Foto: Wikimedia - Dominio Público

Las cabañas en tiempo de aislamiento

Celebramos la fiesta que hoy comienza muy cerca del día solemne de Iom Kipur.

Sucot nos recuerda nuestro viaje de 40 años en el desierto. Es también Jag Haasif, la Fiesta de la Recolección, que celebra el “fin” o el “cambio” de curso del año agrícola, cuando la época de la cosecha llega a su fin en el hemisferio norte. Asimismo, la conocemos como Zman Simjatenu, la época de nuestra alegría. Un tema fundamental en las oraciones de esta festividad es la lluvia: los agricultores le dan las gracias a Dios por la cosecha del año presente y le ruegan que les envíe lluvias para el año venidero. Y en nuestro tiempo no sólo quienes viven directamente de la agricultura sino todos, agradecemos por el agua, elemento fundamental para nuestra existencia.

En Sucot abandonamos nuestros hogares para residir en chozas que parecen simples cabañas.  Compartimos el modelo de vida de los más necesitados y encontramos en las frágiles cabañas seguridad que no tenemos en las casas de gruesos muros que no pueden protegernos de enemigos visibles e invisibles.

Fue durante ese viaje, dice nuestra tradición, cuando nuestros antepasados escaparon del sol viviendo en chozas o sucot. Estas pequeñas cabañas fueron colocadas como refugios temporales durante sus vagabundeos. Nuestros antepasados sobrevivieron al desierto durante cuarenta años, hasta que arribaron a Tierra Santa e hicieron sus casas permanentes. Como muchas veces sucede en nuestra tradición, nuestros sabios también dan más razones de la fiesta que incluyen el recuerdo por las columnas de nubes y de fuego que custodiaron a nuestros antepasados.

Sucot, es llamada «Hejag»-«El Festival» por antonomasia. En las Escrituras encontramos otro nombre para Sucot – «Jag Hashem» – la fiesta de Dios. Así de grande e importante era Sucot para nuestros antepasados y así de importante es para nosotros en Israel, donde se ven sucot en todo espacio urbano, y para nuestros hermanos en todo el mundo.

Ante la situación por la que nos encontramos por el Covid-19, no tengo duda que las sucot se reducirán en tamaño. No podemos concebir que en ese espacio tan pequeño puedan reunirse como en el pasado las familias y los invitados de manera que nadie quede excluido de la alegría de la festividad. Más que nunca, debemos igualmente encontrar la manera de no perder la alegría por los milagros que vivimos, esperando que gracias a los cuidados que tengamos, podamos reducir los efectos letales de la enfermedad y podamos normalizar nuestras vidas.

En Sucot bendecimos al lulav y al etrog. Hay un midrash muy conocido que dice que las cuatro especies representan al pueblo judío. El etrog tiene sabor y fragancia, lo cual nos recuerda que algunos judíos tienen conocimiento de la Torá y hacen buenas obras. Luego está la palma cuyo fruto es el dátil. Tiene gusto pero ninguna fragancia – como algunos hermanos, que tienen conocimiento de la Torá pero todavía están esperando para hacer buenas acciones. Completan el cuarteto de vegetales, el mirto que tiene fragancia, pero no sabor, igual que algunos que aún no han estudiado la Torá, pero que llenan sus días haciendo buenas obras y el sauce, que no tiene sabor ni fragancia, que representa a quienes aún no han estudiado la Torá ni comenzaron a hacer mitzvot, simplemente porque están esperando a hacer buenas obras.

Pero el punto real aquí es que el etrog, la palma, el mirto y el sauce están unidos. Si alguno faltare no podríamos bendecirlos ni cumplir con la obligación. No guardamos uno e ignoramos a los demás. En su lugar, unimos a todos juntos de forma en que todos los judíos están unidos. Los símbolos del etrog y del lulav nos dicen que cada uno es valioso por sí mismo y que cada uno tiene funciones diferentes.

Así el lulav tiene un relato, una historia importante, moderna, relevante que compartir, porque no sólo estamos juntos, sino que nos mantenemos altos y erguidos como parte del pueblo, orgullosos de nuestra identidad.

Así como estas ramas están unidas, cada vez que nos permitimos crear lazos con otros, somos ejemplos vivientes de los Arba Minim, las cuatro especies, porque estamos practicando un símbolo de los más antiguos y más importantes de nuestra tradición.

Y, mientras agitamos los Arba Minim hacia el norte, sur, este y oeste, y arriba y abajo, se nos recuerda que estamos juntos en todos los espacios y en todas las circunstancias, incluso las más difíciles y que cada uno de nosotros tiene una misión que cumplir. Si cada uno cumple con sus obligaciones y responsabilidades, nos podremos unir más a nuestros hermanos y hermanas, las recompensas son realmente grandes.

Vamos a recolectar los frutos de esta cosecha espiritual – una verdadera canasta de abundancia que es nuestra tradición que representa nuestra vida. Sucot nos recuerda que nosotros, somos realmente una canasta de abundancia que incluye a todos y cada uno de nosotros – una canasta que siempre tiene espacio para uno más.

Jag Saméaj

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