Los maestros españoles que aprenden en Yad Vashem cómo educar sobre la Shoá

Desde el año 2007, el Centro Sefarad-Israel de Madrid (España), en cooperación con el museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén, promueve anualmente cursos para formar profesores españoles en la enseñanza del Holocausto. El objetivo del programa no es solo promover la educación sobre la Shoá, sino personalizar la barbarie que acabó la vida de seis millones de judíos y lograr adaptar la explicación para jóvenes de diferentes edades.

Del 7 al 16 de julio, más de veinte maestros llegados de España se han empapado de contenidos de texto, fotografías y materiales audiovisuales sobre el acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia del pueblo judío. Tras finalizar el seminario –por el que ya han pasado más de 500 maestro y ha servido como impulso de centenares de proyectos educativos-, Aurora se encontró en Jerusalén con los profesores Julio Albalad, Francisco Reboredo, y Elisabeth Sanz para hablar en profundidad sobre la experiencia que vivieron.

De derecha a izquierda: Julio Albalad, Elisabeth Sanz y Francisco Reboredo. / Foto: Ofer Laszewicki

Elisabeth, maestra de historia en Barcelona y poeta, cuenta que “cada vez voy a buscar más el tema de los valores en mis clases”. Se le presentó la oportunidad de venir con una beca a Israel, y pensó que le daría experiencia: “era coherente con mi curso, y quería ir más allá. Además, tengo un marido que trabaja en innovación y tecnología. Tiene colegas de Israel, y siempre decía que son unos cracs. A parte, obviamente, la parte política, literaria, me interesaba. Vine buscando valores, y a pesar de todas las contradicciones que existen, los he encontrado”, asegura.

 

DESCONOCIMIENTO Y PREJUICIOS

Durante la conversación, que se desarrolla en formato coloquio, salen a relucir varios asuntos. Preguntamos sobre cual es el grado de familiarización con el Holocausto y los judíos en las aulas españolas. Julio, profesor de geografía e historia en Guadalajara, afirma que “el desconocimiento del judaísmo es total. No saben que es un judío, los alumnos hasta los 18 no han visto un judío en la vida”. Como apunte, este periodista ha visualizado libros de textos escolares españoles de la década de los sesenta –en los finales de la dictadura franquista-, en los que se ilustraba a los judíos como seres con cuernos y cola de diablo.

“Desconocen la cultura y la religión. Todos los conocimientos que pueden tener sobre Israel están basados en estereotipos y prejuicios marcados”, prosigue Julio. Se repiten sin fundamento clásicos como «le están haciendo lo mismo que les hicieron a ellos» (en referencia al conflicto con los palestinos), o “es un invento colonial que impusieron los americanos” (en referencia al establecimiento del estado de Israel). En opinión de Julio, se resume en que “es cosa de ideología, ya que dichos conceptos vienen inherentes en el pack del progresismo actual, la idea preconcebida de que Israel es fruto de la huella imperialista de EE.UU”.

Francisco, profesor de literatura asturiano, llegó a Jerusalén con la mente en blanco: “vine a informarme de primera mano, a comprender, porque hay muchas ideas preconcebidas que no son ciertas. Vine a buscar respuestas sobre cómo enfocar el tema de la Shoá en una clase de literatura”.

Maestros españoles visualizando fotos en el museo Yad Vashem. / Foto: Centro Sefarad-Israel

Han sido días en que los maestros han sido expuestos a muchísimo material y han experimentado emociones duras. “Las herramientas son muy útiles, lo único que ha sido mucha la información, muchos conceptos nuevos que necesitas digerirlos. Tiene que haber un tiempo para procesar y ver como los utilizaré”, remarca el profesor de literatura.

Elisabeth alertó sobre un fenómeno que cada vez se debate más: la robotización de la sociedad. Ante este diagnóstico, la maestra barcelonesa pretende “incidir en la humanidad, los valores y la emocionalidad. La capacidad de conciencia crítica y la creatividad”. Dice que en la educación secundaria “aprietan demasiado con contenidos”, y parece que “no hay tiempo para debatir, cuestionar y reflexionar. Parece que la educación esté montada para no dejar pensar”.

 

PERSONALIZAR A LAS VÍCTIMAS

Por ello, explica que “lo abordaré desde el elemento personalizador, desde la empatía y el caso concreto. Hay la víctima y el perpetrador, pero también personas que ayudaron y tuvieron claro que, pasará lo que pasará, actuaron de una manera. Yo me centraré en eso, para impactarles por ahí”.

Julio, quien ya había estudiado mucho la cuestión judía y la Shoá, dice que el reto ahora es adaptarlo a sus alumnos de 16 años. “Hemos tratado el sentimiento de culpa, teorías de la individualidad, y ahora hay que adaptarlo a los jóvenes. Yo había tratado el Holocausto y pensaba que lo hacía bien, pero nos han remarcado la importancia de no tratar ciertos temas según la edad”, aclara.

Los participantes durante una de las ponencias en Yad Vashem. / Foto: Centro Sefarad-Israel

Pone el ejemplo de su hijo de 4 años, a quien le traerá desde Jerusalén un relato infantil en que un padre prepara a su hijo de 3 años un cuento de dibujos. Cuando el padre es asesinado, su amigo íntimo adopta al pequeño, guarda el cuento, y se lo regala al niño cuando cumple 18. “No conviene mostrar las pilas de cadáveres o los buldóceres arrastrando muertos. No conviene traumatizar al alumno. Nos han detallado como abordar la cuestión en primaria, secundaria y en bachillerato. Eso me ha encantado”, explica.

“Hay que centrarlos en el antes, no podemos entender cómo se asesinaron a 6 millones de personas sin entender cuál es el camino para llegar a eso. Los muertos tenían una vida anterior muy importante: nos contaron sobre cómo era la vida judía en Polonia antes de la II GM, con diferentes partidos y movimientos judíos sionistas, religiosos, de derecha o izquierda”, continua Julio. Y apunta una de las principales carencias en la transmisión educativa de la barbarie nazi: “tenemos la sensación de que mataron a 6 millones de judíos, pero no hay nada de individualidad”.

Mientras Elisabeth apunta la necesidad de “empatizar, en lugar de traumatizar”, Julio remarca que se centrará en la figura del superviviente: ¿qué pasó con el superviviente? ¿Qué sentimientos tenía? ¿Que encontró, familia, amigos?”. Y sobre todo, en el papel de “los justos”: “la esperanza que transmiten los que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros. Nos contaron la anécdota de un “justo”, que tras recibir la visita de una persona que salvó, aparecieron 60 más detrás suyo: su mujer, los cinco hijos, nietos… Es una visión muy positiva y práctica”.

Francisco señala que en las aulas se oyen comentarios xenófobos o racistas basados en la ignorancia. “Tenemos la oportunidad de ir desmitificando todo eso. Hay muchos prejuicios, y no sé hasta qué punto a la juventud de hoy le interesa esto”, dice, tras aclarar que no solo entre el alumnado, sino que también entre los profesores, existe una gran ignorancia generalizada.  En su opinión, se debe a que “es algo que no te afecta directamente. En el museo veíamos que ocurrió, pero nunca decides hurgar, porque no te afecta en tu vida cotidiana, ya que tienes otras prioridades”.

 

LA «AUSENCIA» JUDÍA EN ESPAÑA

En este sentido, Julio recuerda que en Francia o Italia, países que si participaron directamente en la II Guerra Mundial, tienen la Shoá más presente. “Pero en España, al estar al margen, y que no hubo judíos desde la expulsión de 1492, la situación es distinta”. En su caso, tras leer el libro “Oh Jerusalén”, se le “cayó un muro mental que tenía basado en el desconocimiento”.

Para Elisabeth, su acercamiento fue casual: ocurrió cuando decidió agarrar un libro de la estantería de su casa. “Agarré uno que era del Holocausto, y había fotos. Y ya está. Estaba sola, me quedé flipando de lo que vi, no me lo creía, era real”, cuenta emocionada.

La maestra de Barcelona dice que empezará a aplicar lo aprendido en Yad Vashem con sus hijos: “he cogido libros acordes a la edad que doy clases, pero también dos para mis hijos, que me han visto profundamente conmovida. Con mis alumnos igual. Nos han enseñado imágenes de caricaturas, y pensé que era buenísimo, pero luego hay que tener cuidado para no frivolizar. Mi esfuerzo es, sobre todo con los adultos, no frivolizar”. Añade que intentará “cruzar asignaturas (no solo historia, también otras como artes plásticas) para que lo que transmite se haga realidad, que sea vida”.

Francisco se centrará en el aspecto literario: “buscar puntos de conexión entre la Shoá y la literatura. Si tienes las ideas claras, los alumnos suelen empaparse de todo lo que les digas, la cuestión es presentarlo bien”.

Julio incide en que es un tema que les interesa a priori “porque la II Guerra Mundial aparece en videojuegos de disparos como Call of Duty, por ello es fácil acceder al tema. Con ello, no solo trabajamos el proceso histórico, sino también el fenómeno del antisemitismo. En el seminario hemos tratado cuestiones como la noticia del cantante Matisyahu, expulsado inicialmente del festival Rototom de Benicásim por ser judío, y trataré de adaptar estos temas a las clases”.

El grupo de maestros, en el Monte de los Olivos de Jerusalén. / Foto: Centro  Sefarad-Israel

Además, Julio añade que en el seminario profundizaron en cómo se materializó el antisemitismo en los tiempos de la “Kirstallnacht” (la noche de los cristales rotos), y las fronteras en el debate presente sobre si antisionismo supone antisemitismo.

Por último, los tres profesores inciden en la importancia de tratar esta cuestión en Jerusalén. “Ver cuán viva es calle, dinámica y alegre, y no como te lo pintan…este curso podría hacerse perfectamente en España con los mismos ponentes, pero sacarte de tu zona de confort y venir aquí, empaparte de la gente, tomar una cerveza y ver que ocurre en las calles es lo mejor”, destaca Francisco. Elisabeth subraya la faceta musical: “en casa todos tocamos instrumentos, y en una hora de paseo en Jerusalén, me harté de grabar vídeos de gente tocando música en directo”.

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