Por Tomer Fadlon
La política arancelaria estadounidense presentada por Donald Trump el 2 de abril es más extrema que cualquiera de los escenarios más drásticos discutidos recientemente en los medios.
La lógica detrás del plan de la Casa Blanca era crear un comercio justo mediante la imposición de aranceles recíprocos, lo que significa que Estados Unidos impondría aranceles iguales a los que cada uno de sus socios comerciales aplica a los productos estadounidenses.
Sin embargo, la conferencia de prensa reveló dos cambios importantes respecto al plan original.
En el lado positivo, la tasa arancelaria estadounidense será solo la mitad de la tasa arancelaria impuesta a los productos estadounidenses.
En el lado negativo, las tasas arancelarias enumeradas para los productos estadounidenses eran mucho más altas que las tasas arancelarias reconocidas originalmente aplicadas por esos socios comerciales.
Por ejemplo, según la Casa Blanca, los productos estadounidenses enfrentan un muro arancelario del 33% en Israel.
Por lo tanto, a partir de ahora, el tipo arancelario para los productos israelíes que entran a Estados Unidos será del 17%.
Decenas de países estarán sujetos a aranceles aún más altos como resultado de esta nueva política.
El más destacado entre ellos es, por supuesto, China.
Al comienzo del segundo mandato de Trump, ya se impuso un arancel del 20% a los productos chinos.
Según el nuevo plan, la tasa arancelaria total sobre los productos chinos aumentará al 54%.
El plan de Trump no distingue entre aliados y adversarios.
Por lo tanto, incluso socios comerciales amigos como la Unión Europea y Japón también tendrán que lidiar con una nueva realidad de muros arancelarios del 20% o más.
Por ahora, los aranceles se aplican sólo a los bienes que ingresan a Estados Unidos y no a los servicios.
De hecho, Estados Unidos ha mantenido un superávit comercial en el sector de servicios durante muchos años.
Sin embargo, su déficit comercial de bienes alcanzó un nuevo máximo de un billón de dólares en 2024.
El déficit comercial, junto con el déficit presupuestario y la creciente deuda nacional, ha sido un tema importante enfatizado por los republicanos durante la campaña electoral.
La Casa Blanca espera que los aranceles fortalezcan la economía estadounidense a través de tres procesos clave: primero, las empresas volverán a fabricar en Estados Unidos para evitar las barreras arancelarias; en segundo lugar, los pagos arancelarios aumentarán el tesoro estadounidense y ayudarán a resolver el problema de la deuda; en tercer lugar, los ingresos provenientes de los aranceles permitirán recortes de impuestos, lo que conducirá a un aumento de la demanda y a la prosperidad económica.
Sin embargo, deseos aparte, si las cosas siguen como se presentan en la Casa Blanca, es probable que muchos países tomen represalias y aumenten sus propios aranceles.
Este proceso podría desencadenar un ciclo negativo que resulte en aumentos de precios, interrupciones en las cadenas de suministro globales y, en última instancia, una desaceleración económica mundial, o incluso una recesión.
Aunque la mitad de las exportaciones israelíes corresponden al sector de servicios, que no está incluido en la guerra comercial; Israel aún corre el riesgo de verse afectado por la nueva política.
El intento de Israel de apaciguar a los estadounidenses y reducir los pocos aranceles sobre los productos estadounidenses, el martes, no tuvo éxito.
Por lo tanto, Israel ahora debe enfrentarse a una realidad en la que su mayor socio importador impone un muro arancelario más alto, del 17%, a sus productos.
Tradicionalmente, más de una cuarta parte de las exportaciones físicas totales de Israel se destinan a Estados Unidos.
En 2024, las exportaciones de bienes israelíes a Estados Unidos (incluidos diamantes) ascendieron a 17.300 millones de dólares.
Además, dado que la respuesta habitual a los aranceles es imponer aranceles adicionales, los productos israelíes podrían enfrentar nuevas barreras comerciales también en otros lugares.
No hay duda de que la probabilidad de una recesión global, que también se sentirá significativamente en Israel, ha aumentado considerablemente desde el anuncio de Trump.
Un rayo de esperanza provino del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, quien pidió que los países no respondan a los aranceles, ya que esto podría empeorar la situación.
En otras palabras, a pesar de esta “bomba” arancelaria; todavía puede haber margen para negociaciones para suavizar el golpe.
Fuente: INSS – The Institute for National Security Studies