El 15 de marzo de 2011, una llama prendió en las calles de las principales ciudades de Siria para demandar, entre otras consignas, la salida del presidente, Bashar al Assad, siguiendo la estela de otros países de la región en el marco de la denominada «Primavera Árabe» contra los líderes autoritarios.
Pero, en el octavo aniversario de esas protestas pacíficas, que han devenido en uno de los peores conflictos de la historia reciente, ¿en qué ha quedado la revolución en Siria?
– ¿Bashar al Assad puede proclamar ya la victoria?
El líder sirio, en el poder desde el 2000, logró el año pasado restablecer su control e izar la bandera nacional en numerosas localidades que fueron los principales bastiones de los insurgentes en Siria, gracias en gran parte al apoyo de Rusia, su principal aliado.
Deraa, considerada la cuna de la revuelta popular en Siria, fue retomada por las fuerzas gubernamentales el pasado julio, lo que supuso un gran golpe para la revolución, además de otros feudos rebeldes como Guta Oriental.
Desde entonces, Al Assad busca un camino para normalizar la situación en el territorio que controla, aunque le queda un enclave que todavía se le resiste: la provincia de Idlib y algunas zonas de Alepo, Hama y Latakia, donde grupos rebeldes, islamistas y radicales permanecen a la espera de una ofensiva que se paralizó el pasado septiembre.
Otra de las zonas cuyo control se le ha escapado a Al Assad es el noreste y este de Siria, donde los kurdos están presentes y quieren negociar con el Gobierno sirio una región autónoma, como la que tiene su vecino Irak. Una propuesta que no gusta demasiado a Damasco.
Los kurdos, que luchan para acabar con la presencia del grupo yihadista Estado Islámico en su último enclave en Siria, y Al Assad se han acercado en los últimos meses por temor a una invasión de Turquía.
Ankara considera a los kurdos como «terroristas», ha conseguido controlar grandes áreas del norte del país árabe y amenaza con seguir la ofensiva.
– ¿Cuántas personas han muerto y se han visto forzadas a huir por la guerra?
Hay un total de 5.684.010 refugiados sirios en el mundo, además de 6.200.000 desplazados en el interior del país (2.500.000 de ellos niños), lo que supone el mayor desplazamiento interno en el planeta, en un país en el que vivían más de 22 millones de personas antes de la guerra, según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) a fecha de febrero de 2019.
Otra cifra que muestra la amplitud y gravedad de este conflicto son los al menos 367.965 muertos que ha documentado el Observatorio Sirio de Derechos Humanos desde el comienzo del conflicto hasta diciembre de 2018, de los cuales 111.330 son civiles, incluidos 20.819 menores de edad.
Este número no incluye las 192.035 personas que se encontrarían desaparecidas o muertas, pero que la ONG no ha podido identificar.
Solo en 2018, según Unicef, 1.106 niños murieron en Siria, en el año más mortífero para los más pequeños.
– ¿Dónde se encuentra la voz de la oposición siria?
El término «oposición» durante el conflicto se ha convertido en un avispero cada vez más complejo.
La principal alianza política opositora del país, la Coalición Nacional Siria (CNFROS), con sede en Turquía y fundada en Qatar en 2012, y su brazo armado, el Ejército Libre Sirio (ELS), son los que más peso han tenido durante este tiempo, junto a la Comisión Suprema de Negociaciones (CSN), con sede en Riad y que ha participado en las conversaciones de paz con el Gobierno sirio auspiciadas por la ONU.
Sin embargo, un número de aquellos que se alzaron contra el Gobierno de Al Assad se han integrado en grupos islamistas, como el Organismo de Liberación de Levante (la alianza en la que está integrada la ex filial siria de Al Qaeda), que controla actualmente la mayoría de Idlib.
– ¿Hay una solución para poner fin al conflicto?
Todas las partes beligerantes están de acuerdo en que la única salida al conflicto es una «solución política», la cual parece no llegar pese a los nueve intentos de negociaciones de paz en Ginebra, auspiciadas por la ONU, desde 2014 y otros once en el proceso de Astaná, en el que participan Rusia e Irán (principales socios de Al Assad) y Turquía (valedora de la oposición).
La prioridad de la ONU en este momento es crear un comité constitucional para redactar la nueva Carta Magna y que la oposición tenga un hueco en él.
Aunque todo apunta a que el acuerdo está lejos de alcanzarse y ya ha cobrado una víctima política: el que era representante de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, quien dejó este enero su cargo tras cuatro años y cuatro meses intentando, en vano, abrir un camino hacia la paz en el país árabe. EFE