Pleno de la Knéset Foto archivo: Knéset vía Facebook

La decisión de la multinacional estadounidense Intel de adquirir el fabricante israelí de microchips Habana Labs, en una operación valorada en torno a los dos mil millones de dólares, debe haber sonado como música a los oídos de los diputados de la Knéset (Parlamento).

Se prevé que una pequeña porción de la multimillonaria cifra irá a parar en concepto de impuestos a las arcas del Estado.

Pero por minúscula que sea la suma, tal vez ayude significtivamente a que los legisladores puedan contar con el oneroso presupuesto para financiar los comicios del 2 de marzo, por tercera vez en menos de un año.

Cientos de miles de shekels volverán a ser arrojados a la basura por tercera vez consecutiva en lugar de ser transferidos al deteriorado sistema de salud y a los sectores sociales más carenciados.

No pocos deben estar tentados a citar el dicho popular que reza que la piedra que tira un necio al pozo, cien sabios no podrán sacar. Pero, ¿deberían los 120 miembros del Parlamento ser acusados de incompetencia y mezquindad por arrastrar a millones de israelíes a nuevos comicios o ese es el precio que un sistema democrático sano y altamente competitivo nos obliga a pagar?

De cualquier manera, mientras los  profesores de Ciencias Políticas tratan de encontrar una respuesta al intrigante acertijo y los políticos se arrancan los ojos;  existe indudablemente una marea silenciosa de científicos y técnicos que saben trabajar en equipo y empujan las fronteras del conocimiento hacia adelante. Ellos componen la llamada “Nación Start Up” (Start Up Nation), de la que indudablemente forman parte los trabajadores de Haban Labs, inmersos en el ámbito de la inteligencia artificial.

Una de las teorías es que precisamente el entorno competitivo, irreverente igualitario y democrático de Israel, lo que se suele llamar “cultura”, es el medio ambiente que ha favorecido el desarrollo de un exitoso sector de alta tecnología.

En qué medida los  beneficios que produce el sector pueden motorizar la economía en general o arrastrar a capas más amplias de la población es una pregunta que debería estar en el centro del debate público y no solo interesar a los políticos cuando se trata de encontrar fondos para financiar sus campañas electorales.

 

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