Por Orna Mizrahi
El informe sobre la supuesta voluntad de Hezbollah de desarmarse y transferir sus armas al Ejército libanés ha atraído mucha atención, ya que aparentemente señala un cambio estratégico importante para la organización.
Sin embargo, un análisis de la política declarada de Hezbollah –así como de su conducta real– sugiere que el camino para llegar a ese punto todavía es muy largo.
Debilitado, derrotado y empobrecido por la guerra, Hezbollah se encuentra ahora en una encrucijada y lucha por recuperarse bajo una inmensa presión desde todas las direcciones:
• La continua operación militar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contra Hezbollah, que, desde la implementación del cese del fuego, ha llevado a cabo cientos de ataques y eliminado a más de 100 operativos de la organización como parte del cumplimiento del acuerdo;
• La firme postura de los Estados Unidos, que apoya a Israel y exige el desarme de Hezbollah como condición clave para proporcionar ayuda a la recuperación de la posguerra del Líbano y a su economía en colapso, como se transmitió firmemente durante la reciente visita al Líbano de la enviada estadounidense;
• El surgimiento de un nuevo liderazgo en el Líbano (presidente y Gobierno), que también apoya el desarme de Hezbollah. Esta cuestión aparece en las líneas generales de la política del Gobierno y ha provocado un amplio debate, sobre todo entre el creciente número de opositores a Hezbollah en el Líbano;
• Las dificultades de Hezbollah para continuar sus operaciones de contrabando [de armas], debido a las medidas adoptadas por el Gobierno y las fuerzas de seguridad libanesas para restringir la libertad de movimiento de la organización, especialmente para impedir el contrabando a través de los cruces fronterizos sirios, por aire y por mar;
• Las luchas más amplias que enfrenta todo el eje chií, incluido Irán, en particular el colapso del régimen de Assad y la consiguiente pérdida de Siria como base de operaciones y corredor de contrabando.
Hezbollah aún no ha abandonado su ideología de “resistencia” ni sus ambiciones de recuperar su fuerza y reanudar sus operaciones contra Israel.
Sin embargo, la intensa presión a la que se enfrenta ha llevado a su liderazgo fracturado y debilitado a adaptar temporalmente su estrategia y sus métodos operativos.
El objetivo es aliviar parte de la presión, especialmente de Israel, y permitir que la organización se concentre en reconstruir sus capacidades e infraestructura.
En este contexto, la actual “voluntad” de Hezbollah de entablar un diálogo con los dirigentes libaneses sobre la cuestión de las armas debe considerarse como una táctica de corto plazo, junto con la imposición de condiciones previas claras: la retirada de Israel del sur del Líbano y el cese de sus ataques contra la organización.
Para aprovechar esta oportunidad de rediseñar la realidad de seguridad a lo largo de la frontera con el Líbano, es crucial que Israel mantenga la presión militar sobre Hezbollah, en coordinación con Estados Unidos y como parte de la implementación del acuerdo de alto el fuego.
Esto debe hacerse teniendo en cuenta las limitaciones internas que enfrenta el liderazgo libanés, que está siguiendo una política cautelosa para evitar una confrontación violenta con Hezbollah.
Al mismo tiempo, también se sugiere aclarar que la presencia de las FDI en los cinco puntos estratégicos en territorio libanés es temporal.
Sin embargo, Israel debe insistir en que las FDI sólo se retirarán después de que se asegure que la presencia militar de Hezbollah en el sur del Líbano ha sido completamente eliminada y que el Ejército libanés tiene control total del área.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies