Los eventos en Yemen son un indicador de una dinámica regional más amplia

Guardias de Honor llevan ataúdes de hutíes muertos en la lucha contra las fuerzas gubernamentales en la provincia de Marib, rica en petróleo, en Yemen, durante una procesión fúnebre en Saná la semana pasada (crédito de la foto: Khaled Abdullah/ Reuters)

En gran parte ignorado por los medios mundiales de comunicación, los combates en Yemen entre el gobierno del presidente Abd-Rabbu Mansour Hadi, apoyado por Arabia Saudita, y el movimiento Ansar Allah (hutí), apoyado por Irán, se encuentran actualmente en su punto más intenso desde 2018. Los hutíes o huzíes (toman el nombre del clan que estableció y lidera el movimiento) están sitiando la ciudad de Marib, ubicada en una región del país rica en gas. La ofensiva es importante debido al impacto que está teniendo en la vida de la gente de Yemen, incluidos más de un millón de personas desplazadas que viven en Marib. Pero también es importante por lo que indica respecto a los cambios más amplios que se están produciendo en el equilibrio estratégico y la dirección de Oriente Medio.

La región de Marib contiene una refinería de petróleo y suministra gas a todo el Yemen. Es la última zona del norte de Yemen que todavía está controlada por el gobierno de Hadi. Por tanto, su pérdida representaría un gran golpe estratégico para la causa del gobierno. Los hutíes, que en 2014 iniciaron la fase actual de su insurgencia contra el gobierno, controlan Saná, la capital yemení.

La insurgencia hutí siguió al derrocamiento del antiguo régimen, respaldado por Occidente, del presidente Alí Abdulá Saleh en 2012. Saleh, abandonado por sus antiguos partidarios occidentales, se alió con los hutíes apoyados por Irán contra el nuevo gobierno y juntos tomaron la capital. Luego los hutíes se volvieron contra Saleh y lo asesinaron en diciembre de 2017. Desde entonces ha surgido evidencia que sugiere que este asesinato se llevó a cabo bajo las órdenes directas del entonces comandante del IRGC/ Fuerza Quds, Qassem Soleimani.

Una intervención dirigida por Arabia Saudita y respaldada por Emiratos Árabes Unidos para evitar la conquista de todo el país por los hutíes comenzó en 2015. Yemen es de importancia estratégica porque en su extremo sur, el estrecho de Bab el-Mandeb (Puerta de las Lágrimas), controla el acceso entre el Golfo de Adén y el Mar Rojo.

Este es un punto forzoso de paso para los barcos que se dirigen desde el Golfo Pérsico hacia el Canal de Suez. Un volumen masivo de gas natural, petróleo y productos derivados del petróleo en camino hacia el canal y hacia los mercados europeos y estadounidenses atraviesa el estrecho todos los días. En total, alrededor de 9% de todo el petróleo crudo y los productos refinados del petróleo que se comercializan por vía marítima pasan por este estrecho.

El control del acceso a esta puerta de enlace por parte de un cliente de Irán representaría una enorme ganancia estratégica para Teherán. Les daría a los iraníes la capacidad de interrumpir o cerrar un volumen significativo de tráfico de petróleo hacia Occidente de un plumazo. La intervención apoyada por Arabia Saudita y Emiratos logró evitar que los hutíes capturaran el extremo sur de Yemen y, por lo tanto, adquirieran el control del estrecho. Sin embargo, demostraron ser incapaces para derrotar a Ansar Allah en su totalidad.

En un patrón que se ha vuelto demasiado familiar en el Medio Oriente durante la última década, el país se dividió en áreas de control de facto y quedó sujeto a una crisis humanitaria masiva. La ofensiva actual en Marib es el episodio de lucha más intenso desde 2018, y es un intento de los hutíes y sus partidarios por romper el largo estancamiento y recuperar el impulso hacia su objetivo de conquistar todo el país.

Las defensas progubernamentales en Sirwah, al oeste de la ciudad de Marib, se han derrumbado en los últimos días. Como resultado, la línea del frente se encuentra ahora a unos 20 km (12 millas) de la ciudad de Marib, según Reuters. Han muerto cientos de combatientes en ambos bandos. En la actualidad, sin embargo, las líneas se mantienen y el gobierno sostiene la superioridad aérea, lo que puede resultar crucial para evitar la toma de la ciudad por parte de los hutíes en el próximo período.

Marib alberga entre un millón y un millón y medio de refugiados. Más de 1.500 familias han sido desplazadas desde que comenzó la actual ronda de enfrentamientos el 6 de febrero. Alrededor de 116.000 personas abandonaron sus hogares en Yemen durante el último año, según la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU.

La ofensiva hutí comenzó el 6 de febrero y el momento es crucial para comprender la dinámica. El 4 de febrero el presidente estadounidense Joe Biden anunció la retirada del apoyo estadounidense al esfuerzo bélico saudí.

«Esta guerra tiene que terminar», dijo el presidente. «Para subrayar nuestro compromiso, estamos poniendo fin a todo el apoyo estadounidense a las operaciones ofensivas en la guerra en Yemen, incluidas las relevantes ventas de armas».

Dos días después la administración estadounidense revocó incondicionalmente la designación de los hutíes como una organización terrorista extranjera. La ofensiva hutí hacia Marib comenzó el mismo día. Los hutíes también comenzaron una serie de ataques con aviones no tripulados en Arabia Saudita.

El deseo de poner fin a la guerra en Yemen es comprensible. La crisis humanitaria es aguda y necesita atención urgente. Unas 250.000 personas han perdido la vida en media década de guerra. Sin embargo, desafortunadamente, Estados Unidos solo tiene influencia sobre una de las partes. El resultado neto de la eliminación del apoyo al bando liderado por Arabia Saudita, como era de esperarse, no ha llevado a un movimiento hacia el fin de las hostilidades. Más bien, ha resultado en una mayor agresión por parte del bando pro Irán, que ahora se percibe a sí mismo como si estuviera enfrentando un oponente aislado y desmoronado, en lugar de un adversario que disfruta del respaldo de una gran potencia.

La secuencia de eventos que llevaron al empuje de los hutíes hacia Marib es indicativa de un cambio brusco de percepción en Washington, que está produciendo resultados rápidos en el Medio Oriente. El elemento de la administración anterior que se ocupó de Oriente Medio compartía la percepción central de la región que tenían los aliados claves de Estados Unidos, incluidos Israel, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Según esta concepción, se está llevando a cabo una contienda por el poder en Oriente Medio entre campos rivales.

Esta contienda se libra en parte a través de apoderados [proxies]. Es una batalla por el espacio estratégico y el control de recursos y ubicaciones geoestratégicas claves. El bando del que forman parte Arabia Saudita e Israel está comprometido en la alianza con Occidente y con la preservación de la arquitectura estratégica existente en la región desde el final de la Guerra Fría. Se opone principalmente a Irán, a sus aliados y a sus apadrinados. Podría decirse que Turquía y sus aliados constituyen un eje de poder adicional contra el statu quo.

Al leer este mapa, el apoyo a la causa saudí en Yemen era obvio y axiomático. El país tiene una importancia estratégica. Una alianza pro-occidente está luchando contra una pro-Irán. Debe evitarse que Irán llegue a Bab el-Mandeb. No se requiere más discusión.

La inversión de la administración Biden de esta postura directa con respecto a Yemen es la última evidencia de que está leyendo desde un mapa muy diferente. Junto con el intento de la administración de marginar al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, sugiere que se ha restablecido una dinámica anterior. Esta dinámica, familiar del período de Obama, es una en la que se refrena a los aliados y se hacen concesiones unilaterales a Teherán, con la esperanza de que esto produzca un cambio de comportamiento más adelante.

Visto desde esta perspectiva, los aliados locales que desean adoptar una postura firme contra la agresión iraní rápidamente comienzan a parecer una molestia, un impedimento para el progreso mayor que el supuesto adversario.

Arabia Saudita parece haber adquirido ya esta distinción con respecto a la nueva administración. La desesperada defensa de Marib, actualmente en marcha, es el resultado directo. Con respecto a la intención más amplia de la administración que se esconde detrás de todo esto, la ofensiva en Yemen, combinada con la oleada de ataques con cohetes contra objetivos estadounidenses en Irak por parte de las milicias vinculadas a Irán, sugeriría que a partir de ahora parece estarse produciendo un aumento de la agresión iraní, en lugar de lo contrario, como se pretendía.

Fuente: Jerusalem Post

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