Marcelo Birmajer: «La dictadura argentina era especialmente antijudía»

Para el escritor argentino Marcelo Birmajer hay mil maneras de ser judío. «Antes que nada, soy judío. Y soy un judío que nací en la Argentina”. Su padre era hijo de judíos rumanos y lituanos, su madre hija de un judío polaco que escapó en barco el último día antes del estallido de la II Guerra Mundial, y de una judía hija de sirios sefardíes. Es padre de tres: Simon, Sabrina y Sara.

Birmajer se encuentra en Tel Aviv, donde este jueves presentará su última novela “El rescate del Mesías” en el Instituto Cervantes. A pesar del insomnio fruto del jetlag, guardaba energías para charlar con Aurora sobre sus orígenes, su obra, el permanente “quilombo” argentino, la dictadura militar, el barrio del Once y su conexión con Israel, marcada por el trágico asesinato de su hermano Eduardo en Jerusalén a manos de un terrorista palestino en 2015.

Ofer Laszewicki Rubin – Tel Aviv


Hace especial énfasis en definirse como judío argentino.

Nací en la Argentina. Pero ser un judío argentino no es lo mismo que ser un judío israelí, o un judío neoyorquino. No me quiero disfrazar de ciudadano del mundo.

¿Qué particularidad le da? Al final, los judíos siempre hemos combinado identidades mezcladas.

Borges. Bioy Casares. Roberto Arlet. El Obelisco. El Once. Mi barrio, sobre el que escribo permanentemente. Y las desgracias argentinas, los montoneros, los judíos que se jodían a sí mismos al punto de militar en organizaciones revolucionarias que estaban en contra de Israel. Montonero, la dictadura militar, Alfonsín… todos esos eventos fundacionales de la Argentina son también eventos fundacionales de mi propia vida. Y los viví como judío argentino. No hubiera sido lo mismo vivirlas como gentil, y no hubiera sido lo mismo vivirlas sin ser argentino.

¿Es tradicionalista, religioso de algún modo, o su identidad judía viene dada únicamente por sus orígenes?

No me gusta la expresión «de origen judío». Soy judío, no de origen judío. El judaísmo es una integridad, que también incluye la religión. Se puede ser un judío ateo, pero no un judío católico ni musulmán. No se puede tener otra religión, se puede dudar de Dios, pero no creer en Dioses ajenos. Yo soy 100% judío y cumplo lo básico de la tradición.

¿Shabbat?

No. Lo respeto pero no lo cumplo. Para mí lo básico de la tradición judía es amar a Israel, defender a Israel y respetar y sentir que todos los judíos me involucran.

La cosa va más por una vía política.

Sionista secular. No es necesariamente política, porque creo que Israel no podría estar en cualquier parte, Israel tiene que estar en la tierra prometida, y cuando veo las ciudades que figuran en la Biblia, no me resulta igual que estar en Ámsterdam. Creo en los 10 mandamientos, y creo que los 10 mandamientos no son un acuerdo circular, son sagrados. No se puede modificar por medio del voto. No es solo política, también hay una fe, pero no ritual.

Es curioso. No pisa una sinagoga, pero si se agarra a estos elementos bíblicos para justificar el sionismo y la creación de Israel.

Te digo más. Le hice el Brit Milá (circuncisión) a mi hijo, la hice el Bar Mitzvá, pero nunca voy al templo.

¿Ni en Pesaj?

Si me invitan, puedo llegar a ir. Pero…

¿Sabría practicar un Kiddush (bendición)?

Si, lo sé hacer, pero no me gusta rezar. No me siento cómodo rezando.

En Argentina, ¿los judíos tienen los mismos enfrentamientos internos que aquí en Israel? Entre los que rezan o no, mizrajíes y ashkenazíes…

No, muy leves. Nada comparado con las diferencias que hay en Israel entre ortodoxos y laicos. Hay un mínimo de conflicto político, pero es tan mínimo como la influencia de la comunidad judía en la política real argentina. Sí la hubo en la época de la dictadura, porque hay que considerar que el 20% de los desaparecidos son judíos, que es una desproporción brutal respecto de la proporción de los judíos de la Argentina, que eran menos del 0,1%.

¿Cómo se explica esto?

Por dos motivos. Porque los judíos tuvieron una participación también desproporcionada en las organizaciones armadas, y segundo porque la dictadura era especialmente antijudía. No secuestraban a las personas por ser judías, pero a los judíos los secuestraban más que a los otros y los mataban más que a los otros. Si había dos militantes montoneros, ponían más esfuerzo en capturar y matar al judío que al que no lo fuera.

¿Ese odio al judío que origen tiene? ¿Es comparable al antisemitismo europeo?

El antisemitismo es irracional en cualquier caso, nunca hubo una explicación. Hay distintos tipos, pero ninguno es explicable. No es explicable el católico de la Falange, el antisemitismo medieval, ni lo es el nazi. Como no es explicable el de la dictadura argentina. Todos son irracionales. Es cierto que hubo una influencia judía en el anarquismo y comunismo argentino, en los años 20 del siglo pasado, y también una desproporcionada participación de judíos en movimientos armados y de izquierda revolucionaria. Pero siempre eran muchísimo más los católicos en esos movimientos, y sin embargo no existió un anticatolicismo.

Nadie logró explicar esto del antisemitismo. Encontramos la manera de defendernos, no de explicarlo. Muchos creyeron que primero había que explicarlo, y entendimos en algún momento que lo que había que hacer era defenderse, no comprender al nazi.

¿Defendernos por qué pasa?

Al nazi hay que apresarlo o matarlo, no comprenderlo.

La respuesta al nazismo fue Israel.

Que no consiste en comprender al otro, sino en defenderse uno.

¿Si tan sionista es, porque no vive aquí?

Todos los días lo pienso.

¿Y? 

No soy racional. Pero quiero dejar algo claro: yo padecí una tragedia personal, pero yo siempre fui sionista. Mucho antes de que mataran a mi hermano. Porque en Argentina hay muchos periodistas que dicen que me convertí… no, basta con buscar en Google. Yo escribo sobre Israel desde el año 1995, 20 años antes de que asesinaran a mi hermano, y siempre opiné lo mismo.

Pero algo debió cambiar su pensamiento.

En mi pensamiento político no cambió nada. No dejé de estar a favor de un estado palestino, ni dejé de pensar que Hamás son los nazis contemporáneos. No dejo de pensar que el único motivo por el cual no hay un estado palestino es porque los palestinos no lo quieren. Yo creo que esa es la solución. Pero que los palestinos no quieren esta solución… Cuando Barak les ofreció todo lo que reclamaban territorialmente, más una capital en parte de Jerusalén, y contestaron con la Segunda Intifada, quedó claro que no quieren la paz, quieren destruir a Israel, no tener su estado propio. Por eso hoy dejó de existir el laborismo, porque no tienen interlocutor.

Se habla de los palestinos en su conjunto, y la prensa suele basarse exclusivamente en lo que opinan sus líderes. Al igual que entre los israelíes, hay opiniones divergentes: he tenido la oportunidad de charlar con jóvenes palestinos en Belén, Ramallah o Hebrón que sí desean un futuro de paz, de compartir esta tierra.

Todos los periodistas que conozco me dicen lo mismo que vos, pero a la hora de votar…

En realidad, hace mucho que no pueden votar.

Bueno, la última vez que votaron, lo hicieron a Hamás. En Egipto, a los Hermanos Musulmanes… no hay ningún país árabe donde haya habido elecciones medianamente libres en que votaran a los moderados. En todos los casos votaron a los fundamentalistas islámicos, y tuvieron que ser reprimidos por una dictadura (del general egipcio Al Sisi), que paradójicamente es más moderada respecto a su trato con Israel.

Además, no hay rebeliones, no hay protestas, no hay teatro, novelas… En Israel hay todos los días un escritor que habla contra Netanyahu. El fallecido Amos Oz, David Grossman, A.B. Yehoshua. Los actores y cineastas están todos en su contra. ¿Dónde están los palestinos en contra de Hamás? A mí nunca me hablaron.

Enfoquémonos en su libro. ¿Por qué lo tituló «El rescate del Mesías»? 

Al principio le puse «La Bar Mitzvá del Mesías», pero algunos me dijeron que era demasiado hermético para el público hispanoparlante.  El rescate es muy importante en el libro, porque los montoneros creen que pueden secuestrar al Mesías y pedir 60 millones de dólares por su devolución. Es como un secuestro extorsivo normal, pero que el secuestrado es el Mesías que espera a los judíos.

¿Es una metáfora de la realidad?

Tiene mucho contacto con la realidad. Los montoneros efectivamente secuestraron a los dos empresarios más grandes de la Argentina, los hermanos Born, dueños del principal pool empresarial del país. Ganaron con ese secuestro 60 millones de dólares.

Mi novela transcurre en el mismo tiempo, la misma época, y es una parodia de ese secuestro, pero que en vez de ser los empresarios, creen que pueden secuestrar al Mesías. Hay una serie de señales que indican que en ese momento nació el Mesías, que tiene también punto de contacto con los distintos momentos mesiánicos de la historia judía, ya sea el nacimiento de Jesús o la aparición de Shabtai Tzvi en Polonia, creo que en el siglo XVII, que se postuló como el falso mesías.

El relato ocurre en la Buenos Aires de los años 70. ¿Cómo la describe en el libro?

Es una Buenos Aires donde la muerte es la norma, donde los jóvenes que participan de las organizaciones revolucionarias quieren morir y matar, en donde la vida está mal vista, como algo débil, algo corrupto, algo traidor…

Un panorama apocalíptico.

El que quiere vivir es un traidor, un liberaloide, y querer morir hace que la causa sea buena. El hecho de que haya violencia dignifica la causa. La vida se pervirtió completamente, se dio vuelta como un dado sin ningún número que represente la vida, y en ese contexto hay un humorista judío que valora el principal mensaje de la Torá: la vida es más importante que la felicidad.

Es más importante que la euforia, que la ideología, más que las causas. Y la vida es la causa. La vida y la libertad son las causas. Está solo, porque a su alrededor todos los jóvenes treintañeros, y especialmente las mujeres, se enamoran de los que quieren morir. Y en ese contexto la trata de hacer reír. En vez de reír y dejar morir, vive y deja reír.

¿Esto ocurría de verdad?

Al 100%. Mi novela es absurda, tiene momentos que parecen brillantes, y es absolutamente realista. Por inverosímil que resulte, la realidad era todavía más estrafalaria.

Había movimientos cristianos armados, que enarbolando a Jesús salían a matar y a morir. Todos sabemos que Jesús prefirió morir, pero no matar, acá era que nos maten y matar. Un cristianismo psicopático. Y había muchos judíos que en ese aspecto se convirtieron y pasaron a formar parte del cristianismo psicopático, que además deviene de un mesianismo pervertido, que ya lo había fundado Carlos Marx de manera «científica», al buscar la justicia absoluta y terminar imponiendo una injusticia terrenal.

¿Estos judíos se convirtieron tomando en cuenta los terribles hechos del pasado?

Ojo, no se convirtieron formalmente. Se convirtieron de manera práctica, no que dijeron: «me voy a convertir». Pero de hecho pasaron a militar en organizaciones que querían exterminar el estado de Israel y la identidad judía. Montoneros estaba en contra de la existencia de Israel, y colaboraba con la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) de los años 70 de Yasser Arafat.

¿Hablamos de la extrema izquierda?

Armada. Es curioso, porque muchos venían de la extrema derecha católica.

Menudo lío. ¿Se asemeja a lo que ocurre aquí en Israel, donde cuesta definir que es izquierda o derecha?

Sí, pero en Israel, salvo excepciones como el asesinato de Rabin, no existió una guerra civil posterior a la creación del estado. En Argentina hubo permanentes matanzas directas entre argentinos por cuestiones políticas. Pero los mismos que mataron a uno por ser de derecha, luego ellos mismos se hicieron de derecha. Eso acá en Israel no ocurre, de esa manera tan peripatética. Y que haya conversiones tan brutales con sangre de por medio.

No fueron a la iglesia a convertirse, sino con sus actos, modos de pensar, su identidad judía…. renunció al negocio de los padres y la educación universitaria de los padres. Quisieron matar literalmente, fueron secuestrados y violados sus hijos, les arruinaron la vida a los padres, y no mejoraron la vida de nadie.

¿Qué secuelas dejó la dictadura?

Dejó, primero, una masacre. Miles de argentinos desaparecidos, violados, y asesinados. Durante un tiempo los secuestraron y nadie sabía dónde estaban, a las mujeres las violaron sistemáticamente, y a los hijos los apropiaron, robaban bebés. Los efectos de esa masacre van a perdurar durante generaciones, porque son crímenes de lesa humanidad que tiene un impacto brutal en toda la sociedad.

Paradójicamente, está el mito de los 30.000 desaparecidos, que no son 30.000, eso es una mentira organizada, y que se impuso como una religión y que no se puede investigar ni cuestionar. Está prohibido desde los que se llaman organizaciones de derechos humanos investigar cuántas víctimas reales hubo. Sabemos que son miles: por lo menos 8.000 o 9.000. Pero bajo ningún concepto 30.000

La mentira impide la investigación, y para honrar a los desaparecidos deberíamos saber todos sus nombres, y trabajar por la verdad, no por el mito. Una de las secuelas de la dictadura es que se impuso la mentira. La principal referencia de los organización de derechos humanos apoyó literalmente el ataque de Al Qaeda contra las torres gemelas. Es rigurosamente antijudía: ha hablado contra los judíos, contraria a la existencia de Israel.

El nuevo libro de Marcelo Birmajer

¿Cómo definiría el humor judío?

Mira, cuando mi madre me recomendó que leyera Isaac Singer, hace más de 30 años, me lo recomendó diciendo: el libro “Enemigo” es una historia de amor, se refiere a la Shoah con tono humorístico. “¿Pero cómo puede ser?”, le dije, “¡es una falta de respeto! No solo no es una falta de respeto, es uno de los principales recordatorios y obras de arte sobre la Shoah que se han escrito en toda la historia de la literatura.

El humor no es una falta de respeto a las víctimas, es una manera de recrear la vida cuando te rodea la muerte. Una mera de mantener prendida la antorcha del sentido común, cuando a tu alrededor todos defienden la muerte o han sido asesinados. El humor no es una falta de respeto, puede ser una importante forma de respetar la vida. Pero eso depende del talento del escritor, y espero estar a la altura del desafío que me propuse.

¿Cómo lo introduce en su relato?

Es interesante porque el protagonista es un “stand-upero” (comediante). Como Seinfield, pero de su época. Está en un momento de bache creativo, no puede hacer chistes. Por toda la muerte que lo rodea. Pero lo que le pasa es muy gracioso. No puede hacer ningún chiste, pero está todo el tiempo viviendo tragicomedias. En el amor, relacionado con que lo quieren matar, relacionado con los padres, con un problema sentimental, con las cosas absurdas que dicen los militantes… todo eso, espero yo, genera risa en el lector. No deja de considerar trágico lo que ocurre, pero también se puede reír. Como ocurre en la vida. La tragedia también es ridícula, el ridículo nunca nos abandona. Podemos ser felices, o podemos ser infelices. Pero siempre somos ridículos.

¿Se puede sentir ofendido alguien que lea su libro?

Nunca, soy muy respetuoso. Pueden estar en desacuerdo, de acuerdo, ser indiferentes, pero no hago daño con lo que escribo. La literatura tiene que ser un chisme inofensivo, nadie puede sentirse ofendido, por lo menos eso intento, nunca me ha pasado que alguien se siente ofendido.

¿Cómo se cuece la idea del libro y cómo se desarrolla, en qué momentos lo escribió?

Es el libro que más he pensado, no el que más tardé en escribir. Estuve prácticamente 20 años pensando el libro. A partir de 2013 empecé a escribir muy aleatoriamente “El rescate del mesías”, y la terminé a fines de 2017. Fue publicada en mayo de 2018.

Su tragedia personal, la pérdida de su hermano Edu, ocurrió en medio. ¿Le alteró?
No. Lo único fue incluir la dedicatoria a mi hermano, está dedicada a él la novela. En momentos en que me burlo de los terroristas palestinos, me costó mencionarlos en tono de burla, porque el dolor y el odio eran muy poderosos. Pero logré ponerme a la altura de mi novela.

Eduardo (Reuben) Birmajer, el hermano de Marcelo asesinado por terroristas palestinos en 2015

Hace lógica con lo que predica. Si hace sátira con otros temas, también tocaba adaptarla a sí mismo.

Tengo el ejemplo de Ephraim Kishon, que logró hacer humor contra los terroristas, y con esos ejemplos creo que pude seguir adelante con la novela. Tengo un gran alivio que el pueblo de Israel hizo justicia con los asesinos. Están muertos y para mí fue un gran alivio. No fue venganza, fue justicia: les impidieron seguir matando, y ese alivio también me permitió terminar la novela y dedicársela a mi hermano.

¿Quién tiene en Israel, más allá de la familia de su hermano?

Tengo a mis primos, pero en especial tengo a mis 7 sobrinos, y ahora llegué dos días después del Brit Milá de mi sobrino-nieto, que le hicieron el pasado martes. Para mí fue una profunda emoción volverme a encontrar con el nieto de mi hermano Edu, ver que la vida sigue y ese es nuestro triunfo, siguen en el camino del judaísmo, en la tierra de Israel. La hicieron el brit y el pacto de vida se mantiene.

¿El libro será traducido?

Este por ahora no, pero yo estoy traducido a 11 idiomas: coreano, francés, inglés, hebreo, italiano, portugués, lituano, estonio, rumano, búlgaro…

¿Cómo se asegura que la traducción de su obra será fidedigna?

No hay manera ni que sea fidedigna en castellano. Cuando publicas un libro, de algún modo los errores aparecen, se reproducen. Lo has corregido mil veces pero siempre aparecen, no los ve el corrector, solo el lector. Están tachados en tinta transparente.

Cuánta tragedia junta.

Esa es la tragedia de ser judío argentino, no puedes escaparte por ningún lado.

¿Tal vez mudándose a Israel?

Se supone que en algún momento va a llegar el Mesías, ¿no? Por ahí llega antes que yo me mude a Israel. No tengo una respuesta. Los judíos contestan una pregunta con otra pregunta. ¿Vos qué pensás de lo que voy a hacer yo?

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