Netanyahu: Hacia un Afiebrado Populismo?

10 enero, 2019
Avichai Mandelblit (izq) y Benjamin Netanyahu

Los pronunciamientos de Biniamín Netanyahu en las últimas semanas – tanto en Israel como en el extranjero- respecto a la verosímil y cercana posibilidad de ser imputado por delitos que habría cometido en el curso de casi una década como Primer Ministro de Israel inquietan a algunos y entusiasman a no pocos. En tiempos recientes juzgó acertado proclamar en rueda de prensa que tuvo lugar en Brasil que por ningún motivo habrá de renunciar a su cargo si es imputado públicamente por actos de corrupción. A su retorno reiteró esta actitud pues, a su juicio, nada – absolutamente nada – habría hecho en perjuicio de las leyes y normas que presiden al país.

Varias circunstancias animan y explican su postura
En primer lugar, los altos y efectivos poderes que le confiere la dirección de varios ministerios (especialmente defensa y relaciones exteriores), un hecho sin precedentes en la historia del país.

Segundo, el mesurado control de las manifestaciones en Gaza, el tranquilo curso del Escudo del Norte que ya ha destruido por lo menos cinco túneles en la frontera libanesa, y las exitosas incursiones de la fuerza aérea en Siria dirigidas a destruir cualquier presencia iraní.

Tercero, las inclinaciones de varios gobiernos en favor de desplazar sus embajadas a Jerusalén, tendencia que ampliamente satisface a la opinión pública del país.

Cuarto, los amplios y diversificados servicios que empresas israelíes – de manera independiente o con explícito acuerdo gubernamental – prestan en el dominio de la seguridad pública a países como Argentina, Bolivia, Colombia y Honduras; a ellos probablemente se sumará Brasil en el futuro cercano.

Finalmente, la estabilidad relativa de la economía israelí, el reducido desempleo, y los aciertos en la promoción de innovaciones tecnológicas son factores que inducen la calma – cuando no el júbilo – de amplios sectores de la población.

A estas circunstancias cabe añadir la torpe conducta de algunos líderes de la oposición como en el caso reciente de Avi Gabay; la postura indescifrable hasta el momento de nuevos partidos como el de Benny Gantz; y – sin agotar la lista – las inciertas perspectivas de la nueva derecha jefaturada por Ayeled Shaked y Naftali Bennett que aún debe encontrar alguna fórmula para reconciliarse con la agrupación a la cual pertenecían (Habait Hayehudí). Hechos que debilitan cuando no distorsionan la cultura política del país

En conjunto, estos virajes invitan a Netanyahu y al Likud a multiplicar posturas y declaraciones en contra de la presentación de cargos por corrupción. Explican además la ausencia de verticales censuras a los atentados y maldiciones que el fiscal Avichai Mandelblit – persona leal al Primer Ministro durante largos años – ha conocido en los últimos tiempos. Al contrario, parecen merecer un silencio aprobatorio.

El total de estas circunstancias puede llevar a un escenario inquietante: la aplastante victoria electoral del Likud como una hazaña personal de Netanyahu y el irrefrenable ascenso de un populismo autoritario. Y de aquí inevitablemente seguirá la ruptura de la pluralidad ideológica del país, el debilitamiento de la indispensable separación y autonomía de los poderes, la rebaja del peso de la figura presidencial, y el desarme de razonables nexos con las diásporas judía e israelí.

Me complacerá equivocarme. www.josephodara.com   

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