Parashát Yitró.
“Yo soy el Eterno, tu D’os, que te saqué de la tierra de Mitzráim (Egipto)”.
Éxodo 20-2
Libertad y Ley.
De algo podemos estar seguros, que: “no hay verdadera libertad sin ley”. Ya que todo ser humano es poderosamente influenciado por sus deseos y ambiciones. Por un tsunami de instintos y pulsiones y de hormonas excitatorias.
Y si ponemos atención y cuando manejamos, debemos saber que pisar a fondo el acelerador puede ocasionar/nos graves y en muchos casos irreversibles consecuencias.
Por lo tanto, el pie debe estar siempre presto o puesto o dispuesto a tocar el freno.
Obvio, la Ley divina y en ciertos casos la Ley humana cumple ese papel u objetivo. Que no se trata de paralizar la vida, pero si regular, direccionar y modular nuestros actos en todo momento y lugar.
GPS.
Todos necesitamos una hoja o mapa de ruta. Una guía o carteles señaladores. Que nos muestren el camino y que sea el sendero seguro y correcto hacia nuestro lugar de arribo.
Hablamos de como dirigir nuestros pasos en el tormentoso mar de la existencia.
Para concluir este bloque sabemos lo que significa un barco sin timón y un avión sin piloto.
¿Qué hacer? ¿Y a dónde ir?
Hoy por hoy, podríamos afirmar que gran parte de la humanidad vive en una oscura y confusa atmósfera moral. Y de esto derivan males y calamidades y pestes por doquier.
El manual y el fabricante.
Es el clásico ejemplo, al comprar cualquier artículo, o artefacto o aparato, debemos atender a las indicaciones del fabricante para poder usarlo en forma óptima y adecuada.
Solo el fabricante conoce la resistencia del material y donde se encuentran los puntos débiles y de rotura.
El perfecto y el imperfecto.
El poder divino que por “definición” es perfecto, expresa su voluntad de crear un mundo imperfecto
Es decir, un ser humano que presenta en forma constante una deficiencia o necesidad, que lo motoriza a actuar en pos de poder satisfacer dicha deficiencia.
Mi madre Aida K. de Daitch z”l docente ella, hablaba “de la angustia” como el motor que impele a todo ser humano a movilizarse, a buscar un trabajo, a estudiar, etc…
Obvio que, las necesidades humanas y los caminos de su satisfacción deben ser establecidos como legítimos, adecuados, potables, y buenos para él y su prójimo.
La Torá y las leyes.
Los mandamientos son leyes universales, que, si bien fueron entregadas al pueblo hebreo en Sinaí por D’os de mano de su Profeta Moisés, son las leyes básicas para todos los demás pueblos.
De ellas se desprenden otras leyes que son derivadas o hijas de estas primeras.
El omnisciente sabía que las fuerzas del deseo sin freno (el yetzer hará o mal instinto) en el hombre son muy poderosas, y constituyen lo que nosotros y en especial el Todopoderoso define como “mal o malo”, dañino o perjudicial.
La Torá. El antídoto. Final.
Desde su ocultamiento, o contracción de la presencia divina, el Padre -D’os se encuentra oculto a los ojos de su hijo.
Esto posibilita no solo su existencia, sino, y además ejercer su libertad de elección o libre albedrío, que es el verdadero objetivo de Hashem en el camino de pasar pruebas y para su elevación física y espiritual siempre que se conduzca acorde a la ley Divina que solo ella es lo bueno para todos sus hijos.
Por ende, solo la Torá inmensa y a la vez sintética, es el único antídoto verdadero y efectivo, y el contrapunto y contrapeso a las fuerzas de la oposición y probadoras, pero a la vez altamente destructivas, que representan el deseo sin freno.
Hay mucho para tallar, pero estas líneas son una breve reflexión del mensaje del capítulo de Yitró.
¡Shavua Tov!
Dr. Natalio Daitch