El cabecilla de Hamás Ismail Haniyeh y el emir de Qatar Al Thani Foto: @PalinfoAr Twitter

Los Estados árabes, con Arabia Saudita a la cabeza, que tratan de asfixiar a Qatar para que dé un giro de 180 grados a su política exterior, le acusan de apoyar a grupos terroristas y a países que amenazan la estabilidad en la región.

Irán, los Hermanos Musulmanes egipcios, tunecinos y libios, el movimiento palestino Hamás, el grupo chií libanés Hezbollah y los rebeldes hutíes del Yemen son algunos de los amigos de Doha que a sus vecinos árabes les provocan sarpullidos con solo ser nombrados.

Pero, además, acusan al emirato de Tamim bin Hamad al Zani de respaldar a entramados terroristas como la antigua filial de Al Qaeda en Siria o el Estado Islámico (EI).

«Qatar empezó a apoyar abiertamente a los Hermanos Musulmanes en toda la región durante la Primavera Árabe», porque consideró que eran la «ola del futuro», pero cuando cayeron en desgracia rápidamente en todos los países, esto se volvió contra el emirato, explica Eric Trager, experto del Washington Institute for Near East Policy.

Según Trager, fue una «apuesta estratégica» pero también «ideológica que refleja la postura del régimen de Qatar», que ve a los Hermanos con mejores ojos que los otros Gobiernos de la región, donde son considerados una amenaza directa al «statu quo».

Tras el golpe de Estado de julio de 2013 contra la agrupación islamista en Egipto, donde había ganado tanto las elecciones legislativas de 2011 como las presidenciales de 2012, Riad y Abu Dabi apoyaron a los militares que derrocaron a Mohamed Morsi con decenas de millones de dólares.

Esta situación, sumada a la crisis diplomática de marzo de 2014, cuando Arabia, Emiratos y Bahréin retiraron a sus embajadores de Qatar durante unos meses, el pequeño emirato se vio obligado a distanciarse de la Hermandad y expulsó a muchos líderes que buscaron refugio en su territorio.

Sin embargo, Trager apunta que «nunca ha dejado de apoyar a los Hermanos políticamente y a través de sus medios de comunicación, especialmente Al Jazeera».

Por otra parte, Doha siempre ha mantenido una relación cordial con Irán, acérrimo enemigo de los países árabes del Golfo, con quienes compite por imponer su hegemonía regional.

Esta «guerra fría» ente Irán y Arabia Saudita alimenta los conflictos de Siria -donde Teherán apoya al régimen y Riad a los rebeldes- y del Yemen -donde los sauditas defienden al presidente Abdo Rabu Mansur Hadi y los iraníes a los rebeldes hutíes.

Estas tensiones afectan a todos los países donde conviven las comunidades suníes y chiíes, como Irak, el Líbano y Bahréin.

Como opina el profesor español Ignacio Álvarez-Ossorio, dada la actual crispación, la Casa de los Saud no permite que ninguno de sus socios se aproxime a Irán o a cualquiera de sus «enemigos».

El ministro de Exteriores bahreiní, Jaled Al Jalifa, en una entrevista difundida por un diario saudita, explicó: los aliados del Golfo piden a Qatar que «corrija su marcha y que dé prioridad a su entorno árabe y al Golfo, y que no avance hacia nuestros enemigos y hacia quienes quieren imponer su hegemonía y la destrucción (…), así como que no financie a organizaciones que dañan a nuestro país».

Según Al Jalifa, Irán es un «enemigo real» que conspira contra los países del Golfo y no es aceptable que un país miembro del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) sea su aliado.

No obstante, como asegura Ossorio, es muy complicado que Doha rompa las relaciones con Irán, ya que con él comparte el mayor yacimiento de gas del mundo.

Además, los países del CCG han declarado grupo terrorista a Hezbollah, miran siempre con recelo a Hamás, muy próximo a los Hermanos Musulmanes, y combaten a los hutíes en el Yemen y a los islamistas en Libia, ofreciendo apoyo al general Jalifa Hafter.

De cara a la galería, Arabia Saudita, Emiratos, Bahréin y Egipto han querido destacar por encima de todo el supuesto apoyo de Doha a grupos considerados terroristas por la comunidad internacional, como el antes conocido como Frente al Nusra y el Estado Islámico.

Esta semana, varios medios han señalado como la gota que colmó el vaso el supuesto pago de 1.000 millones de dólares a la Guardia Revolucionaria iraní, milicias chiíes y la ex filial siria de Al Qaeda por la liberación de 26 Qataríes -entre ellos miembros de la familia real- secuestrados en Irak en 2015, según el periódico «Financial Times». EFE

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