Era, quizás, la esperanza de que la misma les salvaría a los letones de volver a ser ocupados por los soviéticos pero también debido a un antisemitismo larvado desde hacía siglos.
Como en otras partes de Europa, la persecución a los judíos de Letonia comenzó apenas las tropas nazis ocuparon el país e iniciaron sus planes criminales contra sus oponentes, pero siempre con el punto de mira puesto en los hebreos. El 22 de junio de 1941 los alemanes entrarían en Letonia, sin encontrar apenas resistencia, tal como les había pasado en otros territorios de la extinta Unión Soviética. La razón objetiva por la que la ocupación nazi se convirtió en un auténtico paseo militar tiene mucho que ver con el dictador soviético, Stalin, quien con sus masivas purgas, sobre todo entre 1936 y 1939, descabezó a las fuerzas militares de la URSS, enviando a sus mejores jefes y generales a los campos de trabajos forzados -el Gulag- y al exilio interior, casi siempre en Siberia, en ambos casos sinónimo de una segura y rápida muerte.
En 1941 había en Letonia unos 95.000 judíos, alrededores del 5% de la población total del país, viviendo casi la mitad en la capital, Riga. Los judíos de Letonia estaban representados en todas las clases sociales y económicas de la sociedad letona, y repartidos entre el mundo urbano y rural casi a partes iguales. Había una gran red de escuelas judías diseminadas por toda Letonia y más de 100 instituciones hebreas, siendo una de las comunidades mejor organizadas del continente europeo y la segunda más numerosa en los países bálticos tras Lituania.
Siguiendo el guión, previamente ensayado en otras partes de Europa como Polonia, los Países Bajos e incluso Francia, los nazis se pusieron rápidamente manos a la obra y acabaron físicamente con toda forma de resistencia, es decir, las autoridades locales, la oposición política y los miembros del partido comunista local, ya que durante casi un año había existido la República Socialista de Letonia adherida a la URSS. Dos días después de la entrada triunfal de los nazis en Letonia, el 23 de junio de 1941, están documentados varios asesinatos de judíos a manos de los alemanes y, unos días más tarde, fueron asesinados fríamente en las ciudades de Durbe, Priekule y Akniste otros 35 judíos.
En la perpetración de estos primeros crímenes y en otros que se sucedieron después, también hubo una responsabilidad clara del Servicio de Seguridad letón creado por los nazis, SD en sus siglas en alemán, y de los tristemente conocidos como Einsatzgruppen, unos escuadrones itinerantes conformados por nazis y colaboradores locales que ejecutaron, sobre todo en Europa del Este y en los territorios soviéticos, las más terribles matanzas contra los judíos. En el verano de 1941, uno de estos grupos, la Policía Auxiliar Letona formada por los nazis tras la ocupación, que conducía el famoso criminal de guerra Martins Vagulans, asesinó a 2.000 judíos en la ciudad de Jilgava y en otros lugares de la región de Zemgale.
El 21 de julio de 1941 se establecía el gueto de Riga y más tarde se abrieron otros en otras ciudades, con la finalidad de concentrar a los judíos en espacios cerrados -grandes ergástulas de las que era imposible escapar- y todas sus propiedades fueron confiscadas, perdiendo todos sus derechos, tierras, negocios y bienes. La idea, expresada por el propio Hitler mucho antes de la guerra, era acabar con toda la judería de Europa del Este, portadora, en sus palabras, de las ideas del bolchevismo que pretendían acabar con toda Europa. El mito del judebolchevismo permeo y nutrió a la ideología nazi durante toda la contienda mundial y su corolario final fue el Holocausto.
Muy pronto, una vez los judíos han sido realmente encarcelados en los guetos, comenzarían las grandes matanzas perpetradas por los nazis en estos territorios junto con la ayuda de los verdugos voluntarios locales. Entre el 30 de noviembre y el 9 de diciembre de 1941, la época en que el poder nazi en Europa está en su máximo cenit, los alemanes con ayuda de sus colaboradores letones ejecutaron a 27.500 judíos letones del gueto de Riga en unas fosas cavadas en bosques cercanos a la localidad de Rumbula, en lo que se conoce como la mayor matanza de judíos en Letonia y que recibe el mismo nombre que dicha localidad.
Los trabajos para exterminar a todos los judíos de Letonia se llevaron a cabo con una gran prontitud y en muy poco tiempo, tal como revela la Enciclopedia del Holocausto del United States Memorial Holocaust Museum, a la que cito literalmente: «Los nazis deportaron a miles de judíos alemanes y austriacos al ghetto de Riga en 1941 y principios de 1942. Los Einsatzgruppen y la policía asesinaron a la mayoría de ellos. A principios de 1943, solo quedaban en Letonia unos 5.000 judíos. Se concentraron en los ghettos de Riga, Daugavpils y Liepaja, y en algunos campos de trabajo. El campo más grande era Kaiserwald, cerca de Riga, y más tarde fue designado como campo de concentración».
Resultaría interminable enumerar las decenas de matanzas perpetradas por los nazis en apenas los tres años que duró la ocupación alemana (1941-1944) y las mismas se efectuaron en más de 200 lugares repartidos por toda la geografía letona, un mapa de la muerte y el horror repartido a partes iguales por todas las ciudades y pueblos de ese pequeño país. Entre 70.000 y 80.000 judíos letones fueron asesinados en este periodo junto con otros hebreos más, al menos 6.000, llegados en trenes de ganado de otros lugares de Europa, tales como Alemania, Austria, Checoslovaquia, Hungría y otros países ocupados por los nazis.
El balance del Holocausto en Letonia
Cuando los soviéticos liberaron Letonia, en abril de 1944, apenas quedaban con vida algo más de 14.000 judíos, lo que nos revela que el 85% del censo total de población hebrea habría fallecido durante la contienda y el Holocausto, aunque en esta cifra también hay que incluir a 2.000 judíos enviados por los soviéticos en varias deportaciones a Siberia.
Tras la Segunda Guerra Mundial, muy pocos miembros de las organizaciones letonas que colaboraron con los nazis fueron juzgados por crímenes de guerra y la mayor parte de sus miembros huirían hacia Alemania y otros países occidentales, quedando muchas de sus matanzas impunes y sin ser juzgadas. Solamente Suecia envió a algunos de estos responsables de colaborar con los nazis a la Unión Soviética después de la guerra para ser juzgados, pero casi todos lograron escapar a la acción de la justicia. Incluso, tras la independencia de Letonia, en 1990, ha habido intentos de reivindicar a la Legión Letona, una unidad englobada durante la contienda en las SS alemanas, y se llegó a celebrar un desfile conmemorativo de la misma, lo que irritó notablemente a la minoría rusa del país y a las comunidades judías locales. Lógico, ¿no?
Pese a todos estos avatares, la comunidad judía de Letonia fue reconstruida tras la contienda y, en 1959, ya superaba los 36.000 miembros, sobre todo de judíos procedentes de otras repúblicas soviéticas que se instalaban en el país porque las condiciones de vida eran más benignas debido a su más alto desarrollo económico. Letonia se convirtió durante la era soviética en un centro de notable actividad sionista y miles de judíos de esta república pudieron emigrar a Israel tras la muerte de Stalin, entrando la comunidad en clara decadencia hasta el día de hoy, en que apenas cuenta con unos 8.000 miembros, la mayor parte ancianos y gente adulta que no desea emigrar al Estado hebreo por razones obvias.
Fotos del autor: Interiores del Museo Judío de Riga