La cadena generacional. Reflexión.

19 junio, 2021 ,
Vanidad de vanidades, y todo tipo de vanidad. Óleo que representa al rey Salomón ya anciano y meditabundo (Isaak Asknaziy, Rusia, siglo XIX). Foto: Wikipedia - Dominio Público

«Cada generación exaltará Tus obras ante la siguiente y Tus prodigios relatará».
Salmo 145-4

¿Permanencia versus cambio?

El pueblo judío ha logrado con singular éxito, mantener la histórica cadena generacional. Superando (a lo largo de siglos) inmensos obstáculos y peligros y amenazas externas, de igual forma, logrando sortear y superar, enormes y profundas crisis, que involucran deserciones individuales y colectivas, y en ciertas épocas movimientos o tendencias seudo-asimilacionistas que han causado verdaderos estragos en la demografía judía.

Luego de esta breve introducción, si pensamos que formar parte de esta cadena generacional y de sus eslabones, implica fundamentalmente conservar un modo de vida judía raigal, apegándose cada cual, según su nivel y posibilidad a la ley de Moisés, de tal forma que el nieto intente vivir y mantener los valores de sus padres y abuelos, podremos apreciar el colosal desafío que implica la existencia para cada hebreo en forma individual y para el conjunto en la consideración grupal.

Generaciones de postguerra.

Si repasamos las últimas décadas, podríamos apreciar, rápidos cambios en un relativo y corto espacio de tiempo histórico. Es decir, una aceleración continua que se sostiene desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Si repasamos brevemente los Boomers (nacidos hasta 1964), los X (nacidos entre 1965-1979), los Y (millennials 1980-1995 o «nativos digitales»), los Z (nacidos entre 1996-2010, o centennials, la generación más hiperconectada), y lo último y novedoso, los Pandemials (fruto de la crisis del coronavirus).

Si bien estos grupos humanos, se relacionan en relación a la tecnología y su inserción en el medio laboral, qué duda cabe, que los cambios sufridos impactan en el psiquismo global, y en la forma de pensar el mundo, sentir, y hacer, y su relación con sus semejantes y ni que hablar con su creencia y religión. El vínculo con su judaísmo en especial.

Sustentabilidad. La clave.

Siempre recordando lo que me decía mi madre (Aida K. de Daitch Z»L), cuando en reiteradas ocasiones citaba el Salmo 24, versículo 6 donde el Rey David sentencia: «Tal es la generación de los que Le buscan, de los que buscan Tu faz: (la progenie) de Yaakov.Sela». Es decir, ella apreciaba las diferencias generacionales, en relación a su judaísmo, el contexto histórico particular de cada época, con características propias y distintivas las unas de las otras, intentando comparaciones y destacando diferencias notables e ineludibles entre el idishkait del presente, si pensamos el hoy para nosotros, con el pintoresco y sufrido mundo del Shtetl (o de la pequeña aldea) y del rabinismo o judaísmo rabínico tradicional, fruto de esa lucha colosal y de «tracción a sangre» de  los justos y piadosos de aquella generación, luchando en medio de la pobreza y a la sombra de las persecuciones y matanzas por mantener (conservar) la vida judía, tal como ellos la habían recibido de sus ancestros y basados en la Sagrada Torá y de sus eternos principios y bases, o fundamentos que no pueden ni deben modificarse pese al paso del tiempo.

El tiempo pasado y actual. Final.

Dejando atrás la famosa frase: «todo tiempo pasado fue mejor», cada tiempo muta su ropaje, pero según el Eclesiastés (el Rey Salomón) lo esencial permanece. Y es por este sendero que podemos citar el capítulo 3-15: «Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser, fue ya; y D’os restaura lo que pasó». Y luego podemos continuar con el 1-7: «Todos los ríos van a dar al mar, pero el mar jamás se sacia (se llena): A su punto de origen vuelven los ríos, para de allí volver a fluir».

Y es que el hijo de David, comprende y expresa los ciclos de la historia y el devenir de los humanos, y sentencia en forma inapelable en el versículo 9: «Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol!».​

Para concluir: hoy por hoy, más que nunca, nos hacen vivir en la época de la ansiedad y del miedo, y millones de personas, por encima de cualquier adelanto tecnológico y científico, expresan de múltiples y variadas formas el vacío existencial, si en sus vidas falta ese contenido puro y cristalino, que constituye el sostén y que nutre ese enorme vacío espiritual, que los deja huérfanos emocionales, en medio de un mundo que siempre se las arregla para «vendernos» fuegos de artificio, espejismos e ilusiones, o fantasías, o productos truchos o pasajeros, que solo terminan hundiendo el alma divina de todo aquel que permuta la fe verdadera y eterna, para entregarse a una falsa idolatría versión siglo XXI y a la adoración de toda clase de ídolos de barro.

Por eso, siempre recuerdo a mi abuelo Moisés Daitch, que le repetía a ese niño que era yo: «¡cuidado, que no todo lo que reluce es oro!».

Este es el desafío para cada judío, no caer en el engaño de otros y de uno mismo. La verdad humana cambia o muta, pero la verdad del Todopoderoso permanece por siempre y hasta el final de los tiempos. Constituirse en un eslabón de esa cadena de transmisión, es el mejor de los servicios a los cuales podemos aspirar. Solo aferrándonos a este cuerpo, enganchándonos en el sendero de los Patriarcas (los denominados pastores del Cantar de los Cantares), y solo de esta forma, podremos encontrar el verdadero GPS (el Norte o la brújula), para poder surcar con mayor seguridad el siempre bravío mar de la existencia.

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