Los tres cementerios judíos de Bucarest

La capital rumana, Bucarest, fue antes de la Segunda Guerra Mundial una de las grandes capitales judías de Europa junto con Varsovia, Cracovia, Budapest y Viena, por este orden, y algo guarda todavía de ese legado, como, por ejemplo, sus cementerios.

Ricardo Angoso

Rumanía poseía antes de la Segunda Guerra Mundial, según un censo del año 1930, una comunidad judía de casi 980.000 miembros, repartidos entre Transilvania, el Banato, Moldavia, Bucovina, Valaquia y Bucarest. Se calcula que antes del año 1941, y según datos del Museo del Holocausto de Washington, este censo había aumentado casi hasta el millón, aunque más tarde a consecuencia de las pérdidas territoriales de Rumania, que cedió Transilvania a Hungría y Bucovina y Moldavia a la Unión Soviética, la población judía que quedó bajo la soberanía de este país alcanzaba tan solo a algo más de los 330.000 personas. El número de judíos de Bucarest superaba los 102.000 en el año 1941.

La llegada de Hitler al poder en Alemania, en 1933, y el ascenso del fascismo en toda Europa fue caldeando el ambiente en el período de entreguerras en Rumania, un país tradicionalmente muy antisemita y cuyo gobierno mantenía unas ideas muy reaccionarias casi rayanas a las de Hitler. En aquellos años, se vivía en las calles de Bucarest, como en casi todas las capitales europeas, la efervescencia del fascismo y su ascenso político. Un partido que se denominaba como la Guardia de Hierro, que lideraba Corneliu Codreanu, estaba al frente de ese movimiento siniestro que preconizaba la pureza racial y el odio a los judíos. 

En noviembre de 1938, el mismo año del que hablan los periódicos de la época de la tensión en Rumania y del apoyo del régimen nazi al movimiento fascista local, el rey Carol mandó estrangular a Codreanu y a trece de sus seguidores, en macabra respuesta al deseo expresado por el mismísimo Hitler de ayudar a su marioneta rumana. Los cánones de la época obligaban a actuar con una crueldad sin contemplaciones con respecto al adversario.

La respuesta de los partidarios de Codreanu, al conocer la noticia, fue organizar una venganza terrible en la capital rumana, tal como relata el periodista Robert Kaplan al citar algunas fuentes de la época: “Así pues, los legionarios se aprestaron a vengar a sus mártires. Empezaron asesinando a sesenta y cuatro oficiales y partidarios del antiguo régimen de Carol; luego fulminaron el barrio judío de Bucarest, “matando, saqueando e incendiando”, según las palabras de Robert St. John, corresponsal de la Asociated Press en Bucarest. Después asesinaron al intelectual rumano más conocido del siglo XX, Nicolae Iorga. Le quitaron, uno por uno, todos los pelos de su larga barba y le hicieron tragar un periódico de corte liberal, torturándole hasta la muerte. Aunque públicamente antisemita, Iorga era también un intelectual liberal para los rumanos, y más aún para los legionarios. Por fin, los legionarios organizaron un funeral público en Bucarest para enterrar a Codreanu y a los trece legionarios asesinados por Carol dos años antes”.

Pero el terror no paró, sino que siguió su curso en Rumania. Unas semanas más tarde de esos acontecimientos relatados antes, el 21 de enero de 1941, los fascistas rumanos continuaron con sus acciones. Fueron asaltadas las sinagogas, incendiados los comercios judíos, violaron y torturaron a las mujeres hebreas delante de sus maridos e hijos. “Llevaron a un grupo de judíos hasta el bosque de Baneasa, al norte de Bucarest (cerca del aeropuerto que ahora se utilizan para los vuelos nacionales), los dejaron desnudos en la nieve, y les dispararon. Los gitanos acudieron a la mañana siguiente para llevarse los empastes de oro de las víctimas. La noche siguiente, los legionarios cogieron a otros doscientos judíos y los llevaron al matadero municipal, donde los desnudaron e hicieron pasar por todas las fases de la matanza en una cinta transportadora, como si de ganado se tratara”, seguía relatando el ya citado Kaplan. 

Luego el régimen del mariscal Ion Antonescu (1940-1944), uno de los principales aliados de los nazis en la contienda mundial, participó con saña en la persecución de los judíos y en la “solución final” ideada por Hitler para poner fin a la “judería europea”. Antonescu aprobó, ordenó y colaboró con los nazis en el exterminio de miles de judíos en la Besarabia ocupada a los soviéticos y en los territorios que controló su ejército durante la guerra. Como fruto de sus tropelías, matanzas indiscriminadas contra judíos y gitanos, principalmente, y crímenes de guerra, al ser el país ocupado por los soviéticos tras perder la guerra fue procesado, condenado y ejecutado por las nuevas autoridades rumanas. 

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, se calcula que solamente sobrevivieron 350.000 de los 980.000 judíos que había antes de la contienda. Los datos sobre Bucarest son confusos y contradictorios pero la población seguramente no pasaría de los 100.000 como mucho.

Después, con la llegada del régimen comunista a Rumania impuesto por los “libertadores” soviéticos, el éxodo hacia Israel, los Estados Unidos y Europa occidental fue masivo. El declinar de la comunidad judía rumana incluso continuó con la caída del régimen comunista, en 1989, y en la actualidad -datos de 2023 aportados por el Congreso Mundial Judío- quedarían viviendo en toda Rumania unos 8.900 judíos como máximo. 

En Bucarest existen tres cementerios judíos: Giurgiului, Sefarad y Filantropía. Los de Giurigiu y Sefarad están muy cerca el uno del otro y se pueden visitar ambos andando, mientras el de Filantropía se encuentra situado relativamente cerca -en coche- del centro histórico de la ciudad. El cementerio judío de Giurgiu es el más grande de Bucarest, con 14 hectáreas, y probablemente de Rumania. El de Giurgiul abrió sus puertas por primera vez a comienzos del siglo XX y el de Sefarad -también llamado de Rito Español- data de 1865.

Filantropía se encuentra situado en la parte norte de la ciudad y es el cementerio principal de la comunidad ashkenazí. Fue fundado a mediados del siglo XIX, alrededor de 1865, según información oficial de la comunidad judía de la capital rumana. Tiene un salón de entrada grande y elaborado, con cúpula y una puerta de entrada impresionante en Art Deco. Hay muchos monumentos interesantes, incluyendo las tumbas elaboradas de familias prominentes, casi todas del siglo XIX y principios del XX, y un monumento a los soldados judíos muertos en la Primera Guerra Mundial. Sigue en uso al día de hoy, aunque hay pocas tumbas de fechas recientes debido a lo menguada que está la comunidad.
Fuente empleada: 
http://jewish-heritage-europe.eu/romania/heritage-heritage-sites

Concluyo esta nota sobre los cementerios de Bucarest con esta noticia curiosa aparecida en el diario 20 Minutos de España http://www.20minutos.es/noticia/774241/0/hitler/rumania/filantropia/, que reproduzco a continuación: “Aquí descansan los restos mortales de Adolf Hitler. Fallecido el 26 de octubre de 1892 a la edad de 60 años. Rueguen por su alma”, se lee en rumano y hebreo en una tumba del cementerio judío Filantropía de Bucarest. No se frote los ojos, es cierto. La historia de este bucarestino de fe mosaica la cuenta el cronista de la judería rumana Marius Mircu en un libro titulado “Filantropía, un cementerio lleno de vida”. Sorprendido por esta coincidencia digna del más irreverente humor negro, Mircu rastreó en los archivos y descubrió que nuestro Adolf Hittler de Bucarest tenía un taller y una tienda de sombreros en la calle Real de la capital y era originario de Rumania. El sombrerero Adolf Hitler se fue de este mundo antes de que el nazismo se abatiera sobre el continente, pero tener el mismo nombre que el “Führer” perturbaría por décadas la paz de su memoria. En plena II Guerra Mundial, un empleado del cementerio reparó por casualidad en la inscripción de aquella piedra que aparentemente no tenía nada de especial. 

Direcciones de los tres cementerios:
Giurgiului: Giurgiului, 2
Sefardí o de “rito español”: Olteniței, 23
Filantropía: B-Dul Ion Mihalache, 89-91

Fotos: Del autor de la nota – Cementerio de Rito Español

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