Netanyahu en jaque

Por Pablo Sklarevich

El reciente discurso del primer ministro, Biniamín Netanyahu, ante tres mil miembros del partido Likud debe haber sido probablemente uno de los pronunciamientos más ridículos de la historia de Israel.
Netanyahu acusó a los medios de comunicación y a la izquierda de querer derrocarlo. Pero, los medios de comunicación son irrelevantes y los militantes de izquierda con suerte logran llenar la primera página de una agenda telefónica.
Más allá de las típicas dicotomías populistas al estilo: “nosotros contra ellos”, manejadas con exquisita retórica. Tal vez lo más importante haya sido lo que el primer ministro no dijo. Netanyahu se abstuvo cuidadosamente de atacar a la policía que lo está investigando y a la Justicia que lo podría procesar.
En primer lugar, porque él mismo designó a los jefes de esas dos instituciones estatales: el inspector general Roni Alsheikh y el asesor legal del Gobierno, Avichai Mandelblit. Ambos judíos practicantes ortodoxos tocados por una kipá (solideo).
En segundo lugar, el fundador del Likud, Menachem Begin, era un nacionalista liberal, y existe en el partido una corriente arraigada y veterana que difícilmente vería con buenos ojos un ataque desenfrenado contra las instituciones, sobre todo contra el aparato judicial.
Agudamente, la líder del Campo Sionista, Tzipi Livni, criticó a Netanyahu apuntando que el titular del Ejecutivo mancilló a la Policía y la Justicia al dejar flotando en el aire la idea de que ambas instituciones son títeres de los medios de comunicación y la izquierda.
De hecho, los analistas estiman que la principal amenaza que se cierna sobre el primer ministro está dentro de su propio partido. Netanyahu podría estar temiendo que si el aparato judicial decide procesarlo y condenarlo; inmediatamente se desataría una feroz lucha por la sucesión y el histórico líder quedaría en el olvido.
Netanyahu esta al tanto de que una gran parte de los ministros y diputados del Likud prefirió mantenerse en silencio y mirar desde la vereda de enfrente, cuando se desató, al principio, la ofensiva judicial en su contra.
Solamente logró congregarlos, cuando el jefe de la coalición y acérrimo aliado de Netanyahu, David Bitan, amenazó con ajustar cuentas en las primarias con quienes no concurrieran al acto.
En teoría, Netanyahu podría mantener un cierto grado de disciplina entre los funcionarios de su partido; mientras los cargos giren en torno a sospechas relativamente menores de corrupción.
Pero, si el caso vinculado con la compra de los submarinos alemanes lo salpica; podría hundirlo.