Las perspectivas de normalización entre Sudán e Israel

El viceministro de Exteriores de Israel, Idan Roll, le da la mano al ministro de Justicia de Sudán, Nasredeen Abdulbari, en Abu Dabi, el 13 de octubre de 2021. (Foto: Ministerio de Exteriores de Israel)

Por el coronel (retirado) Dr. Jacques Neriah

En los últimos días de la presidencia de Donald Trump, la Administración estadounidense logró convencer a Sudán de unirse a los Acuerdos de Abraham. Desafortunadamente, debido al cambio de Administración estadounidense y los acontecimientos internos tanto en Israel como en Sudán, la normalización entre Jartum y Jerusalén quedó congelada y espera un impulso final de ambos lados.

¿Cuáles podrían ser los beneficios de la normalización para Sudán e Israel?

Sudán es consciente de las relaciones especiales de Israel con Etiopía, Eritrea y Sudán del Sur, tres países que comparten intereses comunes con Israel con respecto a la política regional en general y el Mar Rojo en particular. Sudán, ubicado geográficamente entre Egipto y Etiopía, se encuentra en medio de la controversia de la “Presa del Renacimiento” y puede encontrar en Israel un factor estabilizador con ambos vecinos. Además, la relación especial de Israel con la Administración de los EE. UU. y su formidable lobby en Washington podrían ser de gran ayuda para Jartum cuando se acerque a Washington en busca de asistencia financiera y militar.

Sudán enfrenta muchos desafíos de seguridad, uno de los cuales proviene de insurgencias islámicas radicales, tanto nacionales como extranjeras. Israel podría ayudar a Sudán a perfeccionar sus capacidades de interceptación, así como proporcionar inteligencia sobre los movimientos yihadistas que trabajan para socavar la estabilidad de Sudán.

Sudán podría usar las relaciones especiales de Israel con Sudán del Sur para mediar en asuntos pendientes de interés nacional y regional para Jartum.

La economía de Sudán es principalmente agrícola, con más del 80% de su fuerza laboral empleada en el sector agrícola. A pedido de Sudán, Israel podría proporcionar tecnologías avanzadas que aumentarían drásticamente las cosechas, brindando seguridad alimentaria a la población del país. Además, Israel es un mercado potencial para los productos sudaneses. En el pasado, Israel importaba carne de granjas de Eritrea y esto podría repetirse en Sudán, una buena alternativa a Sudamérica. Finalmente, Israel puede liderar el muy necesario esfuerzo de desalinización del agua.

Con sus enormes recursos naturales, Sudán podría atraer a miles de turistas israelíes, lo que beneficiaría la imagen de Sudán en el extranjero y crearía otra importante fuente de ingresos. Además, hay que recordar que, en un pasado no muy lejano, Sudán solía ser un refugio para una floreciente comunidad judía, ocupada principalmente en la exportación de productos agrícolas sudaneses a Oriente Medio, Europa y Asia.

El Mar Rojo es un área de interés tanto para Sudán como para Israel. En 2019, Sudán otorgó a Turquía la concesión para operar un puerto marítimo en la isla de Suakin, que solía ser un cuartel general de la armada imperial otomana. Suakin podría usarse como un sitio para el monitoreo marino en el Mar Rojo, especialmente de las actividades del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) iraní. Puerto Sudán podría convertirse en un centro de diques secos para toda el área del Mar Rojo, instalaciones que no existen en la actualidad. Además, el Mar Rojo es conocido por su abundante vida marina. La creación de un mercado para esos productos podría impulsar las lucrativas exportaciones a Europa y Asia.

Finalmente, Sudán es el eslabón perdido que completa la alianza del sur de facto contra Irán. Al unirse al foro del sur, Sudán contiene los movimientos de Irán en el Mar Rojo y crea una zona de amortiguamiento que obstaculiza los esfuerzos de Teherán para penetrar en el área. Desde Yibuti hasta Suez y Eilat y desde Bab El-Mandeb hasta Eilat y Aqaba, podría evitarse que el IRGC iraní desestabilice el área.

Desde el punto de vista israelí, normalizar las relaciones con Sudán significa neutralizar la posibilidad de tener que luchar contra las fuerzas expedicionarias sudanesas en una guerra global contra Israel. Sudán, debe recordarse, participó en la última guerra árabe-israelí de octubre de 1973 al enviar su Décima Brigada de Infantería al área de Suez, enfrentándose a las fuerzas israelíes al oeste del Canal de Suez.

Sudán también sirvió como pasaje para miles de judíos etíopes en su camino a Israel. En aquel momento se llegó a un acuerdo especial entre el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, y el presidente Jaafar Nimeiry, que permitía a los judíos etíopes volar desde Jartum a Israel.

Sudán tiene un papel importante que desempeñar a nivel regional, ante todo en el ámbito marítimo del Mar Rojo. No es casualidad que bajo el régimen del presidente sudanés Omar al-Bashir (que fue derrocado en 2019 por el ejército), Sudán fuera utilizado por Irán y Hamás e integrado en la lucha de Teherán contra Israel. Varios ataques contra instalaciones y convoyes militares, supuestamente organizados para proporcionar armas sofisticadas de Irán a Hamás, fueron atribuidos a Israel.

El derrocamiento del régimen de Bashir, junto con el esfuerzo de Sudán por lograr una democracia vibrante, ha contribuido a mitigar la influencia hostil iraní. Con la transformación del régimen sudanés, el Mar Rojo, con la excepción de las costas yemeníes, se ha vuelto más seguro y ha aumentado la capacidad de Israel para monitorear las actividades malévolas de Irán y los apoderados [proxies] iraníes en la región.

Unirse al club de los Acuerdos de Abraham permitirá a Sudán disfrutar de mayores posibilidades en los ámbitos político, económico y militar, y contribuirá a una mayor estabilidad en la región. Tal desarrollo también presionará a la Autoridad Palestina para que acepte un compromiso real con Israel si no quieren ser olvidados por la historia.

La normalización con Sudán alentará al resto del mundo árabe y algunos países adyacentes, específicamente, Yibuti, Omán, Arabia Saudita y Somalia, a formalizar sus relaciones con Israel, creando así un escudo formidable contra la penetración iraní en esta parte del mundo.

Finalmente, al estructurar una contención sur de Irán, Sudán podría completar el rompecabezas que pretende contener la hegemonía iraní: un cinturón que se extiende desde Egipto hacia el sur hasta Yemen, por un lado, y los estados del Golfo (¿con Arabia Saudita y Omán?), por otro lado, mientras Turquía y Azerbaiyán completan la contención de Irán desde el norte.

Fuente: Jerusalem Center for Public Affairs

El coronel (retirado) Dr. Jacques Neriah, analista especial para el Medio Oriente en el Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén, fue anteriormente asesor de Política Exterior del primer ministro Yitzhak Rabin y subdirector de Evaluación de la Inteligencia Militar Israelí.

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