. Serbia es una tradicional amigo, aliado y socio comercial de Rusia, en una suerte de alianza que dura décadas y hunde sus raíces en muchos lazos históricos, religiosos e incluso culturales, y ahora Rusia está en guerra con Europa a causa de la guerra de Ucrania. Serbia, además, se ha negado a secundar las sanciones impuestas por la Unión Europea (UE) y el mundo occidental contra Rusia. 

Si la tensión fuera en aumento y las fuerzas de la OTAN decidieran apoyar a los albanokosovares, tal como han hecho históricamente desde la primera intervención militar a favor de los mismos y contra los serbios, a los que bombardearon sus ciudades y pueblos sin piedad durante 78 largos días en 1999, el camino hacia un conflicto estaría servido. Serbia, por una parte, no puede ceder ante las amenazas de los albanokosovares y si la crisis fuera a mayores, al ejecutivo de Belgrado le resultaría muy difícil quedarse de brazos cruzados mientras los derechos de sus ciudadanos son pisoteados y vulnerados descaradamente en Kosovo. 

El presidente serbio, Aleksandar Vucic, procedente del nacionalismo radical para después abanderar un mayor pragmatismo, pero sin abandonar sus viejas posiciones, ya ha anunciado que no renunciará a defender los derechos de sus “ciudadanos”, pese que, para los albanokosovares, son residentes en Kosovo con todos sus derechos y obligaciones, incluidas los pertinentes a las famosas matrículas que han provocado esta crisis.

Por lo pronto, Belgrado ya ha movilizado sus tropas en las fronteras con Kosovo en “alerta de combate” y los albanokosovares han cerrado el principal puesto fronterizo con Serbia, al tiempo que los serbios que viven en esta región han bloqueado varias carreteras para protestar por la imposición de las nuevas matrículas que Pristina pretende obligarles a llevar en sus vehículos. Pese a la mediación de la OTAN, que sigue con un contingente en Kosovo (KFOR), y la UE, no debemos perder de vista que el ejecutivo nacionalista de Belgrado ya ha anunciado que si la situación se agrava se verían obligados a intervenir militarmente en defensa de su población. 

Serbia, que está entre la espada y la pared, entre sus anhelos de adhesión a la UE y su fidelidad a Rusia, vive de nuevo envuelta en una tensión desconocida desde el final de las guerras balcánicas y nuevamente descubre que el presente siempre regresa al pasado, es decir, al Kosovo, la tierra mítica y mitificada perdida quizá para siempre. Regresamos al Kosovo, desde luego, pero en el peor momento para Europa. Veremos qué pasa, pero de momento parece que la tormenta amaina. 

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