Ricardo Angoso
No se trata tanto de derrotarla, algo que parece improbable a tenor de la desproporción de fuerzas a favor de los rusos, sino de que después de la guerra su liderazgo se vea opacado por su debilidad material, política y económica, impidiendo futuras acciones agresivas de Rusia contra sus vecinos.
Los estrategas del Pentágono ya saben hace muchas semanas, quizá desde que comenzó la guerra de Rusia contra Ucrania, que Moscú, más concretamente Vladimir Putin, ganará la guerra. La desproporción de fuerzas entre ambas partes a favor de Rusia, de cuatro a uno en casi todos los dominios, incluida la superioridad nuclear, llevará al final a Ucrania a aceptar todas las demandas rusas, asumir la derrota e incluso sobrellevar la pesada carga que significará la segura partición del país.
Al igual que en otras tragedias anteriores, como Ruanda, Chechenia y Bosnia, el mundo asistirá impasible a la carnicería ucraniana y no hará nada de nada por ayudar a los desgraciados ucranianos, condenados de antemano por nuestro orden internacional a la peor de las suertes. Estados Unidos, como líder del mundo occidental y columna vertebral de la OTAN, tampoco intervendrá militarmente en la guerra y, al igual que hizo en la guerra de Siria, asentirá ante la campaña de terror y genocidio sistemático de los ucranianos por parte rusa.
Entonces, ¿porqué está enviando armas Estados Unidos a las fuerzas de Ucrania? Mientras la estrategia de Rusia en la guerra cada vez está más clara, que pasa por arrebatar el Donbás a Ucrania y crear un corredor territorial hasta Crimea y, llegado el caso, una vez ocupada la ciudad portuaria de Odesa, unir el mismo con la frontera de Ucrania con Moldavia, la de los Estados Unidos, apoyando con ingente envío de material militar a los ucranianos y dotarles de información sensible para su inteligencia militar vía satelital, parece menos clara, aunque a tenor de la experiencia histórica de otros conflictos con los que se enfrentó Washington se van viendo cada vez con más nitidez los objetivos de la Casa Blanca en esta nueva “campaña” militar.
Se trataría, en una política muy parecida a la empleada con Serbia en las guerras de los Balcanes, en la de golpear sin atacar ni emplear la violencia directa contra el supuesto enemigo. Implementar las sanciones comerciales y económicas, animando a todos sus socios de la OTAN y la Unión Europea (UE) a que participen en las mismas, y hundiendo al país en una grave crisis económica, tal como ahora está ocurriendo en Rusia, es la estrategia que está aplicando Washington para hacer frente al desafío que implica esta agresión rusa a Ucrania. Rusia podrá ganar la guerra, pero el coste, tanto en bajas humanas y costes materiales y económicos, podría ser tan inmenso que a la larga haga colapsar al régimen de Putin. En 1979, la extinta Unión Soviética invadió Afganistán y diez años después, en 1989, se retiró ignominiosamente del país, dejando sumido al imperio soviético en una grave crisis social, política y económica de la que nunca se recuperó. Dos años después, en 1991, la URSS dejó de existir quizá como consecuencia de dicha crisis.
Aparte de las sanciones, Estados Unidos está armando con ingentes recursos militares de última generación tecnológica a las Fuerzas Armadas ucranianas. Desde que comenzó la invasión de Ucrania, Washington ha enviado alrededor de 2.000 millones de dólares en ayuda militar al país atacado y otros países, como el Reino Unido, también están enviando pertrechos militares a los ucranios. Se trata de causar graves daños y bajas humanas a los rusos, haciendo que la guerra no le salga gratis a Putin.
Ucrania ha recibido de Estados Unidos hasta ahora 1.400 sistemas de misiles antiaéreos Stinger; más de 4.600 misiles antitanque Javelin; cinco helicópteros Mi-17; tres lanchas patrulleras; cuatro radares contra artillería y contra drones; 2.000 armas ligeras antiblindaje; 300 lanzagranadas y municiones; 600 escopetas y 600 ametralladoras; 5.000 fusiles; 1.000 pistolas; 25.000 chalecos antibalas; 25.000 cascos; casi 40 millones de cartuchos de munición para armas pequeñas y más de un millón de cartuchos de granadas, morteros y artillería; 70 hummers y otros vehículos; 6.000 sistemas antiblindaje AT-4 y 100 drones Switchblade, entre otros materiales.
La campaña militar ucraniana está durando mucho más tiempo de lo previsto, en parte por la numantina e inesperada resistencia de Ucrania, y también porque las fuerzas ucranianas están mejor armadas y preparadas que al comienzo de una guerra que se prevé más larga de lo que Putin pensaba inicialmente. Los cálculos del Kremlin no se están cumpliendo y cada día que pasa el desgaste de Rusia es mayor, tanto en términos políticos como militares. La imagen y percepción exterior de Rusia está por los suelos y su desgaste, después de haber perpetrado horrorosos crímenes de guerra, es notorio ante la comunidad internacional, que está demandando investigar los hechos denunciados por Ucrania en Mariúpol, Bucha y otras ciudades ucranianas. Mariúpol se está convirtiendo en una suerte de nuevo Stalingrado para los rusos y la caída de la ciudad, que se aseguraba “inminente” hace semanas, está provocando dolores de cabeza a los estrategas del Kremlin. La estrategia norteamericana, de generar una guerra de desgaste y aislamiento contra Rusia, está dando por ahora sus resultados.
Los oligarcas rusos no permitirán que caiga Putin. El país se humillará, la economía colapsará, pero Putin se queda.
Derrotada Rusia moralmente lo consiguen los rusos sin ayuda de nadie, ellos sólos.