Netanyahu dice que «no hay nada» pero, por si acaso, se asegura la inmunidad

Benjamín Netanyahu Foto: Amos ben Gershom GPO

«No habrá nada, porque no hay nada», ha repetido como un mantra durante años Benjamín Netanyahu. Pero el cerco se ha ido cerrando (la Policía, la Fiscalía, el fiscal general), y la seguridad que emanaba parece haberse convertido en un pánico que le ha llevado a tomar la menos elegante de las estrategias: pedir la inmunidad.

Los medios y la oposición se ceban hoy en lo que parece una huida hacia delante de un primer ministro que ha perdido pie y se tambalea en el puesto que ocupa desde hace una década.

«Como un criminal común, Benjamín Netanyahu se puso frente a la nación anoche y rebajó el límite de la vergüenza nacional a un nuevo nivel», escribe hoy en el diario progresista Haaretz Yosi Verter.

«Es cierto, todavía no ha sido condenado. Pero su comportamiento, sus maneras, su lenguaje y sus declaraciones son las de un criminal», añade el comentarista, que cree que «su sarta de mentiras» no son dignas de un líder.

En el mismo diario, el periodista Anshel Pfeffer asegura que «ahora, Netanyahu no es solo el primer ministro en activo acusado, sino también el primer ministro en activo que oficialmente intenta evadir la Justicia».

Nahum Barnea, en Yediot Aharonot, el diario de pago más vendido del país, también pinta una imagen deteriorada del dignatario tras su comparecencia de anoche, en la que con una frase poco clara y acusando a la Justicia de perseguirle reconoció que iba a ejercer su derecho, sin mencionar siquiera la palabra «inmunidad».

Netanyahu, opina el articulista «sabe que el público considera que quien pide inmunidad es culpable. En un Estado donde prevalece el imperio de la ley, los inocentes luchan para probar su inocencia y los criminales piden inmunidad». El apodado Bibi también sabe que los ciudadanos «consideran un cobarde» a quien pida esa protección: «Así no es cómo el rey de Israel debe actuar. El rey de Israel no huye de la batalla: lucha y gana».

Y en Maariv, otro de los diarios más leídos, Ben Caspit calificaba la intervención del jefe del gobierno en funciones de un intento de «infundir la cultura de la falsedad, implantar y glorificar la verdad alternativa, la negación total de la realidad» con palabras «lleno de mentiras flagrantes, mentiras pequeñas, mentiras blancas y mentiras negras» donde «prácticamente nada era verdad».

La decisión del hasta hace poco gran líder incontestado del país, apodado Míster Seguridad, no solo ha dañado gravemente su imagen pública, sino que marcará los dos próximos meses y será protagonista de la campaña electoral para los comicios del 2 de marzo. La oposición ya ha demostrado que tiene material para acusarlo y ridiculizarlo para rato, pintándolo como alguien que huye de la Justicia.

Pero, para el dirigente, concurrir a las elecciones luchando contra la imagen de un líder que se esconde tras la inmunidad puede ser mejor opción que hacer una campaña electoral en un país que se levanta día tras día con titulares que recogen la presentación formal de la acusación, el inicio del juicio, los argumentos de las partes ante al tribunal, y los sucios detalles y pruebas que de seguro serán seguidas por los medios durante toda la duración del proceso.

Netanyahu ha ganado tiempo. Sabe que, incluso aunque consiga que le garanticen la inmunidad (algo difícil porque necesitará que la ratifique una mayoría de 61 diputados, que no ha logrado para formar coalición de gobierno tras los dos últimos comicios, en abril y septiembre) todo apunta a la misma dirección: al final, tendrá que enfrentarse a la Justicia. Pero, mientras, puede seguir manteniéndose en el cargo como primer ministro en funciones, una posición desde la que le es más fácil retener el control de los acontecimientos.

«Pese a sus comentarios arrogantes, el Netanyahu que vimos el miércoles está aterrorizado. Los muros se cierran en torno a él. (…). No transmitió ni autoestima, ni humor. Era como un hombre asustado pasando por un cementerio en una noche oscura intentando mantenerse tranquilo silbando una canción alegre» dice Verter.

Incluso los menos críticos reconocen que la petición de inmunidad supone un duro golpe para el dirigente. El analista político Amihai Attali defiende en Yediot que Netanyahu «está haciendo uso de las herramientas legales a su disposición, lo que es un totalmente legítimo para un político» y ha demostrado «ser un Houdini con vidas infinitas». Y admite, «no se puede decir que pedir la inmunidad sea un modelo de virtud ideológica. Pero así es la política». EFE

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