La destrucción del cementerio judío de la calle Sebastopol en Bucarest, un episodio desconocido del Holocausto en Rumania

13 julio, 2024
Foto del cementerio judío destruido en la calle Sebastopol en: https://www.scena9.ro/article/cimitir-evreiesc-bucuresti-antonescu

Otro caso de destrucción de un cementerio judío, en esta ocasión en la intolerante y antisemita Rumania del dictador Antonescu (1940-1944), fiel aliado de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial hasta el colapso de su pérfido régimen.

por Ricardo Angoso

El cementerio judío en la calle Sebastopol, número 13 – 17, ubicado inmediatamente al sur de Piața Victoriei, era el cementerio judío más antiguo de la capital rumana, Bucarest.

Databa del siglo XVII y fue utilizado tanto por judíos sefardíes como por asquenazíes. El cementerio se fundó inicialmente en la calle Filipesculi, que recibió después el nombre de calle Sebastopol tras la Guerra de Crimea (1853-1856).

En 1864, se cerró el cementerio y las dos comunidades compraron propiedades separadas, a saber, el Cementerio de Filantropía para los asquenazíes y el Cementerio de Rito Español para los sefardíes. 

En el momento del cierre del cementerio, habían sido enterrados 1920 judíos. La lápida más antigua del cementerio judío de la calle Sebastopol databa de 1716 y hacía referencia al líder de la comunidad judía, B. Mordehai. Fuente citada y consultada:
https://acum.tv/articol/59079/

En 1940, en un clima de abierto antisemitismo y colaboracionismo con los nazis por parte del dictador rumano, el general Ion Antonescu, se acuerda, en una reunión del Consejo de ministros, el 8 de octubre de 1940, la retirada de los cementerios judíos de Bucarest y la ubicación de otros cementerios a 100 kilómetros de distancia. Para evitar que la medida sea considerada antisemita, pidió que se impulse como medida sanitaria. Como resultado, el cementerio fue expropiado en 1942 y los judíos se vieron obligados a hacer una donación al municipio de Bucarest. Las tumbas fueron exhumadas por un destacamento judío de trabajadores forzados entre el verano de 1942 y julio de 1944. Fuente citada y consultada:
https://acum-tv.translate.goog/articol/59079/?_x_tr_sl=ro&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc).

Ese mismo año, el 17 de octubre de 1940, el presidente de la Federación de Sindicatos de Comunidades Judías, Wilhelm Filderman, envió rápidamente un memorando a Antonescu. “Nuestra religión nos prohíbe exhumar a los muertos”, escribió Filderman. Luego observa con razón: “En la ciudad hay cementerios de todas las religiones, así que no entendemos por qué ley estamos obligados a cerrar nuestros cementerios, cuando los de al lado o de enfrente siguen funcionando…”. “Los muertos tienen tanto derecho al respeto como los vivos”, seguía el relato de este dirigente judío.

“No puede haber sufrimiento más cruel que la desigualdad de los muertos, la supresión del culto a los muertos, la degradación de nuestra religión y de nosotros mismos como hombres y creyentes, que vernos impedidos de enterrar a nuestros muertos según las órdenes de nuestra Biblia, cuando se permita el funcionamiento de los cementerios de todas las religiones tanto en el centro de la ciudad como fuera de ella”, escribiría Filderman denunciando el atropello sufrido por los judíos rumanos.

Al principio, tal como relatan las fuentes de la época, los judíos se resistieron y trataron de frenar la medida de la destrucción del cementerio. El Consejo de Representantes judíos de la capital rumana, Bucarest, y el Consejo Rabínico se reunieron inmediatamente y propusieron resistir, basándose en argumentos religiosos, el intento de destruir el cementerio donde fue enterrado el erudito Iuliu Barasch, junto con rabinos ilustres, otras personalidades del mundo judío y miles de judíos asquenazíes. y sefardíes desde el siglo XVII. Se produjeron varias discusiones con los representantes del municipio, pero sin resultado. La medida estaba tomada por el jefe máximo del régimen y los judíos ya eran ciudadanos de segunda en esa Rumania vendida ya al nazismo.

LOS TRABAJOS DE DESTRUCCIÓN DEL CEMENTERIO

Así relataba el historiador Adrian Cioflanca lo sucedido: “En el verano de 1942, en Bucarest, comenzó el desmantelamiento forzoso del cementerio de la calle Sebastopol, el lugar de enterramiento judío más antiguo de la capital y uno de los pocos lugares donde se enterraba juntos a judíos sefardíes y asquenazíes. Fundado en la segunda mitad del siglo XVII, el cementerio estuvo cerrado desde 1864 y en 1913 la municipalidad de Bucarest solicitó por primera vez su abolición. La medida sólo sería implementada por el régimen de Ion Antonescu”.

Los trabajos de desmantelamiento se interrumpieron varias veces y redujeron su intensidad, por lo que continuaron hasta septiembre de 1943 y, en menor escala, hasta 1944. Los informes que cubren el período de junio de 1942 a mayo de 1943 afirman que el equipo, que al principio contaba con hasta cien trabajadores, al cabo de unos meses bajó de esa cifra, despejó una superficie de 13.000 metros cuadrados, desenterró, levantó y transportó 533 lápidas, de las cuales 32 al cementerio español (Bellu), y se exhumaron 1.058 tumbas, de los cuales se identificaron 299. Según la evaluación inicial, el cementerio habría contenido 4.000 tumbas, de las cuales 2.000-2.500 se habrían encontrado en fosas comunes (con muertes por epidemias de peste en los siglos XVIII y XIX). La comisión histórica encabezada por Ion Grubea, que estaba con los trabajadores, descifró 620 lápidas, las transcribió en registros y elaboró hojas para otras 80 lápidas importantes.

Los restos de las tumbas fueron trasladados a los otros tres cementerios judíos y los que no fueron identificados fueron enterrados en una fosa común. Algunas de las lápidas fueron trasladadas al cementerio de la calle Giurgiuliu, número, 162, otras fueron sacadas por los lugareños para distintos fines o destruidas. Fuente citada y consultada:
https://adevarul-ro.translate.goog/stiri-locale/constanta/cimitire-evreiesti-desfiintate-de-ion-antonescu-1762297.html?_x_tr_sl=ro&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc

El terreno en el que se encontraba el cementerio fue vendido por las autoridades a una empresa de exploración urbana comercial. Los trabajos de desmantelamiento del cementerio cesaron el 23 de agosto de 1944, cuando sólo quedaban intactas 25 tumbas. Los restos funerarios que se salvaron se encuentran ahora esparcidas en varios lugares del cementerio judío de la calle Giurgiului. Fuente citada y consultada: 
https://ro-m-wikipedia-org.translate.goog/wiki/Fostul_cimitir_evreiesc_Sevastopol_din_Bucure%C8%99ti?_x_tr_sl=ro&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sc

El Holocausto no fue sólo un ataque a los judíos como seres, sino también a su memoria, a su herencia y a sus muertos. El régimen de Antonescu, además de iniciar la persecución contra los judíos, sumándose al genocidio nazi, tomó muchas medidas para borrar las huellas de la existencia de los judíos en el territorio de Rumania. Los judíos fueron despojados de sus riquezas, casas, posesiones, documentos de identidad y propiedades, las Comunidades fueron destruidas sus archivos, sus símbolos fueron burlados, así como sus lugares eternos”, señalaba con notable acierto el historiador rumano Adrian Cioflanca.

Aparte del cementerio de Bucarest, otros cementerios judíos, como el de Ciurchi, en los alrededores de la ciudad de Iasi, también fueron destruidos por orden de Antonescu, uno de los líderes antisemitas más activos en la ejecución de la “solución final” en Rumania, Transnistria, Moldavia y Odesa (Ucrania), territorios ocupados por sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial cuando era un fiel cómplice de Hitler. Aunque Antonescu trataba a los judíos de los territorios ocupados de una forma más brutal que a los locales, su burdo y brutal antisemitismo no tenía fronteras ni límites. Más allá del juego de las apariencias de Antonescu, la abolición de los antiguos cementerios judíos de Bucarest e Iași fue una medida primitiva, profana, sin justificación real, que produjo un daño irreparable a la memoria de la comunidad judía y a la memoria histórica de Rumanía.

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