Con el total dominio de los talibanes en Afganistán, resurge la amenaza de destruir nuevamente la vida de las mujeres. Esta situación se remonta a lo que el país vivió entre 1996 y el 2001, cuando el mismo régimen tuvo el control de la gran mayoría del territorio. En aquel entonces, se denunciaron violaciones a los derechos humanos y especialmente a los derechos de las mujeres, que no tenían permitido estudiar ni trabajar, debido a la estricta interpretación religiosa del Talibán.
Los castigos ante el incumplimiento de las normas de conducta establecidas eran azotes, mutilaciones y lapidaciones. No podían tener ningún contacto con la vida pública. Solo podían estar en el exterior junto a su mahram (tutor masculino), que debía ser su marido, padre o hermano. A su vez, debían cubrir su cuerpo completo con un burka.
Luego de la expulsión de los talibanes hace 20 años atrás, las mujeres lograron ingresar a la vida pública, y pudieron salir de sus casas, comenzar a estudiar e incluso accedieron a cargos políticos.
Entre las prohibiciones que se retomarán con el régimen, se destacan la imposibilidad de realizar actividades fuera del hogar. No podían ni siquiera salir al balcón de sus casas. A su vez, tampoco tenían permitido reír a carcajadas, debido a que un extraño podría llegar a oír su voz.
La RAWA, la Asociación Revolucionaria de Mujeres afganas, establecida en Kabul en 1977, afirmó: “Los talibanes tratan a las mujeres peor que a los animales. De hecho, incluso cuando los talibanes declaran ilegal la tenencia de aves y animales enjaulados, encarcelan a las mujeres afganas dentro de las cuatro paredes de sus propias casas”.
Un informe de la guerra de los talibanes hacia las mujeres realizado en el 2001 por la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo de Estados Unidos precisó: «Las mujeres fueron despojadas de su dignidad. No podían mantener a sus familias. Las niñas se vieron privadas de la atención médica básica y de cualquier apariencia de escolaridad».