No importa cuanto corras, igual tu historia te alcanza

26 noviembre, 2020 ,
Appelfeld en una conferencia en el Espace culturel Cité, Luxemburgo (ciudad), 2014. - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0 lu

Aún no sabía lo profundo que es el abismo (Aharón Appelfeld)

Hoy les presento a Aharón Appelfeld escondido tras el personaje de su obra, un viajero incansable que hace de sus largos y constantes trayectos en tren su nueva morada. En la ficción de su libro Vía Férreas, escrito en hebreo Mesilat barzel, es un sobreviviente, al igual que el autor en su vida real, que adopta una nueva forma de vida, la de ser un viajero constante, con un doble objetivo, por un lado poner distancia al miedo, como si en ese constante trajinar fuera una víctima inalcanzable, pero a la vez en esos extensos y remotos viajes intenta dar vida a los pueblitos, “stetels” olvidados, ya sin sus judíos, asesinados y/o segregados por el antisemitismo no sólo alemán sino polaco, ucraniano y austriaco.

Y cuando reconoce a través de la mirada en algún paraje remoto a un judío, el se presenta como “es de los nuestros”, y les va comprando viejas reliquias judías, en esos pueblos olvidados, sin judíos ni sinagogas. Y es así como pasa su vida viajando, sin arraigo, con el temor de formar una familia y crear lazos duraderos. Lo expresa de esta manera: “cuando me subo al tren, al instante me elevo sobre las alas al viento”. Quiere tomar distancia del recuerdo de las atrocidades del nazismo pero no obstante, a pesar del silencio, la memoria no le da tregua, es más, encuentra en el silencio una forma de comunicación, respeta y admira a aquellos que como él hacen silencio y tan sólo dejan denotar el horror vivido a través de la mirada dado que ella encierra todo el drama sufrido.

Piensa que las palabras son hipócritas, aduladoras, arteras y que “sólo alguien callado me inspira confianza”. Es así como en la mirada del otro le vuelve el reflejo de su propia verdad, sin maquillaje ni ambages entonces, sólo en esos silencios de mirada profunda es en quienes va a confiar, pero no se va a conmiserar. Y es junto a ellos que intenta cada vez combatir la melancolía que quiere arrastrarlo al fondo y arrebatarle el ser, a mortificarlo con su memoria insistente.

Aharón Appelfeld nace en 1932 en Czernowitz, hoy Ucrania, en el mismo barrio que el poeta Paul Celan. A los ocho años es testigo como los nazis asesinan a su madre. Es deportado junto con su padre al campo de concentración de Transmitria del cual logra fugarse. En 1946 emigra a Israel y a pesar de que su lengua materna es el alemán, aprende hebreo y toda su obra más importante la escribe en éste su nuevo idioma.

Todos sus personajes son silenciosos, no hablan, no lloran, no recuerdan, pero como saliendo de la nada aparece una anciana judía que el medio del silencio le ofrece una taza de té y relata acerca de su querida vaca Lili que enferma y que “el cruel veterinario” quiere sacrificar. Logra persuadirlo para que su pobre vaca muera en paz, que era su mejor amiga y que le resulta muy difícil vivir sin ella por todo lo que la extraña y añora.

Estas simples palabras me hicieron comprender cómo se desplaza el dolor en la muerte de un animal y que en él se deposita todo el sufrimiento y el horror por los seres queridos masacrados en pogroms o en campos de concentración.

Ahora yo misma entiendo por qué me vuelve una y otra vez la mirada suplicante, sufriente, y un decir de “no me dejes” de mi hermoso perrito Bembé, ese tesoro que su solo recuerdo me hace llorar. Su mirada silenciosa me remite a la mirada triste y muda de mi padre que tampoco podía hablar ni mencionar el nombre de todos sus muertos asesinados por el solo hecho de ser judíos en Auschwitz.

Ahora en cuanto a Paul Celan, que nace también en Czernowitz, el 23 de mayo de 1920, provincia del imperio austrohúngaro en el límite exacto entre Rumania y Ucrania. Y si bien ambos escritores comparten una historia común, el haber sobrevivido a la Shoá, siendo que sus padres murieron asesinados por los nazis en Auschwitz, no obstante el destino de Celan, anagrama de Antschel, se habría de diferenciar del de Appelfeld, dado que éste decide emigrar a Israel en tanto que Paul Celan se suicida en París  efecto de la culpa de haber dejado a sus padres que no quisieron seguirle a un escondite seguro en una fábrica de cosméticos y en esa noche tenebrosa de septiembre de 1942 la Gestapo da con ellos y los envía a Auschwitz. Es así como en abril de 1970 se lanza al Sena desde el puente Mirabeau a un mes de tener que cumplir cincuenta años.

Es con la poética de Paul Celan que Theodor Adorno rectifica su sentencia de que después de Auschwitz ya no habría más poesía en el mundo. En 1962 recibe el premio Georg Buchner y allí Celan expresa: “algo sobrevivió en medio de las ruinas… el lenguaje mismo tuvo que abrirse paso a través de su propio desconcierto, salvar los espacios donde quedó mudo el horror”. A diferencia de Appelfeld el decide escribir en alemán y a pesar del nazismo éste no logró asesinar su creación poética. Paul Celan sobrevive gracias a ella y a la cual homenajeamos en su inolvidable poema Todesfüge cuando recita:

 Leche negra te bebemos en la tarde
Te bebemos al mediodía y en la mañana
Te bebemos de noche
Bebemos y bebemos

Y es la leche negra del nazismo que el hombre bebe todo el día donde sale de su morada estrecha y miserable camino al cielo, en esa nube negra de la chimenea del crematorio. Dice: wir schaufeln in den Lüften da liegt man nicht eng (cavamos una tumba en los aires donde no estamos encogidos).

Y el dejó de estar encogido en su dolor buscando una salida en el suicidio, el cual respetamos. Nos queda de él ese maravilloso legado que es su poética, donde supo poner palabras a ese horror que para otros fue improferible. Y ratifica su decir en su poema Shibbolet, donde reafirma No Pasarán!!, y nosotros acompañamos su dolor que es nuestro también, diciendo Nunca Más!! dado que no los dejaremos pasar otra vez.

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