Parashat Bemidbar – La espada y el libro

7 junio, 2024 , , ,
Foto: Pixabay

La guerra que fuimos obligados llevar a cabo para defender nuestra población atacada descaradamente por los más bajos instintos humanos, nos obliga a repensarnos.

Quizás ello fue muy difícil bajo el estado de conmoción que nos envolvió al enterarnos el número de las víctimas y con qué ferocidad y salvajismo fuimos atacados. Cuando llegó a nuestro conocimiento el número de rehenes en manos de los asesinos y la cantidad de cadáveres que guardaban para denigrarnos y deshonrarnos.

Así se podía entender, aunque no aceptar, la reacción de personas arrebatadas e impetuosas que empujaban a los soldados a la venganza y no a la defensa. Como si ello nos serviría para algo más que contagiarnos del mal de nuestros enemigos.

Y, ya tantos meses y tantas víctimas después, muchos siguen con la fiebre de provocar la muerte del otro y no de buscar acabar con la amenaza, que representa para todo el pueblo de Israel y a las naciones libres del mundo.

No temo menos a los dizque liberales del mundo que se han convertido en palomas sobre nuestras vidas. No me fío de ellos a quienes debemos recordarles al diplomático que, hace varias décadas, anunció que se acercaba una nueva era de paz porque estaba dispuesto a renunciar a lo que no le interesaba.

Me refiero, por supuesto, a Arthur Neville Chamberlain en Múnich y a otros gobernantes de nuestro tiempo que siguen sus pasos, alentados sin duda por sus sentimientos antiisraelíes. 

Las palomas están dispuestas -después de todos estos años de nuestra experiencia con las Naciones Unidas- a volver a confiar el destino del Estado de Israel a la ONU, y a otras organizaciones internacionales.  Esto, para cualquier persona sensata, debería ser totalmente impensable.

Me asusta el patrioterismo militarista, me da pánico el liberalismo ignorante que nos hace un daño no menor también cuando es la bandera de algunos de nuestros hermanos.

LOS EXENTOS AL SERVICIO MILITAR

Bajo este pensamiento deseo compartir mi comentario sobre la primera Parashá del libro Bemidbar. En la que Moshé lleva a cabo el censo de los hombres en edad militar.  Contó a todos los hombres capaces de servir en el ejército, hombres de veinte años o más. Pero los levitas, según la tribu de sus padres, no fueron contados entre ellos.  

¿POR QUÉ ESTA EXCEPCIÓN?

El Midrash nos dice que la legión privada del Rey es de tal dignidad que debe ser contada por separado. Es una buena respuesta, pero no explica una diferencia importante entre el censo general y el de Leví. Este argumento se ha venido repitiendo a lo largo de los años para justificar a quienes huyen de su responsabilidad de defender su propia vida y la de sus hermanos porque en algún momento se dio la excepción a un pequeño grupo de estudiosos. Pero, a no engañarnos, ellos no son descendientes de la tribu de Leví y la Torá no se refiere a ellos.

Todos los demás israelitas eran censados a partir de los veinte años, mientras que los levitas eran censados a partir de los treinta días.

El rabino Ben Zion Firer ofreció otra respuesta que quizás nos sorprenda. Según él, Leví fue excluido tanto del censo como del servicio militar precisamente porque esta tribu era la más propensa a luchar, la más ansiosa por tomar la espada. Esta era una característica arraigada de los levitas, heredada del fundador de la tribu, el propio Leví. Cuando su hermana Dina fue violada por Shjem, fue Leví, junto con Shimón quien vengó el honor de su hermana destruyendo a Shjem y a toda su tribu, para disgusto de su padre Yaakov. Y más tarde, cuando los hijos de Israel bailaron alrededor del Becerro de Oro y Moshé quiso recurrir a los que eran leales a Dios para acabar con los adoradores de ídolos, se dirigió inmediatamente a la tribu de Leví: “matad cada uno a su hermano y a su amigo y a su pariente”.

Leví era perfectamente apto para esta tarea.

Era la tribu de los fuertes, y agresivos de los precipitados.

EL OBJETIVO  DEL EJÉRCITO

Lo que la Torá quería decir con la exclusión de Leví del servicio militar era lo siguiente: en la concepción judía, un ejército, cuando es necesario, debe servir a un fin más elevado y noble; nunca debe convertirse en un fin en sí mismo. Pon una espada en las manos de Leví de forma sostenida, y habrás pasado de lo militar a… ¡el militarismo! El celo momentáneo, la pasión por una causa justa, la indignación moral, el uso del poder armado para alcanzar fines idealistas, todo esto es a veces necesario y excusable. Pero como política general… ¡nunca! O Por eso Pinjás, que mató a los que desafiante y públicamente rompieron el código moral de Israel, fue reconocido por Dios como que había hecho una cosa maravillosa. Pero cuando Dios le dio un pacto especial como resultado de su acción, la Torá dice: “He aquí, yo le doy mi pacto de paz”. Le daré la paz – la oportunidad de expresar su idealismo y su celo, no de forma sangrienta y puntual, sino de forma sostenida y pacífica.

Por tanto, el resto de Israel, que entraron en el ejército y se dedicaron a luchar, fueron contados a partir de los veinte años. Pero la tribu de Leví, dedicada al Tabernáculo, a la enseñanza y a los ideales de paz, eran numerados desde la edad de treinta días.

HAY PRINCIPIOS QUE DEBEN ENSEÑARSE DESDE LA CUNA

El hombre debe aprender a templar su espíritu marcial con la búsqueda de la paz, y esta lección debe comenzar desde la cuna misma.

El Estado de Israel hoy se ha visto obligado por las circunstancias a vivir de la espada. Esto no es natural ni normal para los hijos de Yaakov; la espada es más característica de Esav y sus descendientes.

Así que se trata de un fenómeno nuevo en la historia judía, casi desconocido en nuestro pueblo y sus tradiciones. En muchos sentidos, se trata de un hecho positivo. Los judíos hemos decidido que nunca más permitiremos que nos lleven como ovejas al matadero y que, si es necesario, nos defenderemos individual y colectivamente. Estamos dispuestos a prescindir de la compasión del mundo y preferimos su respeto. No tenemos nada de qué avergonzarnos de los logros militares, pero cuando presumimos de ellos, en el momento menos pensado nos llega un aviso que no es la fuerza lo que nos debe enorgullecer.

Fue el mismo David quien declaró la necesidad de enseñar a los hijos de Yehudá el arte del arco y la flecha. En el Tanaj, se utiliza la metáfora de los hijos como flechas en las manos del guerrero. Según el Salmo 127:4, los padres son como arcos y los hijos como flechas y así dice: “Los hijos de un hombre joven, son como flechas en las manos de un guerrero”. Esta imagen simboliza la responsabilidad de los padres de proteger y guiar a sus hijos, preparándolos para enfrentar los desafíos de la vida. Así como un arquero apunta y dispara sus flechas con precisión, los padres deben criar a sus hijos con cuidado y dirección. A su vez, en Tehilim 44:6-7 menciona que no debemos confiar en nuestro propio arco o espada, sino en la salvación que viene de Dios. Hoshea (2:18) profetiza un tiempo en el que Dios quitará el arco, la espada y la guerra, y hará que todos duerman seguros en estas palabras: “En ese tiempo haré un trato a favor de los israelitas con los animales salvajes, las aves del cielo y todo lo que se arrastra sobre la tierra. Acabaré con los arcos, las espadas y la guerra para que puedan dormir tranquilos”.

Teológicamente, esto ha significado el resurgimiento del poder como elemento del judaísmo y ha añadido una nueva dimensión a la personalidad colectiva judía.

El uso que hagamos de este nuevo poder será un reflejo de toda nuestra tradición, de todo nuestro pasado, de toda nuestra historia. Pero en realidad, y nadie lo sabe mejor que los propios dirigentes del Estado de Israel, debemos cuidarnos constantemente de un militarismo rastrero, especialmente en el sentido de una mentalidad militar. Ahora tenemos una generación de jóvenes en Israel que han nacido en una situación de estrés militar, de sentirse rodeados y asediados. Es muy fácil para ellos crecer con la sensación de que la bomba, el terrorista, la granada, son parte normal de la vida. Esta mentalidad militar está a un paso del militarismo. Permítanme dejarlo absolutamente claro no es bueno. Nos causa daño. 

La pasión, la cólera, el celo, deben subordinarse al servicio de la paz, no al de la conquista. Estar orgullosos de nuestros militares, sí. Ser inmodestos de sus grandes logros, ciertamente. Pero nunca militarismo; de eso nos avergonzaríamos si alguna vez llegara a ocurrir. Tal vez la mejor manera de evitar un militarismo incipiente y una mentalidad militar en el Estado de Israel sea como lo hizo la Torá.  

Los descendientes de Leví fueron apartados precisamente por su gran agitación, pasión y coraje, y puestos al servicio del Mishcán y a la enseñanza de la Torá; y, en nuestra tradición, tanto el Mishcán como la Torá son símbolos de shalom, paz. Allí su pasión no dañaría, se haría positiva.

Una antigua Agadá nos enseña: “sayaf vesefer nitnú crujim min hashamaim” – La espada y el libro bajaron envueltos juntos del Cielo. El Sefer (libro) no puede sobrevivir sin recurrir de vez en cuando al Sayaf (espada), pero la espada sin el control del libro amenaza al mundo todo.

Si guardan lo que está escrito en el Libro, se salvan de la espada, y si no, ella los matará.

La Torá es la que nos protege de la espada. La ley y el orden nos cuidan en la vida. Por allí encontraremos paz y bendición.

 En Bereshit 3:24 leemos: “Los expulsó y luego puso al oriente del jardín del Edén unos querubines y una espada en llamas que giraba para cerrar el camino de regreso al árbol de la vida”. Del versículo entendemos que se debe cuidar el camino del árbol de la vida, en el camino está el Etz Hajaim el camino de la ley, de la Torá.

La espada es muy peligrosa sin las restricciones impuestas por el libro, el Libro de los Libros.  

Queremos recibir la bendición según la cual “El Señor dará fuerza -tanto espiritual como física a Su pueblo. El Señor bendecirá a Su pueblo con la paz”.  

Y nosotros los judíos comunes, tenemos donde inspirarnos para ser merecedores de esa aprobación.

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