La historia de un maestro cristiano que dio su vida por salvar judíos en el Holocausto

29 septiembre, 2018 ,
Foto: Web de Yad Vashem

A Israel arribó una mujer desde Holanda llamada Marta. Su padre fue encarcelado cuando ella tenía 3 años y dos años después fue ejecutado. Fue en Tierra Santa donde Marta comenzó a conocer a su padre a través de los testimonios de muchas personas que fueron salvados durante su juventud. Su padre, Johan Westerweel, se dedicó a esconder y ayudar y acompañar a muchas personas judías a escapar de las garras de las autoridades durante la Segunda Guerra Mundial.
Mejor conocido como «Joop», Johan Westerweel estaba dedicado a tiempo completo a la educación en revolucionarios institutos de la Holanda de entonces. Su formación crisiana protestante lo había dotado de una profunda conciencia acerca de la bondad humana y pacifismo, convicción que lo llevó a rechazar la idea de ingresar en el ejército mientras vivía en las colonias holandesas de Asia.
Establecido en su tierra madre, alrededor de 1942, Joop encabezaba una familia de 4 niños y sin embargo, nunca pensó en dejar de ayudar a otros niños que lo necesitaran, de manera que su condición de maestro se fortaleció, mientras que los vientos de la guerra inquietaban su convicción bondadosa. Se dedicaba a atender a una gran cantidad de niños judíos refugiados desde Alemania que huían del odio.
Cuando sus colegas lo ponen en contacto con grupos judíos, las convicciones de Joop se afianzaron ante los principios y convicciones que observó en agrupaciones juveniles como la Halutzim, a quienes ayudó a ocultar ante la inminente deportación a campos de trabajo y exterminio. Estos jóvenes, que se auto-denominaban com pioneros se preparaban para el retorno a la Tierra de Israel (para la época conocida con el nombre impuesto por el Imperio Romano de “Palestina”) y se dedicaban a los trabajos del campo, en preparación para la vida comunitaria del Kibutz.

Johan Joop Westerweel (1899-1944)

Como es fácil de adivinar al observar a personas de la calidad de Joop, su actuación no solo se limitó a ocultar a los judíos amenazados. Junto al refugiado judío Joachim Simon se dedicó a organizar la fuga de los jóvenes judíos perseguidos por la barbarie del régimen imperante y en muchos casos los acompañó hasta los confines del país en busca de territorios seguros, infundiéndoles ánimos y urgiendo a que se comprometieran con la libertad y dignidad de todos los habitantes del futuro Estado judío.
Luego de que su esposa fuera capturada al involucrarse en la liberación de una activista judía encarcelada, Joop pasó a la clandestinidad y produjo un manifiesto que sirvió de faro a aquellos que se enfrentaron a la ocupación Nazi, para luego ser encarcelado en 1944 cuando asistía a dos mujeres judías en su fuga hacia Bélgica.
El terrible y tortuoso encarcelamiento no minó su espíritu y se convirtió en consuelo y referencia de otros prisioneros durante su cautiverio, infundiendo ánimo y valor a su alrededor. Tras las rejas, en medio de las torturas, logró escribir en 1944 lo que resultó ser su última obra y comunicación con el mundo exterior: el poema “Tarde en la celda”, que ensalza la bondad, el optimismo y la belleza de la naturaleza, reflejo de sus propias convicciones que lo llevaron a vivir una vida plena de bondad y entrega al beneficio de los desvalidos perseguidos por el Nazismo.
Su vida llega a su fin a manos del verdugo del campo de concentración Vught, el 1 de agosto del mismo año en que escribe “Tarde en la Celda”. Su esposa Wil, fue finalmente liberada del mismo campo, no sin antes verse obligada a ser testigo de la ejecución de Joop, recuerdo que cargó consigo en su vida familiar después de la guerra y que seguramente Marta, su hija, también hubo de soportar, y que aunque no recuerda a su padre Joop, fue en Tierra Santa donde finalmente lo conoció, como el gran hombre que fue, un Justo entre Las Naciones.

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