Milagro en Hadassah: equipo médico salva la vida de un niño que cayó por el hueco del ascensor

Samuel Moscovici, abajo a la izquierda, evaluando resultados médicos con su equipo.

Ofer Laszewicki Rubin – Tel Aviv

Que el pequeño Joseph siga vivo es un verdadero milagro. A este niño de 10 años, del barrio árabe de Kfar Aqab al norte de Jerusalén, un paso en falso casi le sesga la vida: al terminar de cenar con su familia, se fue a jugar, como de costumbre, con su vecino, que vive unas plantas más abajo en el mismo edificio.

Presionó el botón. Abrió la puerta. Dio un paso para entrar. Pero no había ascensor: cayó al vació. Literalmente, se despeñó cinco pisos hacia abajo.

Media hora después de la tragedia, un vecino escuchó sollozos de dolor. Era el pequeño Joseph, en estado crítico. Debido a la dureza de la situación, apenas se atrevían a comunicárselo a sus padres.

Samuel Moscovici, médico especialista en neurocirugía y especialista en microcirugía de base del cráneo del hospital Hadassah Ein Kerem de Jerusalén, participó en la crítica y delicada operación de emergencia: “Estaba sangrando en el suelo, con una herida en la cara que iba  desde la superior de la cabeza bajando a la mandíbula. Una lesión muy profunda, que rompió también el cráneo, la parte de la base del cráneo, la cara y el hueso de la cara”, explicó a Aurora el médico de origen venezolano.

El doctor Miklosh Bala, responsable de la unidad de Trauma, contó al Jerusalem Post que “necesitamos dormirlo, pero básicamente no tenía ni boca para anestesiarlo”. En efecto, la situación era dramática: estaba inconsciente, con el rostro desfigurado, pérdida de líquido del cerebro y los vasos sanguíneos y el cerebro expuestos. El doctor Adir Cohen, desde casa, revisó el casó e inicialmente pensó que no podrían hacer nada por el pequeño: “tenía la cabeza abierta como una sandía”.

El protocolo en Hadassah es que primero los heridos pasan por el equipo de trauma: “pero estaba tan malo que no podíamos llevarlo a hacer tomografía, sino que tuvimos que llevarlos directo al quirófano para estabilizarle la vía aérea”, puntualizó Moscovici. Y prosiguió: “después de eso,  todo el equipo de trauma -incluyendo anestesiólogos, otorrino y equipo de trauma- lo estabilizaron, y le cosieron la vía aérea. Pudimos llevarlo a tomografía para evaluar el daño de la cara, el cráneo y el cerebro, y de ahí de inmediato al quirófano otra vez. Con trabajo microscópico, con un microscopia especial que tenemos, primero limpiamos y arreglamos la parte dañada del cerebro, y luego cerramos de manera microscópica todo lo que es la dura, el envoltorio del cerebro”.

Para terminar, “después que la parte interna estaba cerrada, arreglamos y armamos todos los huesos con los cirujanos maxilofaciales, y cerramos la herida de manera estética”. La delicada operación que duró más de 12 horas, terminó con éxito, y los resultados que valoran los médicos son positivos.

“Hoy en día está en rehabilitación, habla y entiende y mueve los cuatro miembros. Está mejorando de manera impresionante, y también la cara. De hecho hay también una foto que se ve estéticamente muy satisfactorio para el tipo de herida”, resumió Moscovici.

 

HADASSAH: UN OASIS DE COEXISTENCIA

El hospital Hadassah Ein Kerem es reconocido por ser un ejemplo de coexistencia y cooperación entre médicos árabes y judíos. En general, en la mayoría de hospital de Israel trabajan codo con codo doctores o enfermeras de credos y etnias diversas. Al empezar su jornada laboral, Moscovici ni se para a pensar en ese aspecto: “es tan normal, tan cómodo, tan positivo, que uno ni siquiera piensa en eso. Para mí no me sube al pensamiento si el paciente es de un lugar o de otro, o el que me ayudó en la operación, eso no importa”.

Según relató el médico llegado de Venezuela, las discrepancias o el conflicto no tienen lugar en el centro médico: “de alguna manera todo eso se anula cuando estamos dentro del hospital, y al final la enfermera, o el médico que le preguntas, que te aconseja, todo el equipo está compuesto por porcentajes altos de cada uno de los pueblos. La situación es tan cómoda que no te permite en pensar en que existe una diferencia”. Fue más allá, y afirmó “cuando salimos a nuestra vida fuera del hospital, también estás a fuera y ni siquiera lo sientes”

Y terminó: “es la norma, estar juntos y trabajar juntos para cumplir el mismo objetivo,  que al final es la vida”.

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