¿Qué viene ahora tras estos diez amargos años?

Afiche de Mohamed Bouazizi el vendedor callejero tunecino que se inmoló el 17 de diciembre de 2010 Foto archivo: REUTERS/Zoubeir Souissi

Diez años después de que Mohamed Bouazizi, el ambulante vendedor tunecino se inmolara en protesta contra la reinante corrupción en el país, el aniversario de la llamada Primavera Árabe genera muchas retrospectivas.[1] No me sorprendería descubrir que existe suficiente consenso a medida en que avanzamos hacia esta fecha: la región en su conjunto está en peor situación de lo que estaba hace una década. Esta no es más democrática ni humana. En todo caso, cualquier gobierno autocrático parece ser mucho más cruel y cínico.

Dentro de lo positivo, Túnez alberga una democracia muy frágil y Sudán es más libre hoy bajo la tutela de Omar Al-Bashir, e incluso este está intentando una transición total hacia la democracia. Arabia Saudita ha dado algunos pasos importantes hacia una reforma social, religiosa y económica, pero ha evitado cuidadosamente reformarse políticamente. La desventaja regional es mayor con rivales en Siria, Yemen y Libia que combaten entre escombros y ruina, mientras que el Líbano e Irak implosionan.

Toda una generación de heroicos activistas árabes ha sido reprimida, asesinada, silenciada o exiliada. En general, se ha hecho muy poco para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos comunes o de realzar su dignidad personal. La región es más pobre y sedienta de lo que estaba antes, mientras que la corrupción sigue siendo rampante. Como anécdota, veo más desesperación que ira estos días. Y la migración parece ser tanto una opción preferencial como la propia revolución.[2]

No existe una gran oleada democrática entre los poderosos que gobiernan los regímenes autoritarios de la región. Estos rivales son en realidad más parecidos que diferentes en muchos aspectos. En lugar de que los estados árabes evolucionen hacia bloques a favor y en contra de la democracia, estos se han organizado principalmente sobre sus posturas a las tres potencias no-árabes en ascenso en la región: Irán, Israel y Turquía. El tema trata de agrupaciones más flexibles en lugar de alianzas formales. Con ligeros matices que varían según las características locales (un estado como Omán es relativamente amigable tanto con Israel como con Irán), los estados pro-Israel tienden a inclinarse hacia ser anti-Irán y viceversa. Turquía también evoca fuertes gustos y disgustos según sean las alianzas locales.

El bloque anti-Israel/pro-Irán incluye a los países de Argelia, el Líbano, Siria, Irak, Yemen y Qatar. La Autoridad Palestina también pertenece al grupo, al igual que la zona de Gaza gobernada por Hamas. El bloque que se inclina hacia el grupo Israel/anti-Irán comprende a los países de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto, Sudán y Marruecos. Jordania también pertenece a dicho grupo, aunque el Reino Hachemita busca maniobrar con cautela entre Qatar, por un lado y el Reino de Arabia Saudita/Emiratos Árabes Unidos por el otro. Por supuesto, este último bloque, más pro-israelí, es también el de los aliados tradicionales de los Estados Unidos, algunos de los cuales tienen vínculos antiguos e incómodos con Israel (Egipto, Jordania) y otros (los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin) mucho más nuevos y positivos.[3]

A mi manera de ver, los intereses de Estados Unidos residen más claramente en el último bloque de estados autoritarios que en el bloque más anti-israelí, pro Irán/Turquía de estados autoritarios rivales.[4] La administración Trump intuyó esto, pero solo de una manera transaccional y muy superficial. Un buen resultado de la política estadounidense sería el fortalecimiento de este «eje moderado y pro-estadounidense» de estados para que trabajen más estrechamente en conjunto, junto a Israel y con los Estados Unidos mientras se les alienta a frenar sus peores instintos brutales contra sus propias poblaciones. Tal postura estadounidense alentaría – no al alejado puente de la «democracia» fatídicamente conectado al Islam político sino, como mínimo – un respeto más sincero por la dignidad humana y las aspiraciones de una población oprimida durante mucho tiempo. El compromiso directo pero amistoso tras bastidores con los aliados en lugar de un cheque en blanco para los dictadores, como pareció a veces ser el caso de Trump, parece ser la mejor opción a realizar.

Este enfoque supondría la liberación de figuras tales como el activista copto Ramy Kamel en Egipto y la activista de los derechos de la mujer Loujain Al-Hathloul en Arabia Saudita, acompañada de una diplomacia silenciosa destinada a evitar que se repitan dichas auto-infligidas heridas a los derechos humanos en dichos países. No es ninguna panacea ni varita mágica tampoco, pero el constante compromiso de Estados Unidos y la humilde diplomacia con nuestras contrapartes autoritarias probablemente pudieran lograr un cambio más gradual de lo que jamás logrará la grandiosa vergüenza pública y las posturas sobre la democracia.

Mis expectativas a una administración Biden en el Medio Oriente es que esta tomará muchas de las decisiones equivocadas y «cambiará de bando», especialmente dadas las prioridades democráticas declaradas que involucran tanto a Irán como el promover la democracia.[5] Buscar un entendimiento con Irán mientras se castiga a algunos regímenes árabes por sus políticas internas pudiera ser una combinación muy peligrosa. Una nueva administración demócrata probablemente se distanciará del bloque «moderado pro-estadounidense» – especialmente Arabia Saudita y Egipto – mientras busca demostrar que es «diferente» a Trump específicamente en el tema de los derechos humanos y en democracia. Pero la forma en que esto se haga puede marcar la diferencia.[6] Este bloque, aliado con Israel, no necesita ser pasivo ante los dictados estadounidenses y puede ejercer por sí mismo, su propia voluntad.

Los regímenes árabes se han visto azotados por las dos últimas administraciones estadounidenses. Obama pareció abrazar la Primavera Árabe (el Egipto de Mubarak, la Libia de Gadafi) y luego no lo hizo con (el Egipto de Morsi, la Siria de Assad). Le concedió luz verde a Arabia Saudita y a sus aliados sobre Yemen, en parte como resultado de alienar a los saudíes por el acuerdo con Irán. Esa alienación no se debió tanto a la dimensión nuclear propuesta en el acuerdo PIDAC, sino a que los estadounidenses cedieron ante los temas de los misiles balísticos y la intervención regional iraní.[7] Trump fue un presidente estadounidense mucho más del agrado de nuestros aliados árabes tradicionales en muchos sentidos, pero su forma aparentemente superficial y transaccional de hacer diplomacia a veces los volvió a estos más ansiosos. ¿Hubiese un acuerdo con Irán sobre la mesa en una segunda administración de Trump y hubiese seguido mimando Trump a un Erdogan expansionista? Esas parecían más bien preocupaciones árabes suficientemente fundadas.

Dadas las limitaciones que posee cualquier administración estadounidense en el Medio Oriente debido a mayores desafíos tanto en el país como en el exterior, una agenda menos ambiciosa y estrechamente enfocada pudiera realizar mayores progresos. Ciertamente, la idea de escuchar más a los aliados estadounidenses en la región sobre el tema Irán es una buena idea, si eso fuese realmente sustancial y no solo en función de mostrar una imagen.[8] Independientemente a lo que los tímidos y distraídos estadounidenses puedan decidir hacer, el escenario correcto para ese bloque existente de estados pro-estadounidenses es mejorar la cooperación y las estrategias entre ellos y fomentar una reforma cuidadosa en aras a mejorar su propia estabilidad junto a un grado de dignidad humana.[9] Esta construcción de coaliciones intrarregionales es realmente el camino prudente a seguir 10 años después de una ronda de intentos de revoluciones que parecían haber finalizado en empeorar una ya mala situación.

[1] Theguardian.com/world/2020/dec/14/10-years-on-the-arab-springs-explosive-rage-and-dashed-dreams, 14 de diciembre, 2020.

[2] Arabbarometer.org/publication/youth-in-mena-findings-from-the-fifth-wave-of-the-arab-barometer, 12 de agosto, 2020.

[3] Serie de MEMRI Despacho Especial No. 9089 – Periodistas egipcios: No existe nada condenable en tener relaciones amistosas con israelíes, 15 de diciembre, 2020.

[4] Jpost.com/opinion/abraham-accords-reveals-the-real-us-allies-in-the-middle-east-opinion-652238, 15 de diciembre, 2020.

[5] Politico.com/news/2020/11/28/biden-democracy-summit-440819, 28 de noviembre, 2020.

[6] Washingtontimes.com/news/2020/dec/15/we-cant-predict-what-bidens-foreign-policy-adviser/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=twitter&utm_source=socialnetwork, 15 de diciembre, 2020.

[7] Twitter.com/MEMRIReports/status/1338790845500297216, 15 de diciembre, 2020.

[8] Al-monitor.com/pulse/originals/2020/12/rouhani-biden-iran-pathways-resume-nuclear-deal-trump-jcpoa.html, 11 de diciembre, 2020.

[9] Carnegieendowment.org/2020/05/27/how-israel-and-arab-world-are-making-peace-without-peace-deal-pub-81918, 27 de mayo, 2020.

Fuente: MEMRI

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