Fachada del Cementerio judío de Coro. Foto: ArwinJ - Wikipedia - CC BY-SA 4.0

En 1827, un grupo de judíos provenientes de la colonia holandesa de Curazao emigraron a Coro. Veintiocho años más tarde, con una economía en ruinas y el desempleo sin ningún tipo de controles, la xenofobia y el resentimiento contra los extranjeros se apoderó de los habitantes de la ciudad que culparon a los comerciantes judíos de la crisis. Tras violentas protestas, la ciudadanía expulsó a toda la población judía, 168 personas, de vuelta a Curazao, la primera vez que un grupo de judíos había sido expulsado de un territorio en América.

Historia

Durante la época colonial estuvo prohibida la permanencia de personas de fe judía en el imperio español. Además, aquellos católicos sospechosos de ser judaizantes eran perseguidos por la Inquisición, como se detalla en la historia del médico Francisco Maldonado da Silva, quemado vivo por dicho tribunal en Lima.

Con anterioridad a la guerra de independencia, los sefarditas de Curazao practicaban el contrabando ya que la Corona Española les tenían prohibido establecerse y comerciar con la Capitanía General de Venezuela, por lo que sus simpatías siempre fueron anti-realistas. Por esta razón, en la guerra de independencia la comunidad judía curazoleña apoyó a Simón Bolívar, quien en 1814 ante el arrollador avance de los españoles envió a sus hermanas, María Antonia y Juana, a casa del pudiente sefardita de la isla, Mordechay Ricardo.

Al decretar Bolívar la Libertad de cultos en 1821, los judíos de Curazao habían comenzado a emigrar a Coro a petición de la Casa de Orange-Nassau para que ayudaran a establecer el comercio formal entre el Reino de Holanda y Venezuela. Ya en 1831 los residentes de Coro protestaban el rápido avance económico de estos en la región. El gobierno conservador del general Páez amainó las protestas imponiendo un impuesto exclusivo a los importadores y mercaderes judíos en 1832.

En 1835, tras la reacción de los comerciantes judíos, el gobierno del presidente Vargas cambió el régimen tributario para que todos los extranjeros y no solo ellos pagaran el impuesto, dos veces más alto que el correspondiente a los nacidos en Venezuela. A pesar de esto, los negocios siguieron prosperando y la hostilidad siguió creciendo en la población a medida que se deterioraba la situación económica.

Alrededor de los años 1840, el gobierno de Coro y la guarnición militar, comenzó a pedir préstamos libres de impuestos a la comunidad hebrea como avances sobre sus futuros tributos. Los “préstamos” pronto se convirtieron en “contribuciones voluntarias”. Temeroso de un alzamiento en Coro, el gobierno del general José Tadeo Monagas en Caracas ordenó a los extranjeros de Coro a no pagar las “contribuciones” que se les pedían. Los judíos hicieron como se les pidió y el 30 de enero de 1855, las tropas de Coro fueron dadas de baja cuando el comando militar fue incapaz de pagar la nómina.

Al día siguiente, circuló un panfleto por la ciudad preguntándose si es que no había suficientes negocios en la ciudad para pagar por el comando militar. Otros panfletos eran abiertas amenazas contra los extranjeros, preguntándose si estos no estaban temerosos de lo que esta situación podía acarrear. Y aun otro, dirigido específicamente contra los judíos, acusaba la “distorsionada avaricia” de los judíos por la “miseria y desesperanza” del pueblo.

En el panfleto se alegaba que “muchas hijas de Coro, antes modelos de virtud, habían sido prostituidas por los judíos” y se exhortaba a que estos abandonaran la ciudad. Dos noches más tarde, según el rabino Isidoro Aizenberg:
“… 30 hombres armados se apoderaron de las calles de Coro, disparando a las casas de los judíos, tumbando las puertas y saqueando las tiendas”

Que pertenecían a ellos. Pero en vez de lograr el apoyo de los judíos nuevamente, los militares terminaron matando la gallina de los huevos de oro. El 10 de febrero de 1856, el último de los judíos abandonó Coro en un barco enviado por el gobierno holandés de Curazao para rescatar a sus ciudadanos. En un panfleto circulado ese día en Coro se informó a la población que con alegría:

“vemos nuestra tierra libre de sus opresores. . .los judíos han sido expulsados por el pueblo.”

El gobierno colonial de Curazao protestó fuertemente la expulsión porque dañaba el intercambio comercial, alegando los derechos que Venezuela debía a los extranjeros de acuerdo a los tratados internacionales. El Reino de Holanda exigió la compensación por las pérdidas económicas de los judíos y su retorno seguro a Coro, reclamando además la Isla de Aves como suya. El gobierno venezolano desatendió tales peticiones alegando que si los judíos se consideraban perjudicados, debían demandar en una corte venezolana. Ante esta actitud los holandeses deciden bloquear el puerto de La Guaira con una flota de tres buques de guerra enviando además un ultimátum al gobierno venezolano para dar respuesta a sus peticiones sobre la soberanía de la Isla de Aves y “negociar” los términos de las supuestas indemnizaciones a los judíos expulsados de Coro.

Resolución del conflicto

El 23 de marzo de 1856 se firmó un protocolo entre el gobierno de Venezuela, el cónsul holandés y el cónsul británico, Richard Bingham, que retiró el ultimátum presentado por Holanda y los navíos de guerra abandonaron aguas venezolanas. También estableció un periodo de tres meses para llegar a un arreglo entre Holanda y Venezuela, y de no suceder, llevar las negociaciones al Tribunal Internacional de La Haya en Holanda.

La lucha diplomática continuó, hasta que dos militares venezolanos confesaron haber escrito los panfletos incendiarios y antisemitas en 1855. El general Rodulfo Calderón, señalado como uno de los principales cabecillas de los motines antisemitas fue reducido a prisión entre mayo y agosto de 1855. En ocasión de su defensa, Calderón alegó que si bien era el autor de varios pasquines donde figuraba la exhortación de “mueran los judíos”, ello era justificable por la libertad de expresión que existe en el país. Finalmente, el apoyo que le brinda en ese sentido, el general Juan Crisóstomo Falcón, indirectamente involucrado en los acontecimientos, permite su puesta en libertad absuelto de todos los cargos en su contra.

Finalmente, con el apoyo de los consulados de Inglaterra y Estados Unidos, se llegó a un acuerdo con el gobierno de Venezuela en agosto de 1857. El 6 de mayo de 1858 el gobierno aceptó pagar los daños y garantizar el retorno de los judíos exiliados, por lo que ese mismo día un nuevo panfleto circuló en Coro diciendo que, “El pueblo de Coro no quiere a los judíos. Fuera, váyanse como perros; y si no se marchan pronto los zamuros van a disfrutar con sus cuerpos”

Igual algunos judíos volvieron bajo la escolta del nuevo gobernador militar, aunque menos que los que se fueron, y muchos de ellos se quedaron y yacen en el Cementerio judío de Coro, Monumento Nacional desde marzo de 2004, siendo el más antiguo aún en uso en América del Sur.

Secuelas del conflicto

En junio de 1902 ocurrió otro episodio de antisemitismo en Coro durante el gobierno del general Cipriano Castro. Los judíos buscaron asilo en Curazao, el cual fue otorgado por el gobernador de la isla, J. O. de Jong van Beek quien envío el buque de guerra HNMLS Koningin Regentes a protegerlos. De regreso a Curazao el buque trajo ochenta mujeres y niños a bordo. En julio de ese mismo año, el mismo barco fue enviado a La Vela de Coro por el resto de los judíos, y tan solo unos pocos se quedaron allí para proteger las propiedades de los exiliados.

El Cementerio judío de Coro

En continuo uso​ más antiguo de América. Su origen se puede ubicar en el siglo xix, cuando la comunidad judía sefardí de la isla holandesa de Curazao comenzó a emigrar hacia la ciudad venezolana de Santa Ana de Coro en el año 1824.

 El cementerio se comenzó a construir en el año 1832 por Joseph Curiel y su esposa Debora Levy Maduro, los cuales habían comprado un lote de tierra cercano a la ciudad para poder enterrar a su hija, Hanah.​ En el cementerio se pueden encontrar tumbas y mausoleos impresionantes para el tamaño y riqueza del lugar, los cuales han quedado como recuerdos de la época cuando los judíos prosperaban en esta ciudad gracias al comercio naciente con las Antillas Neerlandesas. El cementerio está ubicado en la zona de Pantano Abajo, entre la avenida Roosevelt y la calle Zamora. En el cementerio se encuentran, además, las tumbas de los poetas venezolanos de origen judío sefardí Elías David Curiel y Salomón López Fonseca.

El cementerio fue restaurado en la década de los 70,​ gracias al apoyo de la Asociación Israelita de Venezuela (AIV) y el gobierno nacional de entonces. En el año 2009 se firmó un acuerdo entre el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas -representando a la AIV- y la Constructora Sambil, propiedad de Salomón Cohen, miembro de la comunidad judía, para la reconstrucción del cementerio tras intensas lluvias que afectaron todas las construcciones históricas de la ciudad de Coro, Patrimonio Cultural de la Humanidad

Fuente: Wikipedia

Compartir
4 thoughts on “La expulsión de los judíos de Coro”
  1. Desde su independencia de España la historia escrita de los países de Hispanoamérica es muy confusa o está muy manipulada según los intereses de la ideología de turno, seguramente porque los libertadores la mayoría fueron masones, incluso el conservador General Páez que se enfrentó a Simón Bolívar, siendo Bolívar el que peor trato ha recibido, en la actualidad solo es defendido por comunistas y por gobiernos de izquierdas en países más democráticos como México. Los masones de España en Cádiz entablaron amistad con hispanoamericanos como Simón Bolívar, los españoles intentaron traer a España las libertades democráticas que ya existían en muchos países del resto de Europa, pero el intento fue anulado por los poderosos de España fieles al absolutismo, al rey Borbón Fernando VII que traicionó a los demócratas de Cádiz tras expulsar al ejército francés de Napoleón. Ni que decir tiene que en España los masones son tratados por la derecha, los fascistas y los católicos como proscritos, siendo la cosa mucho peor si ayudaron o se relacionaron con masones extranjeros, como ocurrió con los libertadores hispanoamericanos y los masones de las potencias extranjeras Francia, Inglaterra y Estados Unidos, interesadas en la independencia de los Hispanoamericanos de España, o quizás interesados en las libertades democráticas.

    Según un extenso artículo publicado en webs de masones: “De otro lado, asimismo, debemos precisar que debido al éxito alcanzado y al secretismo desarrollado, la masonería y los masones fueron excomulgados por varios papas. El primero fue Clemente XII, que con su bula In Eminente, de 24-04- 1738, prohibió todo tipo reuniones secretas (Liberi Muratori) condenándolas por ser perniciosas tanto para la seguridad de los Estados como para la salvación de las almas. El segundo fue Benedicto XIV, quien con su bula Apostolici Providae, de 18-05-1751, ratificó la excomunión para los masones, etc. El tercero fue Pío VII, en 1821, con su Ecclesiam a Jesu Christo. El cuarto fue León XII, en 1825, que con su Quo graviora, confirmó las bulas anteriores, etc. El rey de España, Fernando VI, siguiendo el dictado del papa Benedicto XIV, sin empacho alguno, promulgó la Real Cédula, fechada en Aranjuez, el 2-07-1751, proscribiendo a la orden masónica y a sus integrantes. Con ello, las logias y las demás instituciones secretas y sus miembros, no sólo quedaban fuera de la ley, sino, que serían perseguidos, encarcelados y ajusticiados por el Tribunal de la Santa Inquisición, acusados de herejía, apostasía, brujería, etc., de acuerdo con el Derecho Canónico. Esa rigidez política contra la masonería en España cambió a climas de flexibilidad y cierta tolerancia, más aún cuando muchos nobles ilustrados se iniciaron en la orden y habían logrado separar a la masonería española del rito inglés». Al cambiar al rito escocés se libraron parcialmente de los opositores españoles más perturbados que creían que los masones eran infiltrados de su gran enemiga, la nueva potencia mundial Inglaterra.

  2. Tras las victorias casi al unísono de los libertadores hispanoamericanos, no todos masones, hubo un intento de crear un gran imperio americano al que hubieran denominado Imperio Incaico, que abarcaría desde Tierra de Fuego hasta Estados Unidos, pero los libertadores no se pusieron de acuerdo, curiosamente fueron los argentinos los menos dispuestos a ello. Así que Hispanoamérica se fragmentó en una miriada de países, con rencillas entre ellos. Simón Bolívar llegó a gobernar la denominada Gran Colombia, su superficie correspondía a los territorios de las actuales repúblicas de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela —incluyendo la Guayana Esequiba, en reclamación guyano-venezolana—; y otros territorios en disputa con Costa Rica, Brasil, Perú, Nicaragua y Honduras que luego de la disolución grancolombiana cada país exmiembro heredó como conflictos limítrofes; así el Imperio de Bolívar se quedó solo en lo que hoy es Colombia. Nada más expulsar a los españoles, Bolívar se tuvo que enfrentar a numerosos opositores o traidores que le obligaron incluso a perseguir a otros masones, quedando Bolívar, al menos para los libros de Historia de la derecha latinoamericana, como una especie de «perro loco» que hasta se volvió contra los suyos. En 1830 acabó renunciando, a partir de aquí la historiografía hispanoamericana difiere, aun más, dependiendo de los intereses de cada bando actual. Según la versión de los que parecen ser comunistas, algunos masones tuvieron que reunir dinero para tratarlo de una grave enfermedad y pagar su entierro, después su cadáver fue escondido y olvidado en una pequeña catedral o iglesia católica de Colombia, enterrado en una cripta que cedió un antiguo compañero de batallas, en una tumba sin nombre para que los opositores no pudieran deshacerse del cadáver. Según afirma el que parece ser el bando de la derecha más rancia, las cenizas, o el cadáver con los huesos según parece ser que dicen los comunistas, salieron a la luz en 1834 con un terremoto cuando la cripta se agrietó, y luego la chusma lo llenaba de basura, o según otros el esqueleto emergió de la tierra, quizás a modo de fenómeno paranormal.

  3. en Coro hubo un personaje Judio de Curazao de apellido «Capriles» parece ser que era un joven muy apuesto y tuvo relaciones con muchas chicas del poblado, dejando muchos hijos a quienes les dio su apellido, y en las calles lo llamaban «Papa Capriles»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.